Friday, December 27, 2013

GARABATO No. 37





Por Eduardo Rodríguez Solís


      Es la madrugada y hay mucho rocío en las hojas de todas las plantas. No hay canto de grillos y las ranas están en total silencio.
      Julio, el pastor, sale de su choza y toca una campanita. Es que la hora ha llegado, y el camino es muy largo.
      Poco a poco salen de sus casitas los demás pastores. Algunos llevan regalos. Es que abajo de la luz de una estrella ha nacido un niño. Y esto hay que festejarlo.
      Una vez que están todos juntos inician la caminata. Hombres y mujeres cantan una tonada muy suave. Hay mucho ánimo en el grupo.
      Cerca de unas rocas surge un viejo extraño que les dice que van por camino equivocado. Entonces los pastores cambian su rumbo y el viejo se ríe a escondidas.
      Pero aparece un ángel con espada en mano que los vuelve a poner en la ruta anterior.
      Y ese ángel corre del lugar al viejo mentiroso, que no es más que el diablo disfrazado.
      Cruzan los pastores un puente colgante y siguen cantando, y una mujer flaca les vende aguacates, tortillas y un poco de sal.
      Los pastores hacen un alto y prenden lumbre, y comen tacos calientitos.
      Pero se enferman del estómago. Entonces el ángel de la espada vuelve a aparecer y les da té de manzanilla.
      --Qué alivio –dicen todos.
      Y el mismo ángel toma piedras y se las arroja a la mujer flaca.
      Los pastores, ya repuestos, prosiguen su camino y vuelven a cantar con alegría. Ya casi llegan a su destino. Ya casi van a ver a ese niño, que es un Mesías.
      Pero detrás de un gran árbol aparece un hombre gordo (que es el diablo disfrazado) y les vende licor para el frío.
      Los pastores sacan centavos y se calientan con el líquido. Pero se emborrachan y no pueden seguir su camino.
      Entonces el ángel vuelve a aparecer y les da jugo de zarzamoras, que les quita lo mareado.
      Y el ángel se decide y corre detrás de ese hombre gordo y lo persigue hasta una barranca, donde este diablo desaparece.
      Finalmente los pastores llegan hasta donde ha nacido el Mesías. Y todos se forman para darle sus regalos.
      Alguien lleva cacahuates salados. Y por ahí hay una pastora que ofrece una tacita de leche. Hay otro que le extiende perfume de flores silvestres. Y, al final de la fila, un niño pastor le ofrece un poema que ha escrito en una hoja de árbol.
      Las palabras del poema son lindas…

                            Ya llegaste, niño.
                            Ya vienes a componer las cosas nuestras.
                            Por eso cantamos juntos
                            estos versos sencillos
                            que salen de nuestro corazón…


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Wednesday, December 25, 2013

WONDERS OF BEING A WOMAN...


Unconditionally Loved


         I’ve noticed that after having said “Yes, yes, yes…” to God, it is difficult for me not to receive his healing love. God’s love heals my humanity. It makes the grown-up ape inside me evolve into a child-like being. When we are loved so unconditionally, we feel safe to do audacious things, like wanting to learn to love without strings attached.
Being loved unconditionally, one dares to dream in every situation, when we have too much or when we have too little, whether we are asleep or awake. Even if we don’t physically have all the people whom we care about near us, we appreciate that we do have some, and to the best of our abilities, blindly, deafly, stubbornly, imaginarily, we love and let ourselves be loved by those who are far away, trusting that God will take care of the rest.




This story is not about me, what I want, what I need, what I feel, what I think, whom I miss. But it could be about a dream. It could be about something greater than purely statistical procedures, expert explanations, the book of Mars, the space of Venus, winning, or losing. For the truth is, we can’t escape from unconditional love once it is born into us, no matter how creepy, I wish I could think of a different word, it may all seem from this side of the fence.
I have discovered that I am stronger than I think, really. (See wild bear inside). So I am going to be infatuated with an imagined perfection, as David Whyte says. I’ll not only let my hoped-for intuitions be true, but I will also receive a bunch of stars as bonuses:



STAR ELENA



STAR MINAL
                                                   

STAR MAKOTO

                                                                 
STAR ROSANGELICA


STAR ANNA


STAR MICHELL


That’s why I have imagination! What else will carry me through?  So, I say, “I am the woman whom Jesus loves.” (No offense, Martha, you’re still a success in the business world). I don’t have to be the most prettiest, the most immaculatest or the most perfectest

I am the woman whom Jesus loves. 

