Thursday, August 29, 2013

GARABATO No. 21


Foto:  Jesús Alejandro




      Por Eduardo Rodríguez Solís


      En mi colección de discos de larga duración, que he ido comprando en tiendas de segunda, a un dólar la pieza, y a veces a cincuenta centavos, he redescubierto una obra extraordinaria… El compositor es Nicolai Rimsky-Korsakov, nacido en 1844.
      Manuel Valls Gorina, en su Diccionario de la Música, dice: Compositor y director de orquesta ruso. Es uno de los miembros más activos del Grupo de los Cinco. Se le puede considerar como el creador de la conciencia musical moderna de Rusia. Orquestó muchas obras de Borodin, Mussorgsky y otros. En el campo sinfónico son célebres sus obras Festival para la Pascua Rusa, Scherezade y Capricho Español.
      En 1907 terminó Rimsky-Korsakov su ópera El Gallo de Oro. Pero la obra se vio en escena hasta en 1909, cuando el compositor ya tenía un año de fallecido… Es que el gobierno había implantado un decreto donde se prohibía hacer públicas las obras de arte con contenido “crítico”.
      El libreto de la ópera fue escrito por Vladimir Bielsky, y está basado en un poema satírico de Pushkin.
      En el prólogo de la ópera, un viejo astrólogo dice que él mostrará al público un cuento que sucede en un país muy distante, en el tiempo y en el espacio.
      El rey Dodon, viejo, gordo y estúpido, está con su consejo de guerra. Hay muchos alegatos y un astrólogo aparece…
      Este personaje se presenta ante el rey con un ave mágica, de plumaje dorado. Este gallo predice el futuro y puede prevenir al rey de los ataques de los enemigos.
      En gratitud a este regalo, el rey Dodon promete al astrólogo lo que sea. Pero el astrólogo no piensa entonces en la recompensa.
      Después de una batalla, el rey regresa a su castillo, y viene con la reina Chimaka, quien es la más hermosa hija del Aire.
      Llega el rey triunfante, pero su felicidad se trunca porque el astrólogo quiere llevarse a la hermosa reina.
      El rey se enoja. Se discute mucho y hasta se sacan los sables para pelear. Entonces el gallo de oro ataca directamente al rey y la muerte, que no pide permiso, se presenta.
      La Suite El Gallo de Oro tiene cuatro partes. En la primera, vemos al rey Dodon en su palacio. En la segunda, el rey está en plena batalla. En la tercera, el rey Dodon está con la reina Chimaka. En la cuarta parte, suceden las fiestas nupciales y el lamentable fin del rey Dodon.
      Casi al final de esta obra, el astrólogo reaparece y dice que solamente él y la reina son reales, y que los otros personajes son imaginarios… Y previene a todos sobre el cumplimiento de las promesas.
      Rimsky-Korsakov es un compositor muy pasional. Es un gran organizador de sonidos. Su música es un reflejo absoluto de su alma nacionalista. Escuchando solamente su música uno, si es sensible, se conmueve. Y si uno asiste a un concierto donde se interpreta algo de él, uno puede experimentar un éxtasis grandioso.
      Y pensamos entonces en las promesas que hacemos en la vida… Y deseamos que no se quede todo en palabras, porque el viento se lleva todo… Mejor, que las promesas se vuelvan realidades, no vaya a ser que por ahí ande un gallo de oro… que castiga sin piedad.
      Mejor, que el gallo de oro observe solamente todas las aristas de nuestra compleja (a veces) existencia.
      Estos discos viejos que tengo son una belleza, por dentro y por fuera. En la portada de esta grabación, hay un grabado, hecho por Gosman, donde se ve una planta o un árbol que tiene, arriba, al gallo de oro, con las alas abiertas. Abajo, a la izquierda, se ve un personaje, con sable a la mano, y vestimenta medio cosaca. Pero no se sabe si es el rey o el astrólogo. A la derecha, también abajo, está un castillo, con torres y cúpulas puntiagudas.
      Con letras blancas está “The Golden Cockerel, Suite”. (Entre paréntesis está “Le Coq D’Or”).
      Ernest Ansermet dirige la Orquesta de la Suiza Romanda… Y en la grabación también se escucha “Capriccio Espagnol”.
      Juan Rulfo, escritor mexicano, alguna vez hizo un guión para el cine, donde participó el excelente actor Ignacio López Tarso. La película se llama El Gallo de Oro, y no es la misma fábula utilizada por Rimsky-Korsakov… No. En este caso, la historia cuenta las andanzas de un pobre campesino con su gallo de pelea, que siempre gana.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Monday, August 26, 2013

