Wednesday, November 5, 2014

GARABATO No. 88


 

   

Por Eduardo Rodríguez Solís


      Un niño avienta con fuerza una piedra y rompe el vidrio de una ventana.
      Un hombre gordo sale a ver qué pasa y, al descubrir al chamaco, corre detrás de él. Pero el infante le gana la carrera y se trepa hábilmente en un árbol inmenso.
      El niño brinca de rama en rama y va subiendo, hasta llegar a lo más alto del árbol.
      El hombre gordo, con algo de torpeza, se trepa a las primeras ramas del ahuehuete, pero pierde el equilibrio y se va volando hacia el suelo.
      El niño, desde arriba, observa la escena, y el hombre gordo parece como muerto.
      Cuando llega la noche y empieza el frío, el niño desciende del ahuehuete y se percata que el hombre gordo está vivo.
      Despavorido, el chamaco corre a su casa, y al rato viene cargando una cobija que extiende sobre el cuerpo del hombre gordo.
      --Ojalá y no se muera –dice para sí el niño.
      Pero el hombre gordo no se muere. Pasa la noche bien calientito
      Y, bien temprano, el hombre gordo anda de casa en casa, mostrando la cobija “salvadora”. Quiere saber quién se ha apiadado de él.
      Hasta que llega a la casa del niño “que rompe ventanas”.
      La madre, que está haciendo de comer, identifica la cobija como suya… El padre está cortando leña… Y el “famoso rompedor de ventanas” va llegando a la casa cargando dos cubetas llenas de agua.
      Los dos hombres hablan y, como no hay dinero para pagar el vidrio roto, se conviene que el chamaco vaya tres veces a cortar las yerbas malas que salen alrededor de la casa de la ventana rota.
      Y, de mala gana, el niño empieza a pagar su castigo.
      Y resulta que un día, el dueño de la casa de la ventana rota, andando por el bosque, se cae en una trampa para osos, y no puede salirse.
      Grita y grita y nadie le hace caso. Hasta que el chamaco rompedor de ventanas se da cuenta del accidente.
      Y con dos cuerdas amarradas como escalera, el hombre gordo puede salir del tremendo hoyanco.
      Entonces la deuda del castigo es borrada, y hasta el chamaco recibe quince reales adicionales como recompensa.
      Con ese dinero, el niño le compra un vestido azul a su mamá, y al papá le toca un sombrero de lona para la lluvia y el sol.
      Y el chamaco sigue con su juego de romper ventanas. Pero ese juego lo practica ahora sólo en sueños y en ensueños.
      Ganas le dan al niño de romperle todo lo que fuera al hombre gordo, pero quiere mantenerse al margen.
      --Ahora, gracias a los cielos, soy un niño educado y buena gente –se dice el chamaco, mientras ve el vuelo de los pájaros.
      El hombre gordo decide volver su casa un sitio más oscuro, donde no entra el sol, y esto lo hace “por si las moscas”.
      Y parece que el hombre gordo vive en el corazón del pueblo grande, donde quien tiene ventanas a las calles, paga impuestos por la libertad de ver lo verde de la natura. Y todo “por si las moscas”, y por no querer dar dineros a los gobernantes.
      Hace el hombre gordo pedazos los marcos de la única ventana y hace trizas rectángulos de vidrio. Y con ladrillos rojos, recién cocidos, y con buen cemento, tapa bien ese hueco.
      Y unos días después de esto alguien tiene la feliz idea de inventar un acto de protesta. Con pintura negra, y con trazos bien definidos, se hace sobre lo que era el hueco de la ventana, una estrella doble y la palabra “bum”.
      Y esta locura se queda por secula seculorum (para siempre) en la casa del hombre gordo.
      Y hasta se llega a conocer esa casa como “La casa de la estrella”.

 
 
Eduardo Rodríguez Solís (México D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picadoSobre los orígenes del hombreDoncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


     

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