Monday, December 23, 2013

GARABATO No. 36





Por Eduardo Rodríguez Solís


      Era pequeño, del tamaño de un alfiler de costura.
      Siempre estaba inquieto y hasta cuando se iba a la cama les rezaba a los dioses para soñar en algo de mucha acción.
      Era amigo de las estrellas y de las ballenas. Con las estrellas construía leyendas fantásticas. Con las ballenas se imaginaba viajar a otros continentes.
      Y en una libreta apuntaba todas sus aventuras. En la página diez tenía una lista de ocho estrellas. Eran todas estrellas que cambiaban de lugar. Algunas eran como ángeles y algunas eran fantasmales.
      Una estrella se llamaba Colación, y era de muchos colores. Aparecía en el cielo después de los arco iris. Era esta estrella como hermana de la lluvia.
      Y esta estrella Colación una vez bajó del cielo para platicar con nuestro pequeño amigo.
      Y nuestro amigo, que se llamaba Alfiler Bendito, hasta quiso irse de regreso al cielo con la estrella Colación. Pero no pudo, porque desconocía las artes del vuelo.
      Y hablando de las ballenas, en la página veinticinco había una especie de leyenda triste.
      Es que la ballena se sintió desconsolada, por no tener amigos… Y se puso a llorar.
      Entonces nadó sin rumbo fijo y visitó todos los mares del planeta. Y en el más chiquito encontró a una veintena de caballitos de mar. Esos pequeños seres se llevaron a la ballena a un escondite que tenían entre las rocas de una entrada de mar.
      --Aquí tú puedes ser la reina –le dijeron los caballitos de mar.
      Pero la ballena no tenía espíritu tranquilo. Ella era llena de vida y siempre necesitaba ir en busca de otros oxígenos.
      En la libreta de apuntes del amigo de las estrellas y de las ballenas había un dibujo muy extraño. Era como una flor con pétalos que parecían espadas.
      El dibujo se doblaba a la mitad y, la sombra, a las doce del día, proyectaba una línea negra. Esa línea era la vida, la existencia de cualquier ser.
      Siguiendo la trayectoria de esta línea se podía llegar a una montaña, que le decían Punta del Paraíso.
      --Ahí está la entrada al cielo –decía nuestro personaje del cuento.
      Y no tenía que cerrar los ojos y se sentía como arrastrado hacia un lugar desconocido. Y el aire se acababa y ya no había fuerzas en las piernas.
      Luego venía una escalera muy empinada, que subiéndola era fácil y bajándola era casi imposible.
      Al final, estaba el verdadero principio de los principios.
      Nada más era cosa de empujar el gran portón de hierro. Y fierro contra fierro, se escuchaba un maullido intenso, doloroso… Y ya, el viaje terminaba.
      Un día alguien dio un manotazo sobre la mesa, y todos los alfileres se cayeron y se deslizaron hasta el suelo frío. Y nuestro amigo, que era delgado como un alfiler, perdió el equilibrio y, dando vueltas, se fue también hasta el suelo.
      Fue entonces cuando apareció un nuevo personaje en el cuento. Era un caballo blanco que parecía muy dócil, muy tranquilo.
      Nuestro amigo, Alfiler Bendito, se pudo subir al caballo y se fue a recorrer países muy distantes, y pudo aprender lenguas desconocidas. Y se volvió entonces, un erudito en las cuestiones de nuestro mundo.
      Y en uno de sus recorridos conoció a una mujer que vivía del jugo de naranja.
      Ella era experta cortadora de esos frutos y tenía una maquinita que le sacaba todo el jugo a sus naranjas.
      Ella decía que su jugo era natural, pero no era tan natural, ya que lo endulzaba con azúcar colombiana.
      Y un día Alfiler Bendito se empachó por beber diez vasos con jugo de naranja. Esta locura, que la hizo casi sin respirar, lo puso en estado de coma.
      Y su salvación se logró gracias a sus tantos rezos que le hizo a la Virgen de los Remedios.
      Después de ese percance, que sucedió cuando Alfiler Bendito tenía treinta y tres años, nuestro personaje renunció a las naranjas.
      Y su vida prosiguió llena de estrellas y ballenas, y llegó a convertirse en un viejo sabio que, con los ojos cerrados, podía describir los más esplendorosos paisajes.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Tuesday, December 17, 2013

GARABATO No. 35





Por Eduardo Rodríguez Solís


      La estrellita cayó en la parte superior del Cerro Miraflores, cerca del río Papaloapan. Se fue dando testarazos, perdiendo pedacitos de sus picos. A cada golpe que se daba sentía dolor, cosa que suena increíble porque una estrella del cielo no tiene sensaciones.
      Cuando terminó de deslizarse o de darse golpetazos, se quedó muy triste, desfigurada, cerca de un viejo árbol que parecía fantasma.
      Fue entonces cuando un niño que andaba recogiendo palos para la lumbre se dio cuenta de su existencia.
      Y antes de que le preguntaran algo, la estrellita levantó su voz.
      --Soy la Estrella de Belén, la que indica el lugar donde ha nacido el Mesías.
      Pero el niño de los palitos no entendía las palabras. ¿Qué era un Mesías? Sonaba una palabra llena de magia.
      Entonces la estrellita dibujó en el aire una gran flor. Y dijo que para entender la palabra Mesías, era necesario hacer que una flor fantástica se volviera de verdad.
      --Yo no puedo hacer eso –dijo el niño.
      La estrellita de Belén brincó enojada y dijo que cuando uno es niño las cosas de la fantasía se pueden volver una realidad.
      --Si hay un fuerte deseo, las cosas se logran –agregó la estrellita.
      Como el niño quería hacer algo bueno para la estrella caída y golpeada, como quería también que esa estrella recobrara la felicidad, se fue a recoger un poco de barro y arregló, con cuidado, los picos dañados de la estrella. Luego, se llevó a la estrellita hasta los calores de un volcán activo. Ahí se endurecieron los picos de la estrella.
      --Ahora, ya soy otra –dijo la estrella de Belén, al verse reflejada en un espejo de agua.
      --Ya puedes regresar al cielo –dijo el niño de los palos.
      Entonces la estrellita de Belén le dijo al niño que ya no había necesidad de eso, pues su vida como estrella ya había terminado.
      Y luego, después de una larga pausa, dijo:
      --Ahora, hay otra estrella de Belén. Siempre de los siempres tiene que haber una.
      --Pero todavía tienes luz –dijo el niño de los palos.
      --Sí –contestó la estrella caída--. Pero ahora mi luz tiene que servir aquí en la Tierra.
      Y la estrellita no desapareció. Se subió a un árbol muy alto, y desde ahí, iluminó la casa y los caminos de ese niño que siempre recogía palos para su lumbre.
     