HOY MI DEBER ERA




Por Nara Mansur

De su poemario Un ejercicio al aire libre (2004)


Acudo a tu llamado por todas partes
lograste aplastar mi deseo
me invalidaste el absoluto nefasto deseo.
Acudo a tu llamada telefónica
con la turbación de siempre
la inutilidad de siempre
la del dolor congénito
la de la vida en el agua conyugal
la de la lengua en el silencio
por lo humano del agua corriente
el dolor, el calmante que alivia el dolor
espíritu infame de inquietud.
Estoy coja de alma inadaptada
muerta por la droga ingenua
aturdida por un nuevo mensaje de amor
muerta en vida, con las buenas costumbres de mi madre
con el olor de mi padre incrustado en mi espalda
mi hermano desempleado (la inteligencia sin salario)
los provincianos al poder
¿Cuál debe ser mi sacrificio?
¿Qué debo hacer para tener mi hospital, un museo, una prisión?
¿Cómo retener el sueño, un hijo, la rama dorada?



Nara Mansur es poeta, autora de textos para la escena y crítico teatral. Ha publicado los poemarios Mañana es cuando estoy despierta (2000) y Un ejercicio al aire libre (2004). Recibió el Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2011 por su cuaderno Manualidades así como el Premio de la Crítica Literaria 2011 por su libro Desdramatizándome. Cuatro poemas para el teatro. Sus textos Ignacio & María y Charlotte Corday. Poema dramático han sido llevados a escena por los grupos Teatro D’Dos y la Guerrilla del Golem. Actualmente es colaboradora del Estudio Teatral El Cuervo que dirige Pompeyo Audivert en Buenos Aires.

Friday, August 23, 2013

GARABATO No. 20

      



Por Eduardo Rodríguez Solís


      El viejito, que traía barba como de Santa Claus, que vestía con colores chillantes, que traía colgado al cuello un radio de transistores, de donde salían rumbas y guaguancós, a volumen medio, puso su costal de mercancías en el suelo y, después de respirar profundamente, empezó a hablar.
      Dijo que él, allá en Guantánamo, en Cuba, cuando era un niño, se ponía sus patines de ruedas metálicas, recién aceitadas, y se deslizaba en una calzada que subía y subía, hasta el final de una cuesta, y ahí daba la vuelta y se preparaba para bajar como un bólido.
      Entonces se enconchaba y se dejaba llevar por los vientos. Alcanzaba velocidades hasta de sesenta kilómetros por hora y, si volteaba para abajo, veía que de sus patines saltaban chispas esplendorosas.
      Cuando iba en esa bajada, a medio camino, se cruzaba siempre con una niña bonita, que llevaba una bicicleta Silver. Este vehículo de dos ruedas brillaba como el sol. Su tripulante, ante los ojos de todos, se pavoneaba, se sabía lucir, y hacía el zapa-zapa, como los africanos. Esa niña inquieta vivía en una casita de la calle Martí, esquina Paseo.
      En el momento que la niña volteaba su bici, y empezaba su descenso, el viejito, que entonces era un niño, imaginaba que la niña de la bicicleta Silver se volvía un pegaso, que era más que un caballo con alas. Y la veía elevarse hasta las nubes.
      Y se imaginaba que él, el niño de los patines de metal, iba trepado en ese caballo alado… Llegaban así a una especie de ranchito, donde se movían los polluelos de un gallinero, como si fueran bailarinas de ballet.
      Sabía bien ese niño que la niña de la bici Silver no corría en patines, porque alguna vez, tratando de hacerlo, rodó por los suelos… Los dos niños eran expertos en lo suyo de cada quien. El niño era una maravilla deslizándose en patines y la niña era muy docta manejando su bici Silver.
      A él le gustaba ver el vuelo de los pájaros y a ella le fascinaba observar la noche y sus estrellas.
      Tenían gustos diferentes… Y ese viejo, que en su costal traía corbatas y listones, dijo que una vez se fueron los dos niños al campo. Y que él se metió al río hasta hundirse totalmente, y que ella, la niña de la bici Silver, al estar bajo los árboles, sintió caer piedras del cielo… Hasta que los dos se dieron cuenta que eran aguacates maduros.
      El viejito, que se parecía a Santa Claus, nos dijo de pronto que ya era hora de seguir recolectando corbatas y listones… Entonces, impulsó el costal hacia sus espaldas, y dijo que se iba hasta detrás de las montañas.
      Cuando casi se perdía en el horizonte, todos los que ahí estábamos, vimos cómo el viejo volvió a ser niño, y lo observamos en sus patines de ruedas de metal… Y nos pusimos a pensar que detrás de ese horizonte andaba, en su bici Silver, la niña bonita que le había robado el corazón.
        


