Friday, October 11, 2013

GARABATO No. 26


Foto: Jesús Alejandro

     
Por Eduardo Rodríguez Solís


      Suena la campana.
      El muchacho llega arrastrando un baúl de viaje, que tiene muchas etiquetas de hoteles, líneas aéreas y trasatlánticos.
      Pone al centro de un amplio espacio su “cofre del tesoro”, como él mismo denomina.
      Da un brinco y se sienta arriba de la tapa y deja ver su cara. Ahí se nota tristeza y aburrimiento.
      Ha caminado muchos días y no sabe cuándo va a terminar su “aventura mundana”.
      Cierra los ojos con fuerza y brotan de sus ojos algunas lágrimas. Las gotas saladas resbalan por sus mejillas.
      Mira hacia todos los horizontes y bosteza. Quiere quizás caer en un ensueño interminable. Pero no puede.
      Del cielo cae una piedra del tamaño de una pelota de tenis. Es azul y parece objeto sacado del mar.
      El muchacho se baja del baúl y recoge la piedra. La sopesa, la avienta para arriba y la atrapa al vuelo.
      La huele, la lame, buscando algún sabor agradable, pero después cae en su estado de melancolía. Entrecierra los ojos. No se siente bien.
      Se impulsa y se vuelve a subir a la tapa del baúl.
      Se pone la piedra azul cerca de una de sus orejas, y parece que escucha algo. Son quizás sonidos del mar. No se sabe. Pero hay una sonrisa en sus labios. Algo está pasando.
      El muchacho avienta lejos la piedra azul, y la sigue en su vuelo.
      Ahora se baja del baúl y, con algo de dificultad, abre la tapa. Mete su cabeza. Busca algo. Y saca un sombrero de caballero andante. Se lo pone y camina con mucho garbo.
      Marcha por todos lados, sintiéndose importante, pero pierde el equilibrio y se cae. Llora en silencio y avienta su sombrero dentro del baúl, y cierra estrepitosamente la tapa.
      Brinca y se sienta encima del baúl.
      El muchacho se enconcha y trata de dormir, pero se le hace muy difícil acomodarse. La tapa del baúl tiene muchas molduras que molestan.
      De pronto, un pájaro de papel desciende del cielo. Va amarrado de un hilo casi transparente.
      El muchacho se baja del baúl. Quiere que ese pájaro de papel sea suyo. Entonces se acuerda de algo y va hacia el baúl y abre la tapa.
      Mete la cabeza. Busca, y al rato saca de ahí una jaula.
      Muestra al pájaro de papel la jaula, y el pájaro de papel se va hacia arriba y desaparece.
      Entonces el muchacho arroja la jaula dentro del baúl y cierra la tapa. Luego, se sienta en el suelo y se recarga en el baúl.
      Se pone a llorar y se levanta. Arrastra su cofre del tesoro y se pierde en las penumbras.
      Se va cantando una balada desconocida.
      Suena la campana.     
     


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

1 comment:

  1. Eduardo aqui esta su cuento teatral, gracias por compartirlo :)

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