     
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Friday, December 13, 2013

GARABATO No. 34





Por Eduardo Rodríguez Solís


      De buenas fuentes, supe que un amante de los muñecos de nieve provocó grandes cambios en los días y los años de nuestro sistema. Con sus locuras, que ya se están reportando en las enciclopedias de nuestro globo, se empieza a saber el por qué ahora los días tienen doce horas y los años, la mitad de trescientos sesenta y cinco días.
      Este hombre, que nació en el pueblo de Metepec, cerca de la ciudad de Toluca (nombre que quiere decir “lugar del dios de cabeza”), por cuestiones de herencia, se volvió, hacia sus quince años de edad, un alfarero de envergadura.
      Con sus habilidades transmitidas a él por sus antepasados, pudo hacer con el barro piezas artesanales muy hermosas.
      Hizo Árboles de la Vida esplendorosos. En esas piezas supo colocar al lado de Adán, a Eva y a la serpiente legendaria.
      Y una vez que hubo una gran helada en Metepec hizo una bola de hielo que causó sensación, al alcanzar la altura de un volcán de fama.
      Y resulta que una navidad, su locura de artesano, ahora del hielo y de la nieve, le provocó la idea de hacer una réplica más alta de la Torre Eiffel. Para esto trabajó con la ayuda de muchos niños de la región.
      Pero mientras fue elevando la altura de su obra maestra, algo extraño pasaba. El tiempo de la vida y del planeta se acortaba.
      Por causas extrañas, casi mágicas, la torre de hielo y de nieve se petrificó.
      Nunca se le agradecieron los alcances de su obra. Ni siquiera a una calle de su pueblo se le puso su nombre.
      Pero la gente, los árboles y los animales empezaron a vivir doble.
      El mundo se quedó para siempre con su torre transparente, que apuntaba a todos los puntos cardinales del universo.
      Y a nuestro mundo se le llegó a conocer como el Planeta de la Torre Transparente.


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Sunday, December 8, 2013

FRAGILE: HANDLE WITH CARE


One of Mami's Little Treasures


By Ms. Dinorah


People teach us the way they like to be treated. They put us in our place. I once had a high school student who clarified to me, “Lady, you ain’t my momma. You don’t pay my rent. You don’t pay my bills. You ain’t gonna tell me what to do. I don’t owe you respect just because you are a teacher. You’re nobody.” Well, I had asked him to do something that he didn’t want to do. I took him to the principal’s office. I myself didn’t know what to do. I had yelled and screamed, which I shouldn’t have done. He was right. Although I didn’t like the way it sounded, what he said was true.
Sometimes, we teachers judge our students’ reactions toward us inaccurately. Matthew Lipman says, “Seeing children as irrational rather than as resolute in protecting their own integrity is a misinterpretation of childhood experience.” The same happens with high school students and people, in general. It is so easy to judge others because they don’t engage. Maybe we are not engaging. Or, maybe they have engaged in more meaningful and rewarding activities. We are not perfect. There were occasions when I didn’t even want to go to this school. I know it sounds terrible. It is the truth. I never missed a work day. I had the confidence that working in that place would translate into something positive in the long run, like patient endurance, besides my standard certificate, but I wasn’t joyful there, and it showed. “You hate this job,” another student had told me earlier in the year. My heart whispered, “Yes, I do…” I didn’t admit it. I wanted so much to make a difference by becoming a classroom teacher. It didn’t work out.
I may be called to teach, but I am not a superhero. That’s what classroom teachers are. They are superheroes, having to deal not only with teaching, discipline, procedures but also with an avalanche of paperwork and external pressure. I have strengths and weaknesses. I enjoy crafting creative learning instances where students are invited to explore, to discover, but I dislike enforcing them upon those who choose to do otherwise. And I love teamwork. Teamwork enhances the quality of any experience in addition to providing opportunities for people to learn from one another. Each person brings his/her own strengths to the table and helps the other become stronger. Most of my former high school students were extremely generous with me. They saw me as a happy person and accepted me, despite my ineffectiveness as a standard classroom teacher and frequent screaming. Some produced wonderful work and, with their resilient attitudes, inspired me to never lose faith in the goodness of people. These, the Doctors of Creativity, were mostly from my junior class, along with a few bright committed sophomores. Others, like a freshman I will call Mr. Unreachable, and to whom nothing I did or said was worth his full presence in the classroom, were given the chance to practice at least for a little while how to put up with someone who hadn’t been called to be their typical teacher.
Interestingly, after the student from paragraph 1 made it clear to me that I wasn’t his mother, he began working even harder than he previously had had. He was always among the first ones in turning in assignments and following directions that often I didn’t even have to give. Not that the whole situation became ideal because we suddenly started to behave impeccably either as a classroom teacher or a student. My best memories still come from the moments when we worked as a team, in peace and harmony, respecting each other’s views, differences, and experiences. I made many more mistakes, and they forgave me. And they also made mistakes, and I forgave them. From time to time, I still use my student’s words to rebuke negative, faultfinding voices screaming in my head. After all, these voices ain’t my momma. They don’t pay my rent (my little brother does). They don’t pay my bills. And they definitely ain’t no teacher. 