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Monday, August 19, 2013

AGUDAS, LLANAS Y ESDRÚJULAS






Amor: canción satisfacción decisión acción
imaginar París, papá, país, portón
perdonar, caminar
tiburón maní, comezón, medicación,
león lección rebelión
religión exclamación
oración, transición común
José fundó, Salomón salió,
Jesús caminó, llegó, derrumbó, construyó
pensará, volará, encontrará solución,
admiración, admisión, evaluación
mamá nació
bebé bebió
Julián mostró perfección, educación
confirmación
corazón. 


Cuaderno rosa, libro margarita, lápiz, dedo
delgado
seductora palabra maniobra,
estudiante hermano
amado
brazo rompecabezas sentado
mientras
abuela duerme
recuerdo agotado
calles, gatos, gallos, conejos blancos
infantiles
barcos impresos
camisetas zurcidas
torcidas, edificios altos torres dormidas
cristales mariposa
panales
pañales
paneles desplazados juegan juegos jugando gerundio
viajo, viaje abeja
vieja impresora
niña grabadora
papeles colores descansan sobre sillas
bajo sombrillas amarillas.


Diálogo, centímetro eléctrico
círculo didáctico, término,
código: oxígeno fantástico
comprárselo, médico
imágenes útiles, órdenes, cárceles
México
caótico
cómpralo
cerámica agrícola
sílaba cúspide tarántula
técnicas máquinas
lágrimas
fósforos números
matemática
triángulo rectángulo
vértice, cálculo
pirámide esdrújula geométrica
ángulo micrófono, teléfono
carátula
espátula
aritmética.


Wednesday, August 14, 2013

GARABATO No. 19




           

