Thursday, July 19, 2012

LA PARTIDA


Vanessa Nava Noriega, Stephanie M. Flores, Juana Ramirez, Dagoberto Rivera, Elinse Sánchez: Casita de cartulina


Por Enrique Alarcón Parada


Partí de mi casa. Vivo en San Andrés Totoltepec, que significa “cerro de aves”. Eran las 11:00 de la mañana cuando me subí al auto, y, al salir  de la cochera noté que ya iba con media hora de retraso a reunirme con el grupo de maestras pensionadas y el maestro. Este grupo de académicos acordó que desayunaríamos en el Café la Parroquia, ubicado en la Avenida Insurgentes Sur, una de las tantas imitaciones del verdadero Café de la Parroquia que está en el Puerto de Veracruz. El Café toma su nombre de La Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción localizada frente al establecimiento…Si un día visita a los jarochos deberá saborear un buen cafecito en este lugar y disfrutar de la música, la marimba, acompañada por el bullicio alegre de su gente, podrá deleitarse escuchando La Bamba o el son jarocho La Bruja.  

Me agarra la bruja
me lleva al cerrito
me sienta en sus piernas
me da de besitos 

Pues, diríjase al Paseo del Malecón y Gómez Farías y encontrará el café-restaurante. Usted se puede sentar en la mesas de adentro y si opta por las del exterior, observará, enfrentito, a uno de los tantos y grandes barcos anclado, cargando y descargando autos. Y como el refrán dice: En la bodega del barco, todos entran de a montón, y, si alguien se descuida, el auto se lleva un rozón… Porque, cuñados, es una “entradera” y salidera de mercancía, por la enorme boca del casco, que para qué les sigo contando. Mejor sigo conduciendo mi camioneta, por el carril correcto, para no tener un rozón, por no tener precaución.
Llegué a la cita con una hora de retraso, pero fui recibido con alegría,  besos, abrazos y bromas por mi asistencia. Mis amigas sesentonas, Lolita, Marcela, que enviudó recientemente, Rosa María, a quien todos le dicen Rosita pero yo le digo “La Gata” y a ella le encanta porque es madrileña, Nora con su esposo Hernán que sigue activo trabajando en la UNAM a sus 76 años, son chilenos y los más longevos del grupo… Todos habían casi terminado de consumir sus alimentos, pero con toda naturalidad llamé al mesero y le pedí un café lechero, “una bomba”, preparada con un pan de dulce conocido como concha blanca, dividido en dos, se le embarra de frijoles refritos, se le pone queso y se mete al horno, a que se dore un poco y se sirve con “pico de gallo”, una salsa preparada con chile jalapeño, cebolla y jitomate picado… Y buen provecho, compadre.
Nuestra mesa parecía una jaula de pericos. Todos parloteaban, se carcajeaban,  sonreían. De repente en el calor de la plática, un recuerdo jalapeño agitó sus alas en el archivo de mi memoria…Absorto, olí la humedad de Jalapa y viajé, en mi mente, a ese diciembre de 1966…Me vi sentado en la mesa, donde jugaba dominó con unos amigos de la juventud. Sí, me salí de la jaula de loros, y me ausenté por unos minutos para ir al pequeño cafecito de “La Atenas veracruzana” que estaba muy cerca del Estadio Jalapeño, uno de los tantos aportes que hiciera el señor William Kenneth Boone al desarrollo de Xalapa. Por cierto, mi madre le compró dos terrenos a Míster Boone en el cerro del Macuiltépec, “El cerro cinco”. Cuando me habían ahorcado la mula de seises, levanté mis veinte abriles de la silla y me despedí de mis compañeros de juego, diciéndoles que me iba a vivir a México. Al grupo le importó un comino y continuó riéndose de mí por haberme ganado la partida y dejado “con la mulota”. Me cerré la chamarra y salí del local  rumbo a la calle de Ignacio de la Llave… Esa tarde caía una pequeña lluvia, el famoso Chipi Chipi. Arriba, el manto de nubes plomizas. De repente, veo que las nubes bajan… Camino con la cabeza agachada y húmeda rebanando la niebla, atravieso la calle de Allende, subo por la Sexta de Juárez, bajo por Úrsulo Galván, cruzo por un costado de la vieja Estación del Ferrocarril y tomo mi calle para llegar al número 57… Aquí vivo yo… Tenemos una cocina improvisada, con techo de cartón, mi madre y yo. Sí, ya sé…el cartón del techo se ha humedecido un poco…siempre pasa cuando llueve. Como dice Ali Primera: Que triste, se oye la lluvia/ en los techos de cartón/ que triste vive mi gente/ en las casas de cartón  
- Mamá, mañana me voy a vivir a México.
- Pero… ¿Por qué?
-No quiero quedarme en Jalapa. ¿Qué futuro hay en este pueblo para mí? Cartón, un futuro de cartón, ¿dependiente de una tienda o empleaducho del Gobierno?... ¿Qué voy a hacer? No sé… pero de aquí me largo yo.
- ¿Y tu padre? Tú sabes que tu padre es quien dice la última palabra en esta casa.
Era verdad. Tenía que hablar con mi papá antes de irme de Jalapa.
- ¿Y con qué dinero cuentas? Yo no tengo ni un centavo -dijo él.
- No te preocupes, papá, que yo tengo mis ahorros.
Quinientos pesos en el bolsillo y una pequeña maleta gris con dos camisas, dos pantalones, dos calzones, dos pares de calcetines eran mi diminuto patrimonio. Al día siguiente, a las 11:00 de la mañana, mis padres me despidieron en la Terminal de Autobuses de la avenida Manuel Ávila Camacho. Tenían los ojos llenos de lágrimas que se confundían con el Chipi Chipi. La neblina se había espesado mucho y caía pesadamente sobre el suelo mientras una ligera llovizna se escurría por las ventanillas del camión. Al llamado del conductor, subí al transporte de Autobuses de Oriente (ADO), junto al resto de los pasajeros. Inmediatamente el motor del ómnibus arrancó y los limpiaparabrisas empezaron a funcionar. Dije adiós a mis padres a través del cristal. Una nube envolvía sus cuerpos húmedos carcomiéndoles.
En fracción de segundos regresé de mi viaje a “La Ciudad de las Flores” gracias a la algarabía de mis sexagenarias amigochas… Tal era el bullicio en nuestra mesa que nos convertimos en el foco de atención de los otros comensales…lo cual le incomodó sólo a Marcela, porque pensaba que sus carcajadas inquietaban a nuestro público. Un rato después, me despedí de mis compañeros, y, Lolita pidió la cuenta, para hacer las cuentas por separado. Me levanté. Pagué la cantidad que me correspondía y me fui del Café la Parroquia sin persignarme.
El grupo se quedó una hora o un poco más después de mi partida, decidiendo en qué restaurante celebraríamos nuestro próximo encuentro. Lolita, como siempre, era la encargada de pasar la voz…

“Desde el cerro de aves”
México D.F., julio 11 de 2012






Enrique Alarcón Parada nació en Xalapa, Veracruz, y reside en México D.F. Estudió en la escuela teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Es instructor y director de teatro y ha llevado a escena exitosamente decenas de obras con sus estudiantes. Como dramaturgo ha publicado Viernes y lunes de escuela, ¡Qué cosas me haces hacer!, La decisión, Hypatia, y Los tres químicos y las tres leyes de Newton. (alarcon_escualo@yahoo.com.mx)

No comments:

Post a Comment