Wednesday, December 4, 2013

GARABATO No. 33


Sandro Botticelli: Primavera (detalle), tempera sobre panel
Esta obra de arte se encuentra en el dominio público.


      Por Eduardo Rodríguez Solís


      Él era un joven de larga melena… Por las mañanas, cuando entraba a su baño se veía reflejado en un gran espejo. Entonces pensaba que era un león de la selva, o algo así.
     Se acercaba al espejo y gruñía, como si fuera el emblema de la Metro Goldwyn Mayer. Levantaba luego sus manos y se ponía como fiera que iba a atacar a un indefenso.
      Brincaba como sapo y trataba de asustar a quien se dejara. Pero no pasaba nada. El león desgreñado que era no espantaba ni a los mosquitos.
      Le gustaba ir a la playa, y le encantaba pisar la arena. Y era para este león una delicia cuando el viento le alborotaba sus cabellos… Se volvía entonces un sol, un astro verdaderamente espectacular.
      Una vez, al llegar a un rompeolas, vio a una mujer hermosa. Parecía una modelo de Botticelli.
      --No te me acerques –dijo la mujer--. Si te atreves, me lanzo al mar.
      Y como el joven de la melena dio unos pasos hacia ella, la bella mujer se zambulló en el fresco océano.
      Fue entonces cuando el joven pudo ver una transformación. La mujer se volvía una sirena de verdad.
      Y la hermosa aparición se unió a un grupo de delfines que se iban mar adentro.
      Los cabellos del joven se levantaban y se iban para todos lados, y era fácil imaginar lo que pasaba en aquella inquieta mente.
      Uno se volvía delfín y se iba detrás de la sirena. Y llegaban a unas rocas inmensas… Ahí estaba una caverna que se llenaba y se vaciaba de agua salada.
      La calma de aquella fortaleza de piedras era una especie de nido amoroso. Ahí los reyes del lugar eran la sirena y ese delfín que tenía cabellera de león.
      El joven de los cabellos alborotados regresó a su casa y se estuvo observando en el espejo gigante. Estaba ahí solo, desamparado, y no sabía qué hacer.
      Y el sueño hizo de las suyas.
      Caminaba de nuevo en la playa. Pisaba la arena mojada y a lo lejos se veía el rompeolas.
      El movimiento se detuvo porque alguien había arrojado una conchita.
      Ese alguien era la mujer esplendorosa, la que se volvía sirena.
      --¿Dónde andabas? –preguntó la mujer.
      --Andaba arrastrando mis tristezas –dijo el joven de los cabellos largos.
      --Si me amas, renuncio a ser sirena –dijo la mujer.
      Todos los colores cambiaron de tono. Del cielo bajó una música suave y cadenciosa. Y la facha del joven desgreñado cambió. Ahora, él era el príncipe de todos los cuentos. Y la mujer (que también era sirena) se volvió la princesa del castillo encantado. La fábula amorosa se empezaba a escribir.
      Pero se escuchó el tam-tam de un tambor, y una corneta anunció la llegada de algo especial.
      Era un tropel de niños, que llevaban globos de colores y corrían de izquierda a derecha. Gritaban todos de alegría y de gozo.
      Entonces las ilusiones se desbordaron y todo llegó a ser como antes. Se experimentaba el despertar de la primavera.
      La mujer estaba de nuevo en el rompeolas, y si te acercabas a ella, se tiraba al agua y se volvía sirena, para luego nadar, como siempre, mar adentro.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Thursday, November 28, 2013

HEAVEN





By Ms. Dinorah


I love the song Stairway to Heaven. Anytime I hear it, the sound of the music brings me back to God. For, as the apostle Paul would say, “He raised us from the dead along with Christ and seated us with him in the heavenly realms.” Heaven is going to be breathtaking, a place for pure love, pure joy, pure life, with Led Zeppelin, and the Beatles, and Pearl Jam, and many others playing songs in the background. No more barriers in Heaven. No more physical, mental, emotional imperfections. No more fear of the unknown. He will be there! And I am going to be so pretty that he will love to look at me. In Heaven, I may even be the right person for him, or the right angel. One never knows. For now, it is what it is. Sometimes we make progress in one area, say the fruit of the spirit, and yet struggle to cope with the standards of the world. On this side of the lake, or the pond, or the door, or the sea, you will have tribulations but take heart because Jesus (in his love for us) has overcome them all.
So since Heaven awaits us, we can hold on to our faith and enjoy the journey, living with great anticipation. Oh, the power, the beauty of Heaven is so beyond belief that, while climbing our God-given stairway, we have the ability to find endless motivations to “sing for the laughter and for the tear” as our lives unfold. Yes, I am confident we will also have the best of Aerosmith in Heaven –for free. And true, we won’t deserve it. As a matter of fact, we don’t deserve any of the gifts God has freely given us, not his love, not our hopes, not the faculty to sense what is beyond belief, not the people who care about us, not the opportunity to learn from our mistakes and start all over again, to dream again. Could that be one of the ways we intuit that we have been truly blessed? Oftentimes I think how in the world did I have this incredible person as my professor, or my friend, or my brother? How did I get to be in the same family line as my grandparents?
 “God is so rich in mercy, and he loved us so much, that even though we were dead because of our sins, he gave us life,” the apostle Paul said. I say, thank you, Jesus! Thank you for not giving up on me when I thought that having people’s approval was more important than discovering my true self. Thank you for carrying me through the tough times, skin breakouts, physical and soul pains, excessive weight loss, solitude, low self-esteem, pride, despair, resentment, and into the person I will become. Thank you for all the tastes of Heaven, especially the musical ones, that consistently energize me to climb the stairway with you.