Por  Eduardo Rodríguez Solís


      Un poco al Norte de Tzintzuntzan, en Michoacán, vivía un niño llamado Salomón. Su padre era minero y su mamá tejía rebozos de colores. Él, cruzaba el río para ir a la escuela. Y le encantaba ir a esa institución escolar porque ahí aprendía de todo.
      Cuando terminaba la escuela, Salomón se iba bordeando el río, y a veces se encontraba cosas interesantes flotando en el agua. Así fue como llegó a sus manos un tomo de cuentos antiguos.
      Estaba todo mojado y hubo que dejarlo al sol varios días. Luego, hubo que presionar las páginas con unos ladrillos.
      Ese libro se volvió un amigo inseparable. Lo llevaba en su mochila, y cuando sonaba la campana de la escuela, y llegaba la hora de la salida, Salomón sabía que casi era hora de abrir su libro de cuentos.
      Caminaba, hasta llegar al río, donde se sentaba en una gran piedra lisa para leer su cuento.
      Y resulta que un día, cuando iba a media lectura de una historia, volteó hacia unas plantas y encontró algo un poco extraño.
      Era un hilo dorado que salía de la tierra.
      Jaló Salomón el cordel y le pareció que el hilo venía de muy abajo. Y jaló y jaló y el hilo dorado seguía saliendo.
      Entonces, empezó a hacer una bola con esa hilaza. Y la bola fue creciendo hasta volverse del tamaño de una pelota de béisbol.
      Con una navaja cortó el hilo y puso la pelota en una bolsa de su pantalón. Luego enroscó alrededor de una planta la porción del cordón dorado que quedó en el suelo.
      Ese día terminó de leer su cuento y se fue caminando a su casa.
      Cuando llegó, puso la bola de hilo sobre la mesa, cerca de la cocina.
      Al rato, su padre, el minero, dijo que esa hilaza era muy fina, y le preguntó a su hijo Salomón:
      --¿Dónde encontraste este cordón?
      Pero Salomón no dijo nada. Pensó que era mejor dejar todo en absoluto secreto.
      Acostado en su cama, abrió su libro de cuentos, y se dio cuenta que ahora tenía otros relatos.
      --Este es un libro mágico –dijo para sí.
      Pasaron varios días y las rutinas se repitieron, y el hilo dorado seguía saliendo de la tierra, y Salomón hacía otra bola del tamaño de una pelota de béisbol.
      Ahora, en un lugar escondido tenía una canasta con veinte bolas de hilo.
      Una noche su padre le dijo a Salomón que esa hilaza era de la China, y que era muy fuerte. Con ella se podía levantar, por ejemplo, un camión de carga lleno de piedras.
      --Cada una de tus bolas cuesta una fortuna. Ese hilo no se consigue en esta parte del planeta –dijo su padre.
      Luego supo que con veinte bolas de ese hilo dorado se podía comprar un automóvil nuevo.
      Entonces Salomón se fue a su escondite y trajo su canasta llena de bolas de hilo.
      --Si te interesa tener un auto nuevo, te regalo mis bolas de hilo –le dijo a su padre.
      Dos días después, el padre de Salomón estaba estrenando un Honda Fit color dorado. Se trataba de un automóvil de príncipes.
      Salomón siguió haciendo bolas de hilo dorado. Y en su lugar secreto ya tenía más de cien bolas.
      No terminaba de leer su libro de cuentos, pues el contenido variaba. Era, como sabemos, un libro bien mágico. Tenía historias de princesas tristes y había en sus páginas muchos dragones y gigantes.
      Era un libro que se leía con pasión, con entusiasmo. Estaba lleno de palabras justas, y había mucho orden en cada relato. Era un libro de reyes.
      Uno de los relatos estaba lleno de fantasía. Se contaba la historia de un niño que tenía una gran pecera llena de tortugas enanas.
      Esas tortugas se transformaban y se salían del agua. Eran entonces mariposas que volaban hacia arriba, hacia el cielo, donde había un estanque de agua fresca. Ahí, al acercarse las mariposas, se volvían de nuevo tortugas.
      Y ese relato no se movía de su libro. Otros cuentos cambiaban por arte de magia. Pero, extrañamente, ese relato de las tortugas siempre permanecía en el viejo libro.
      Dos años más tarde, cuando en su escondite tenía casi mil bolas de hilo dorado, sucedió lo que tenía que suceder.
      Al jalar el hilo dorado, Salomón sintió que ya no había que hacer mucha fuerza para sacar la hilaza.
      El niño sacó el último pedazo de hilo. Y en su punta final había un trozo de papel de China, que contenía una inscripción misteriosa hecha con caracteres orientales. Era un mensaje trazado en chino o en japonés.
      Salomón guardó el pedazo de papel de China y pensó en buscar un traductor.
      Y resulta que entre los compañeros del padre de Salomón había un chino. Era una persona muy reservada, que casi no hablaba.
      Ese hombre que se llamaba Chan Hui hizo la traducción del papel de China…
      “Este hilo lo hemos enterrado en la China. Lo vamos a deslizar con cuidado para ver si llega al otro lado del planeta. Es un hilo lleno de esperanza y de amor.”
      Una tarde lluviosa Salomón se subió a un cerro. Desde allá arriba pudo ver el pueblo completo de Tzintzuntzan. Buscó un pedazo de tierra plana y grabó con un palito la traducción del mensaje que le mandaron los chinos.
      Las palabras esperanza y amor las inscribió con letras mayúsculas.



 Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Sunday, August 11, 2013

"EVERY HUMAN BEING IS AN ARTIST"



