Thursday, March 20, 2014

GARABATO No. 52

Foto: Marangeli Franco


Por Eduardo Rodríguez Solís


      La gente y todos los animales decían que ellos eran pájaros “sin chiste”. No tenían colores alegres y parecían parte de la tierra. Eran color beige o color gris. Y andaban volando, siempre, cerca de territorios prohibidos.
      Ahí, principalmente, merodeaban pájaros azules y cardenales. Ahí no entraban bichos raros. Y mucho menos pájaros color beige o color gris.
      Ese lugar era –según azules y cardenales—sitio exclusivo de alados de alta alcurnia. La “pelusa”, o sea los de color beige y los grises, no estaban a su altura.
      Y resulta que un día, la gente que habitaba este territorio tuvo la feliz idea de colocar un poste de metal muy alto, con una casa de diseño “pagoda”, con doce espacios para “que los pájaros empollen a sus anchas”.
      Y la “pelusa” (los de color beige y los grises) se dio cuenta de este suceso, y una pareja de estos pajaritos tuvo la original idea de poner el letrero “sold” (vendido) en una de las aberturas.
      Y los azules y los rojos (los cardenales) empezaron con la tarea de preparar los nidos, pero no se metieron en la abertura que tenía el letrero “sold”.
      Entonces, la pareja de pájaros indeseables, que eran de cuna absolutamente “pelusa”, se pusieron en las crestas unas plumas rojas y azules, que encontraron por ahí tiradas. Y así se disfrazaron para no ser molestados por azules y cardenales.
      La “pelusa” macho se quedaba en la entrada de su casita, mientras la hembra volaba en busca de ramitas o lodo. Y luego, se intercambiaban la tarea, y la hembra se quedaba de vigilante.
      Y llegó la hora de la nueva vida y todos (los de alcurnia y los de no alcurnia) se pusieron a empollar.
      Poco después nacieron los pajaritos y los intrusos hicieron que sus hijos llevaran una pluma azul o roja en la cabeza.
      Pero un día vino una tormenta que movía los árboles y la pagoda, con sus casitas, se balanceaba de lo lindo… Y los rojos y los azules se quedaron sin plumas, y de su piel salieron plumas color beige y color gris.
      Fue entonces cuando ese mundo de las alcurnias y de la “pelusa” se volvió un solo mundo extremadamente feliz y perfecto.



Foto: Marangeli Franco


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


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