Saturday, November 23, 2013

GARABATO No.32





      Dos fragmentos de teatro de Eduardo Rodríguez Solís


      Primer fragmento: “Cerca de la luna.”


      UN VIEJO DRAMATURGO, AL CUMPLIRSE 50 AÑOS DEL ESTRENO DE SU OBRA “PASO A LA VIDA”, INVITA A SUS ACTORES (TRES MUJERES Y CUATRO HOMBRES). LA CELEBRACION SE HACE EN UN CUARTO-ESTUDIO-HABITACION, QUE TIENE EL ESCRITOR EN LA AZOTEA DE UN VIEJO EDIFICIO UBICADO EN EL CENTRO DE LA CIUDAD DE MEXICO.
      AL INICIARSE LA ACCION, EL DRAMATURGO ESTA AFUERA, COMO OBSERVANDO LAS ESTRELLAS. SON LAS NUEVE DE LA NOCHE.

     
DANIEL.- Siempre son las mismas. Son los ojos de mi vida. Se desparraman en la noche. Las hay pequeñas y las hay que no se ven… Las grandes están llenas de vida.
      Ustedes, todos los que me miran, pueden echar los ojos para arriba y pueden observar el milagro de la noche… Lo que se puede ver sin pagar.
      Espectáculo para cada uno. Algo que nos acompaña desde siempre. En las buenas y en las malas… Así son las estrellas y su noche. Ahí están, en los tiempos malos y en los tiempos buenos… Son, algunos dicen, un regalo de Dios…
      Luego, esa noche y esas estrellas, se mezclan con el silencio de las horas. La gente duerme y el silencio se engrandece… Crece hasta volverse una música suave, cristalina, tenue… Y los que pueden, sueñan ilusiones, fantasías… Y los que viven con dolores de alma, sufren las pesadillas, los sueños diabólicos…
      Yo prefiero tomar una hoja de papel y un lápiz. Borroneo palabras, frases, verbos. Invento mundos. Pequeños o grandes universos. Dejo que lo que queda del alma se derrame, se vuelque, como un río, como una caída de agua, como una cascada de líquido fresco…
      A veces las palabras se acomodan con armonía y se levantan torres que pueden llevar amor, pasión, dolor y lo que se quiera.
      Surge entonces un paraíso. Vemos colinas y ríos, y observamos el caminar de hombres y mujeres.
      ¿A dónde vas?, le preguntamos a una joven mujer que se tapa el rostro con las dos manos.
      “Busco la puerta del paraíso”, te contesta.
      Ella es el personaje de nuestra poesía, la esencia de todo lo que hemos hecho.
      “Soy la estrella mayor, la que está cerca de la luna”, grita la joven.
      Entonces lanzas tu mirada hacia el cielo, pero no hay estrellas. La noche realmente todavía no empieza…

SUENA EL TELEFONO. DANIEL ENTRA A SU CUARTO. SE DESPLAZA HASTA EL TELEFONO. CONTESTA.

DANIEL.- Sí… Hola, Antonio. ¿Dónde andabas? ¿Ya te vienes para acá? ¿Oporto? Ah, está bueno. Con un vasito revives. Bueno, eso dicen los portugueses… Pero, oye, ¿vienen los demás? No han hablado. ¿Rosita? ¿A qué horas viene? Perfecto. Apúrate. Ya son pasadas las nueve… Chau…

DANIEL CUELGA EL TELEFONO.