The Art of Trenise
TGF Hair Salon, Walmart # 1040



“Every human being is an artist”
Joseph Beuys


Joseph Beuys and Allan Kaprow infused real energy, the energy of real-life events, into their works. One may say that for these creators, art had the same value as any other occurrence like breathing, walking, sweeping the floor. Both of them saw an artistic potential in the ordinary aspects of life, filling their materials with the poetry, dynamism, and emotions of the unexpected, the unlikely, while inviting the casual viewer, or even the curator in the case of Beuys, to become an active participant in the elaborations/interpretations of the works. In this sense, life and art were approached as an indivisible unity generating rhythms of existence, gestures, forces that create harmony and balance, as well as revelatory marks that restore liveliness and sensations.
According to Mark Rosenthal, Beuys’s primary job as an artist was to encourage notions of a better world, inspired by the idealist context of the mid-1960s (13). He developed a project of transgression and resurrection, using organic materials like animal fat to create his flexible sculptures. He saw in art the opportunity to stage elements of life that have spiritual and intellectual implications but that are not considered conventionally attractive. Rosenthal comments that Beuys thought of a sculpture as a reusable resource, mutable as life itself (25). Terms like energy, movement, and action nurtured his work, allowing the commonplace to be transformed into the extraordinary and poetic (57). The artist frequently explored “the wound” in his art, a term connected with illnesses of all kinds, incursions in a body, openings into the ground, and emotional scars and suffering (Rosenthal 68). Sometimes his works served as healing centers that evoked trust in chance events and faith. Rosenthal argues that Beuys “created situations in which warmth and therapeutic healing could take place through revitalizing energy and change” (75). Death as a means of channeling consciousness was another of Beuys’s favorite topics, seen in his constant treatment of disintegrating materials. His sculptural work has been termed Postminimalism because of his use of industrially derived materials with unconventional substances and his meaningful approach to geometry (Rosenthal 99).
Kaprow also worked on moving away from the specialized zones of art toward the particular places and occasions of everyday life (Kelley xii). As Jeff Kelley affirms, he was interested in the meanings of life and all his writings consisted of philosophical inquiries about the nature of experience (xiii). Kaprow identified five models of communication that include situations, operations, structures, feedback and learning (xvi). For him, the notion of forms had to do with mental imprints projected upon the world as metaphors of our mentality, which were to be useful only by opening up to innocence, humor and spontaneity (xxii). In one of his articles, Kaprow writes that we must be acrobats (not critics) to properly grasp the impact of Jackson Pollock’s work since his paintings seem to have a “fascinating simplicity and directness” (5-7). Kaprow described the happenings as events that happen, although they appear to go nowhere, do not make any particular literary point and have no structured beginning, middle or end (16). Their form is open-ended and fluid, gathering a number of essential and intense occurrences in natural surroundings. The element of chance, as in the case of the surrealists, occupies an important position in the happenings. As Kaprow argues, “chance is a deliberately employed mode of operating that penetrates the whole composition and its character,” becoming the vehicle to the spontaneous and implying risk and fear (19). In this regard, the happenings reveal a spirit that is passive in its acceptance of what may occur and affirmative in its disregard of security (Kaprow 21).
There is no distinction between the happenings and the daily life. Happenings use materials that come from life, are dispersed, variable and independent of the convention of continuity, avoid form theories associated with the arts, are not rehearsed, and exercise no control over audiences. Essentially, the happenings provide a platform, where “the artist” takes the risk of becoming a human being. 
 


Artists/Writers Consulted:


Z)   Beuys               
©)  Kaprow               
)   Kelley                 
2)   Rosenthal           
a)   Trenise               


