Tuesday, July 12, 2011

AMAR COMO A SÍ MISMO: CRÓNICA DE HUMOR



Por Eduardo M. Barrios, S.J.

           Si hay algún precepto ético archiconocido es aquél de “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22,39), un mandamiento tan conocido como inobservado. En general, los humanos nos valemos de un doble rasero a la hora de valorar a las personas: nos mostramos severos con los demás, mientras que abusamos practicando la indulgencia y benevolencia en nosotros mismos. Eso se nota al comparar nuestros defectos físicos, psicológicos y morales con los del prójimo. Detallemos:



I. CULTURA FÍSICA

1) Si el espejo o la ropa me dicen que ando sobrepasado de libras, quizás me diga que estoy robusto o envueltico en carnes. Pero al que pesa tanto como yo, lo designo como obeso, bola ‘e grasa, regordete o gordiflón.
2) Si, por el contrario, me encuentro enflaquecido por debajo de la media, me diré esbelto, en buena forma, o que estoy en la línea. Pero al vecino que exhibe tan triste figura como la mía, lo calificaré de alfeñique, suspiro, güin o alambrito.
3) Si al peinarme le doy poco trabajo al peine, admiraré mi frente despejada. Pero si la cabeza de mi amigo se parece a la mía, la tildo de bola de billar, o lo llamo coco pelao.
4) Si mis rasgos faciales carecen de armonía, me consuelo pensando que “el hombre y el oso mientras más feo más hermoso”. Pero de mis semejantes poco agraciados digo que le meten miedo al susto, que son más feos que el pecado, o engendros que sólo una madre podría amar.
5) Si mi estatura supera los seis pies, me considero espigado. Pero al que es más alto de la cuenta, lo llamo vara de tumbar gatos, palma real, o digo que es más largo que el mes de Mayo.
6) Si no llego a los cinco pies de altura me califico como proporcionado. Pero del prójimo bajito digo que es chaparro, patato o tapón de bañadera.
7) Si algún día no visito la ducha, simplemente “volé el turno”. Pero si otro no se ha bañado, ya lo considero bola ‘e churre, o incluso hediondo.


II. A NIVEL PSICOLÓGICO

1) Si soy muy callado, alabo mi prudencia, humildad y reserva. Pero si otro habla poco, diré que es más cerrado que una ostra, que es tímido, hermético, taciturno y acomplejado.
2) Si al final del día he pronunciado miles de palabras, quedo satisfecho de mi carácter social y comunicativo. Pero si alguien ha enunciado tantas palabras como yo, entonces es que habla hasta por los codos, padece de verborrea, no deja hablar a los demás, no hay quien lo aguante.
3) Si no compro nada ni invito a nadie a nada, soy buen administrador. Pero quienes gastan tan poco como yo, ésos tienen el codo duro, son tacaños, ratones, miserables.
4) Si gasto mucho dinero es porque soy espléndido y generoso. Pero el que gasta igual que yo es manirroto, botarate y comprador compulsivo.
5) Si nunca pierdo una discusión es por firmeza de principios. Pero si otro nunca cede, entonces es terco, cabeciduro, intransigente y contumaz.
6) Si ofendo al hablar, me llamo franco o sincero. Pero si otro también dice lo primero que se lo ocurre, entonces es imprudente, desconsiderado e inoportuno.


III. PRINCIPIOS ÉTICOS

1) Si estando casados, tenemos una relación con mujer ajena, quizás piense que sólo fue “una cana al aire”, pero si un amigo cae en lo mismo, entonces lo llamamos por su nombre, es decir, infiel y adúltero.
2) Si preferimos no contar las cosas tal y como sucedieron, decimos que nos gusta adornar la verdad. Pero si otro hace lo mismo, lo calificamos de embustero, inventor, mendaz y charlatán.
3) Si a uno se le pegan cosas, dinero por ejemplo, en el centro de trabajo, justificamos nuestras acciones diciendo que hay que defenderse, que no se puede ser bobo, o tal vez que se trata de una justa compensación por lo poco que nos pagan. Pero si un compañero se comporta de igual manera, entonces es un gato, un corrupto, un ladronazo, abusador, y malversador.
4) Si hablo mal de los demás es sólo por practicar la crítica constructiva. Pero si otros hacen lo mismo, ya son chismosos, criticones y hasta calumniadores.
De lo dicho se colige que los humanos gozamos de una capacidad de autoengaño infinita, y que la caridad fraterna no se nos revela muy fácilmente.



Eduardo Barrios es escritor y sacerdote de la orden jesuita. Ha trabajado como consejero en el Colegio de Belén y celebrado misas en varias parroquias de la ciudad de Miami. Actualmente oficia en St. Raymond Catholic Church en Coral Gables y escribe artículos controversiales para El Nuevo Herald. (ebarriossj@gmail.com)

           

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