DANIEL.- Son siete. Tres actrices y cuatro actores. Tienen que venir. Tienen que estar aquí… Tan culpables fueron ellos como yo… Bueno, yo les di la palabra y ellos pusieron el cuerpo, el gesto, las frases dichas…
      Antonio habló. Ya viene en camino. Traerá una botella. Va a ver si encuentra Oporto. Ese vino rojo, oscuro, que levanta el espíritu, según los portugueses.
      Ahora, a los cincuenta años de aquel parto profiláctico, hay que juntarse. Lo exige el espíritu. La familia alguna vez estuvo unida y ahora se tiene que volver a reunir.
      Primera llamada. Los corazones empezaban a alborotarse. La sangre cambiaba su pulso. Todos terminaban de ponerse polvos y rayas en la cara. También, tomaban el libreto y buscaban las partes que apenas si se sabían. Porquería de actores. Indisciplinados. Flojos esqueletos rumberos.
      Segunda llamada. Algunos se ponían de rodillas y rezaban padrenuestros y Aves Marías. Los corazones como que se vomitaban. La vida como que llegaba al borde de un precipicio… Los actores se apuntaban en las manos “palabras clave”. Ave María, horribles actores desordenados.
      Y luego, cuando casi todo se volvía penumbras, venía la tercera llamada, y se recomendaba al público sentarse en sus lugares, y se terminaba diciendo “tercera llamada, tercera, tercera llamada… Comenzamos”.
      Pero se me hace que estoy brincando de una cosa a otra. Se me hace que estoy volviendo loca a mi audiencia, a este público que son todos ustedes.
      Pero volvamos a los hechos. Yo estaba casi a las puertas de un paraíso. El paraíso que es de todos y que es de nadie. Junto a mí estaba la mujer joven que se tapaba el rostro.
      Ella me decía que me callara, que no hiciera ruido, porque ya estábamos cerca de la gran puerta. Me decía que los guardianes de esa puerta siempre dormían, porque ahí, cerca del muro, tenían un pequeño cuarto con dos camastros y un calentador de carbón. Me decía que había que acercarse casi de puntas, como bailarina de ballet. El ruido estaba prohibido… Si había ruido los guardianes tomaban sus escopetas y empezaban a tirar plomazos al cielo…
      Entonces, casi sin respirar, sintiendo cada uno el calor del otro, nos replegábamos en la pared y bien que escuchábamos el ronca que ronca de los guardianes.
      Y entonces venía la bonita historia que estábamos esperando, la historia de la joven mujer que se tapaba el rostro con las manos…
      Soy la estrella más grande, me decía, la que está cerca de la luna. Nací por accidente y mis padres me aventaron al mundo. Ahí iba yo botando y botando. Brincando de un lado a otro. Sin tener una cobija propia… No había muñecas, no había juguetes, no se conocía el verdadero amor…
      Los viejos, esos dos viejos que me recogieron de ese río lento donde yo navegaba en un “Moisés” de madera y paja, me dieron el poco calor que todavía les quedaba. Me enseñaron el camino del bien y me señalaron los senderos de la gente mala.
      Por ahí puedes caminar. Por ahí te puedes meter al bosque. Por ahí puedes llegar al río. Por ahí puedes encontrar la felicidad… Los otros caminos, conócelos, pero no los uses, no los pises, por Dios…
      Y con esas locas imágenes en la cabeza, con esas palabras que me decía la joven que se tapaba el rostro… Me fui a la mesa y escribí lo siguiente:

            Aparición nocturna,
            amiga del paraíso,
            buscadora de los caminos perfectos,
            levanta la mano para observarte.
            Grita tu nombre para reconocerte.
            Aparición nocturna
            que te escondes a cada instante,
            separa las manos de tu rostro
            y enséñame el perfil que te envuelve.
            Déjame mirarte
            en esta noche que no acaba.
            Déjame mirarte
            en esta muerte que ya se acerca…

      Y yo, echaba mi cabeza para atrás, y cerraba los ojos, y suspendía el aliento, para volverte a ver… Pero todo se desplomaba, todo se lo llevaba el viento, todo se volvía nada…
      Cincuenta años es mucho tiempo. También, cincuenta años puede ser poco tiempo. Todo depende del momento en que se ve, en que se piensa. Si se trata de un nuevo amor es mucho tiempo. Si se trata de una gran guerra puede ser poco tiempo. Pero cuando se habla de lo nuestro, del trabajo de los creadores, de los que levantan los telones de la comedia, de los que ponen las luces de la tragedia, es difícil decir que es poco o es mucho tiempo… Aquí todo depende de la pasión de ese universo que hemos creado… También depende de la calidez y la calidad de los ojos que nos están viendo…
      “Paso a la vida”, aquí está. Con todas sus páginas con anotaciones de colores. Que si esta mujer dice sus cosas con facilidad o con honradez. Que si las dice fuerte, tan fuerte que se deben caer las paredes que nos rodean… Que si aquel actor debe trabajar más su memoria, porque cuando habla como que dice sus partes cayéndose de una cuerda floja…
      En fin, éste es el texto o el libreto… “Paso a la vida”, setenta y cuatro páginas, con todos los colores que se conocen, con todos los verbos que hemos inventado, con la magia de aquellos años, con la fantasía mezclada, con la realidad, con la locura de un escritor que quiere conquistar al mundo, con las razones y las sinrazones que siempre nos persiguen como fantasmas…Como sombras que están pegadas a nosotros…
      “Paso a la vida”. Esta es la obra, La celebración se centra en la vida efímera que surgió de aquí, de estos papeles casi amarillos, papeles que lloran, papeles que ríen.
     
      PAUSA. DANIEL BUSCA. ENCUENTRA UN DISCO. LO PONE EN LA VIEJA TORNAMESA. LA MUSICA SE ESCUCHA. SE TRATA DE LA SONATA PATETICA DE BEETHOVEN.
      DANIEL SE SIENTA EN EL SUELO. ABRE LOS BRAZOS. SE QUEDA INMOVIL.
      DESPUES DE UNA LARGA PAUSA, DANIEL SE INCORPORA.