Sunday, August 4, 2013

GARABATO No. 18


Foto: Jesús Alejandro




      Por Eduardo Rodríguez Solís


      Este Joaquín Salgado, que es el personaje del cuento de hoy, una vez se llenó de fortuna. Tenía años de buscar en el suelo, en la basura, en cualquier lado, algo que los niños tiran a la basura cuando hay aburrición. Ese algo eran cochecitos de metal con ruedas de hule, que eran copias exactas, a escala, de automóviles de muchos modelos.
      En un ropero viejo que le había dado su abuelo ponía sus minúsculos tesoros. Y ahí, señoras y señores, había de todo. Cadillac, Ford, Mercury, Studebaker, Volvo, Fiat, de todo, y de todos colores.
      Y el día de la fortuna llegó… Alguien tocó en su ventana. Era un hombrecillo muy pequeño que parecía árabe. Vestía todo de rosa y su turbante era muy hermoso.
      --Soy el Señor de la Fortuna –dijo el pequeño ser.
      Vinieron entonces los discursos y las explicaciones, y Joaquín Salgado se dio cuenta que este fantástico ser era un mago bueno. Hacía que las cosas se volvieran de verdad.
      Este hombre de la fantasía que se llamaba Racarraca, sacaba un alfiler dorado que traía en su turbante, y con ese instrumento tocaba algo, y ese algo cobraba vida.
      Un oso de peluche se volvió de verdad, y lo tuvieron que llevar al zoológico. Una casita de plástico, que pusieron en un parque, al lado de unos árboles, se volvió una bonita casa de dos pisos, que luego fue regalada a una familia que dormía en la calle. De un avión de madera se hizo un potente avión de dos turbinas, y muchos niños se pudieron ir a Disneylandia.
      Pero lo increíble de esta historia empezó cuando Racarraca descubrió el gran tesoro de Joaquín Salgado.
      --Con estos coches te vas a volver famoso –dijo Racarraca.
      Y tomó un Cadillac, que sacó a la calle. Luego, empuñó su alfiler dorado y el coche creció hasta volverse una belleza de vehículo.
      Después del milagro, la gente se acercó y muchos querían comprar el dichoso coche.
      Acto seguido, se repetía la acción con otros cochecitos y la gente (la gente que no tiene nada que hacer) se acercaba y casi se mataba por el nuevo automóvil.
      Fue entonces cuando Joaquín Salgado y Racarraca se fueron a un terreno abandonado y ahí le dieron vida a otros cochecitos. Y pusieron un letrero muy grande: “Los mejores autos usados.”
      Luego elevaron globos llenos de gas y toda la gente se dio cuenta que había llegado la hora de adquirir un auto diferente. Porque ahí, en ese negocio de autos usados, había de todo… Porsches, Mercedes Benz, Ferrari, y hasta limosinas largas y elegantes.
      Ah, pero los dineros se guardaron en el banco, separando, siempre, un cincuenta por ciento de las tremendas utilidades. Esta parte se repartía en las noches. Y las puertas de la gente que apenas si vivía amanecían con una lata de conservas vacía, repleta de billetes de veinte.
      Joaquín Salgado decía que su acción era semejante a todo lo que hacía Robin Hood, un asaltante inglés que robaba a los ricos, y que repartía parte de sus ganancias entre los pobres.
      Racarraca le decía a cada rato: “Joaquín, amigo del alma, te vas a hacer famoso y te vas a ganar un lugar en el cielo.” Joaquín cerraba los ojos y al rato ya estaba sumergido en un sueño profundo… Estaba entre nubes, vestido todo de blanco… Ya no vivía la existencia nuestra, estaba en otra esfera, en otro mundo…
      Y sí, cuando Joaquín Salgado dejó de existir entre nosotros, se fue directo al cielo. Bueno, eso me dijeron los ángeles, que lo saben todo.
      Racarraca desapareció del mapa y los niños aburridos siguieron tirando cochecitos a la basura. Y, claro, los coleccionistas de esos juguetes siguieron con esa vieja tradición de llenar los roperos de los abuelos… Pero ya no hubo alfileres dorados que transformaban la realidad.



 Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Thursday, August 1, 2013

ANTINOSTALGIA






Por José Manuel Domínguez


Yo no sé de nostalgia
no puedo hablar de ella ni sé lo que se siente
solo cuento y enumero, cuento los cuentos y las cuentas, saco el dinero
lo dejo en la mesa y hago inventario de cosas prácticas que me caracterizan
la nostalgia no cuenta, no está, no aparece
estoy borrado de recuerdos
de gente fiel que me recuerda pero que no recuerdo
de gente que me pide que no olvide, que piense en todo aquello que no significa
nada
y sigo sacando cuentas
contabilizo la estupidez del mundo y de los que sueñan
los testarados y los testarudos, los testaduras y los testablandas
los que no se han acabado de formar, los que no sienten que el fuego
del recuerdo quema
me admiran los que aman en silencio y los que hablan cuando aman
me admiro de que amen, de que puedan, de que hablen de la nostalgia en mi mesa
yo lo he quemado todo, dedicatorias, ficciones y recuerdos
convertí las cenizas en fórmulas que cuadran
en silencios elocuentes y documentados
en instagramas de lo quemado
para no equivocarme nunca, porque no arriesgo nada
yo que no soy nada ni nadie, solo esta suma y esta resta
este algoritmo inteligente, este código de mentiras encriptadas
este ordenador de ideas perfectamente alineadas
de donde a veces por descuido, se escapa un suspiro involuntario
una emoción espúrea parecida a la nostalgia
o un poema que repite lo que otros ya dijeron.



José Manuel Domínguez es director de teatro, poeta y narrador. Estudió dirección y actuación en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Se estableció en Miami, Florida, en el año 2000. Le acompañan en su vida dos mujeres extraordinarias: su esposa Marángeli y su mamá Loli, así como su perro Sombra.