Friday, September 14, 2012

VARIACIONES PARA UNA PAVANA



Jesus F. Contreras (1866-1902): Malgré Tout
Museo Nacional de Arte, México D.F.
Foto: Alejandro Linares García
 
 
Por Eduardo Rodríguez Solís


      La ciudad de México es el escenario. El hombre que cuenta la historia suele caminar por los senderos de un parque lleno de esculturas. Toca el mármol, la piedra o el bronce de algunas figuras y saluda siempre a una mujer desnuda, encadenada, tirada en el suelo, medio enconchada. Esta obra es de Jesús F. Contreras. Se llama “Malgré tout”. Hace tiempo, el original de mármol estaba a la vista de todos, pero, por el vandalismo de los idiotas, ahora se exhibe una versión en bronce. El escultor casi terminó la obra con la mano izquierda, porque sufría de un cáncer en el brazo derecho. Luego, vino la fatal amputación…
      Y a otra cosa, mariposa…
      En un día lluvioso, nuestro personaje enciende la computadora y encuentra en un fantástico blog un texto que se intitula “Have I told you lately…?”
      Reflexiona al ver la ilustración y lee unas palabras escritas por una “infanta”. La pequeña escritora se llama Aura o Aurora.
      Ahí se leen algunas frases sueltas…
      “Una princesa está en su Castillo. Las nubes son blancas. El árbol de flores está precioso. El príncipe se quiere casar. Ella se llama Lola. Ellos hicieron el pastel. Ellos tuvieron una fiesta.”
      Nuestro personaje, impresionado por las palabras y los verbos, recuerda entonces una pieza para piano, de Maurice Ravel, quien compuso el famoso “Bolero”.
      Corre el año 1899, y el compositor francés escribe la bella pieza para piano y la intitula “Pavana para una infanta difunta”. El célebre músico tiene veinticuatro años.
      La obra para piano es muy tersa y transparente. Es quizás algo de lo mejor de este compositor.
      Nuestro personaje toma lápiz y papel y escribe. (Está inspirado y casi se viste de poeta.)
      En los laberintos hermosos hechos por tantos árboles, y que están alrededor de un viejo castillo, vive una pequeña princesa llamada Dolores Fuertes del Corazón.
      Ella está enamorada de los animales y las flores que siempre están ahí, y que le dan mucho bienestar.
      Pero en el fondo de su alma, muy adentro de ella, en un rinconcito de su ser, se descubre una tristeza extrema.
      Es que a la princesa Dolores Fuertes del Corazón le falta algo. Pero ella no entiende lo que le sucede.
      Hasta que una noche de luna brillante, baja del cielo un ángel de color plateado, que trae consigo un laúd, y viene tocando una bella melodía.
      Un pájaro cardenal que vuela con rapidez le comunica a la princesa Dolores Fuertes del Corazón, que la música que ha traído el ángel es francesa. Y el mismo animal alado le extiende a la niña una bandera con tres rectángulos de color. El azul es la tristeza, el blanco representa la paz, y el rojo, la vida misma.
      La princesa mueve la bandera por todos lados, y ve, al final de un camino, que unos hombres a caballo se acercan a su castillo.
      Ahí viene el príncipe de otra comarca.
      Entonces, sucede que las miradas de los jóvenes se cruzan y nace un enamoramiento intenso, casi sobrenatural.
      Ahora, nuestro personaje, que sigue escribiendo, nos dice que la boda fue todo un acontecimiento, y que hubo pastel para aventar hacia arriba.
      Historias de príncipes que suenan como la “Pavana para una infanta difunta”, de Maurice Ravel.
      Historias tristes y desamparadas, porque el amor ha construido una vida nueva, porque gracias a las palabras de una “infanta”, hubo inspiración suficiente para un relato.
      Para finalizar, nuestro personaje, sumergiéndose en una enciclopedia, descubre que Maurice Ravel, el compositor francés, conoció a una mujer hermosa, que se llamaba Aurora, como la pequeña “infanta” del principio de este cuento. Extrañas casualidades.
     Otro día, el creador de la historia sobre la princesa Dolores Fuertes del Corazón, camina por el parque de siempre, y un viejo que está sentado en una banca del Hemiciclo a Benito Juárez, le dice que en ese lugar hubo un impresionante quiosco morisco, que fue desarmado, pieza por pieza, y colocado después en la Alameda de Santa María.
      --Se necesitaba un espacio grande para el monumento a Juárez –dice el viejo.
      --Y usted, que lo sabe todo –dice nuestro personaje--, ¿dónde están los álamos?
      El viejo dice que los álamos no se dieron en ninguna alameda. Pero los nombres quedaron así: Alameda Central y Alameda de Santa María.
      --¿Y qué me dice de la escultura de la mujer encadenada, que está en el suelo? –dice nuestro personaje.
      El viejo habla de las virtudes de don Jesús F. Contreras, el escultor. Dice que siendo él mismo un experto en vaciado, una vez ayudó al escultor que hizo el Cuauhtémoc que está en avenida Reforma, y el bronce sin fundir se le derramó en uno de sus pies y le hizo tremendo agujero.
      --Casi perdió un pie y luego perdió un brazo –dice.
      --Primero el bronce derretido y luego el cáncer que no se cura –agrega nuestro personaje.
      Luego el viejo dice que la Alameda Central tiene muchas historias.
      --Todas esas fuentes, alguna vez estuvieron llenas de ponche de frutas y aguardiente –recuerda el viejo--. Un gobernante hizo eso para que el pueblo, que no tiene nada, gozara con los disfrutes de Baco. Eran las fiestas de la Independencia.
      --¿Y es cierto que en una fuente se encontró a un borracho ahogado? –pregunta nuestro personaje.
      --Totalmente cierto.
      Apoyándose en su bastón el viejo se levanta y se va perdiendo entre los árboles.
      Nuestro personaje, busca un buen pedazo de tierra, y, con la ayuda de una varita, dibuja a la princesa Dolores Fuertes del Corazón. Ella está de pie, junto a su castillo.
      Mientras hace esto, escucha a una banda militar. Con fuerza, con mucho sentimiento, los músicos interpretan una versión de la “Pavana para una infanta difunta”.


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)           

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