DANIEL (ASOMANDOSE A LA NOCHE).- Parece que hay más estrellas. Parece que las que estaban escondidas se han animado a salir. Y esta oscuridad del cielo, con esas estrellas desparramadas, se parece a aquella noche… Esta oscuridad se parece a aquella larga noche…
      Veinte escritores competían. Una obra distinta cada noche. Se trataba del Festival de Primavera. Había cuatro premios a las mejores obras. También se daban reconocimientos a actores, actrices, escenógrafos, directores. La ciudad no era tan grande como ahora. Seríamos unos ocho millones. Casi la tercera parte de lo que somos ahora. La gente, en el mundo, era la misma. Guerras por aquí y guerras por allá, y todo, para proteger los intereses de unos cuantos.
      Bum-bum, parecen decir las estrellas, es una guerra que se inventa… Con la guerra la rabia se condensa, la rabia se satisface…

TOCAN A LA PUERTA. PARECE QUE ESTAN TOCANDO UN TAMBOR. DANIEL CAMINA HACIA LA PUERTA. ABRE. ENTRA ANTONIO. LLEVA EN LA MANO UNA BOTELLA.

DANIEL.- Hasta que llegaste. Ya era hora…

ANTONIO.- La ciudad está hecha un desastre. El tránsito patas arriba. No hay control. Todo es un caos.

DANIEL.- ¿Conseguiste el Oporto?

ANTONIO.- La bebida de los dioses. Pero hay que tomarla de poco en poco. Si se toma a lo loco no sirve de nada… Mira…

ANTONIO SACA DE SUS ROPAS DOS VASITOS PEQUEÑOS. LOS MUESTRA A DANIEL.

ANTONIO.- Un vasito diario.

DANIEL LE DA VUELTA AL DISCO. LA MUSICA SIGUE. ANTONIO DESCORCHA LA BOTELLA Y SIRVE LOS VASITOS. EXTIENDE UNO A DANIEL. BEBEN EL VINO.

   Termina el primer fragmento.


   Segundo fragmento: ‘Viaje sideral.”


NARRADOR I.- Dos jóvenes tuvieron la idea de hacer un viaje muy largo. Construyeron un avión de papel y cartón y se fueron volando…

NARRADOR II.- Llegaron así, después de una travesía muy accidentada, hasta la mitad de un desierto… Caminaron entonces y pudieron escuchar el sonido del viento…

TECNICO DE SONIDOS (DICIENDO EL TEXTO Y HACIENDO RUIDOS).- Ruido de viento…

NARRADOR I.- También escucharon los ruidos extraños de miles de insectos…

TECNICO DE SONIDOS.- Ruido de insectos…

NARRADOR II.- Y detrás de las montañas escucharon el canto de un pájaro misterioso…

TECNIDO DE SONIDOS.- Canto de un pájaro misterioso…

EXPLORADOR I.- ¿Y ahora qué vamos a hacer? Se nos está acabando la comida y casi no nos queda agua.

EXPLORADOR II.- Tenemos que resistir. Pronto vendrá un avión con provisiones…

EXPLORADOR I.- Pues yo tengo mucha hambre… Y también miedo…

NARRADOR I.- Los jóvenes exploradores estaban cansados y buscaron un lugar donde dormir.

NARRADOR II.- El sol se ocultó y aparecieron la luna y las estrellas.

NARRADOR I.- El viento ahora silbaba…

TECNICO DE SONIDOS.- Viento silbando…

NARRADOR II.- A lo lejos se escuchaba el aullido de un lobo… Era un aullido prolongado…

TECNICO DE SONIDOS.- Aullido de lobo.

EXPLORADOR II.- Pues yo me duermo… Ya no puedo más…

EXPLORADOR I.- Mañana será otro día… Mañana quizás todo cambiará…

NARRADOR I.- Los jóvenes se durmieron y tuvieron un sueño muy extraño…

NARRADOR II.- En el sueño, una nave especial se acercó a ellos…

TECNICO DE SONIDOS.- Ruido de nave especial.

      Termina el segundo fragmento.

     

Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Wednesday, November 20, 2013

UNDERSTANDING FLOWERS





By Ms. Dinorah


It is fascinating the way each and every person may contribute to our understanding of things. Without their examinations or insights, the notion of the object in question would be incomplete. Children, especially, have a lot to say when given the opportunity to do so. Their views are fresh and enlightening. The naturalness and freedom with which they associate ideas challenge even well-supported perceptions. Yesterday, during our sharing time, when students are invited to read their creative works out loud, I suggested that the audience asked one subject-related question to the reader. (Each second grader had written a poem about a particular noun –octopus, saxophone, drums, jaguar, flower…) So after reading her/his poem to the whole class, the writer would answer one question.
Many enquired for details, information, which motivated imaginative answers and refreshing considerations. One of the students asked, “So, then, what is a flower?” The question was inspired by a poem that expressed how the writer experienced the word flower, with regards to two adjectives of her choice, a memory, three creative comparisons entailing qualities like smell, color and form, the existence (or not) of a random attribute given by me (the teacher), and two actions beautifully developed in depth by the student herself. The question, “What is a flower?” left me out of breath. Not many people have the courage –or the brilliance- to ask that question despite the fact that they don’t have a clue about what a flower is scientifically, philosophically, artistically. In the best possible scenarios, they may have conformed to the description recorded in a Botany book, or perhaps, a dictionary. Not that a book description is wrong (although sometimes it does happen to be lifeless). I read a couple of definitions of flowers here and there, and they seemed very convincing, explaining that the flower is “the seed-bearing part of a plant” or a bloom. Some of the definitions included information that made me picture the flower as a reproductive machine.
Now here is what the little writer said, “A flower is a seed that grows, with petals and leaves.” Again I was amazed. My answer wouldn’t have been so accurate. I, and possibly many adults along with me, for that matter, might have spent a long, long time pondering why I had been asked that question, what the meaning behind it was, or what could happen if my answer was not right. In just a few poetic words, she captured the lively transformational essence of a flower. She didn’t say that the flower had seeds to be spread and multiplied. No, the flower itself, with petals and leaves, is a seed that grows… The more I teach my students, the more I want to learn from them. It is so illuminating the way children see, how they find their way through science and creative expression and the novelties they come up with. Without a second grader’s view of flowers, the book description and definition still are partial and incomplete.

Saturday, November 16, 2013

THE MESSAGE





By Ms. Dinorah


A friend of mine told me the other day I should at least write one blog a week. “Your site needs you,” my friend said. The question is…What am I going to write? Sometimes ideas come easily. Sometimes they don’t. Or, sometimes the ideas that do come are not the ones you would enjoy writing. As Joel Osteen says, “Be positive or be quiet.” Quietude may be very appropriate when you yourself recognize it as a vehicle for positivity. Assuming that positive ideas will come my way, I can make an effort and write down a few words. The question again is… What am I going to write?
There is more to writing than the message we wish to convey through words, like the sound of it, for example. What does your message sound like? What do your words sound like? I have discovered that sometimes it is a sound –I would call it a sound because It need not occur as a legible combination of words- what captures my heart. I could write about the song that has been playing in my head since yesterday. It made me smile and cry a little too. I could write about the book I am forcing myself to read, thus to imagine what its message sounds like. I could write about the peaceful view out my window, create a story, build two metaphors (his voice is my refuge, his love is my strength), express my feelings –sensations, awareness-, or wish him well.
I have no idea what to write. I guess I will try to write a sound, not a pretty one, a roar. When you have really nothing to say you start either roaring like a hungry animal or speaking in tongues through the Holy Spirit, or both. There were times, during trainings of physical theater in college, when you thought your body couldn’t resist training any longer, the professor said, “There, that is a moment of creation!” (And you just want to evaporate! But there is more to you than what you want). Your body starts acting on its own accord, or so you think, speaking in tongues through the Holy Spirit, or, again, both. This post is about producing a sound (imagine it with a strong Cuban accent if you can, almost incoherent), rather than a word, a combination of words, let alone making sense. Sometimes it’s just a bare sound what you need, a sound surpassing our own understanding, a flesh and blood feeling (I wonder if this could be possible to feel), a touch, a taste. The question is…What am I going to write?


Tuesday, November 12, 2013

GARABATO No. 31




      
Por Eduardo Rodríguez Solís


      Entre la Playa de Ipanema y la Laguna de Rodrigo de Freitas, en Río de Janeiro, Andrés se encontró un caracol azul que sonaba de muchas formas. A veces su ruido era de un mar tempestuoso, y a veces era de cascada tranquila. Pero los fines de semana soltaba sonidos diferentes.
      Los sábados llevaba la voz delgada de una soprano. Esos días, si escuchabas con atención, el caracol azul te regalaba canciones de amor. Y los domingos, te podías deleitar con una voz de tenor que cantaba aires absolutamente festivos.
      Pero un día, como que el cielo se cayó, y las aguas de la lluvia se volvieron torrentes. Todas las calles del pueblo de Andrés se inundaron y el agua turbia entró por las puertas, y el caracol azul, con sus ruidos diversos se fue con los ríos que entraban y salían.
      Entonces Andrés se puso triste. Ya no tenía su cuerno maravilloso, su caracol azul que tanto lo consolaba en sus horas de soledad.
      Cuando las aguas terminaron y todo se normalizó, gracias a los rezos de la gente (y no por los trabajos de las autoridades), Andrés se propuso localizar su caracol azul.
      Hizo un mapa de donde vivía y lo cuadriculó, numerando los espacios. Y empezó a buscar, minuciosamente, cuadro por cuadro.
      Y la vida de Andrés se iluminó. En el espacio 16, al remover unos pedazos de cartón, apareció lo que se le había perdido.
      Después de verificar la autenticidad del caracol azul, regresó a su casa.
      Grandes suspiros lanzó Andrés al escuchar, en sus siempre soledades, los sonidos del mar y las voces humanas.
      Y cuando Andrés ya no pudo seguir viviendo, y se le llevó al cementerio, llevaba entre sus manos a su caracol azul.
      --Esa fue su última voluntad –dijo una mujer vestida de negro.
      Extrañamente, quizás gracias a los sonidos de aquel cuerno maravilloso, el camposanto de ese pueblo se volvió, casi de la noche a la mañana, un jardín muy florido.
      El pueblo de Andrés, situado en la isla Bom Jesus, se volvió famoso por los tantos aromas y perfumes que salían de aquel jardín, casi conventual.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)