Thursday, December 22, 2011

HAY QUE SABER PISAR FUERTE





Por Eduardo Rodríguez Solís


      Este era un perro tremendo que, cuando joven, era una calamidad… Se llamaba Heliotropo… Lo encontró una vez un poeta y le tuvo que dar de comer… Pero no lo metía a su casa, porque el pobre escritor vivía con su madre, una viejita que casi no se movía, en un departamento de dos recámaras, que estaba en la planta baja de un edificio, en una Unidad Habitacional que el gobierno construyó para gente de escasos recursos.
      El poeta le daba buena comida al perro… Y el animal lo esperaba todos los días, bien temprano, en el portón del edificio… Salía el escritor con la comida del perro y luego esparcía semillas de girasol a unas palomas que andaban por ahí… Y ese perro y esas palomas siempre estaban esperando ese maná que les daba la vida… El perro estaba en la puerta y las palomas se mostraban nerviosas en la parte superior del edificio…Salía el poeta y el perro movía la cola, y una lluvia de palomas aparecía.
      Una vez, una amiga del poeta dijo que necesitaba con urgencia un perro grande para cuidar su casa. En su barrio elegante, al Sur de la ciudad, estaban robando… Y había que protegerse…
      Entonces pensó en el famoso can… La amiga del poeta estuvo observando al animal por unos días y consideró que era el perro ideal para su casa… Y un día que agarran a Heliotropo y que lo meten al carrito VW de la amiga, y que se lo llevan para el Sur de la ciudad…
      Al llegar, el poeta saca jabón, extiende una manguera y baña al perro callejero.
      La primera noche que pasó el animal en aquella casa parecía inspirada en una película de terror… El perro se la pasó auuu, auuu, auuu… Aullando como un poseído… Y la amiga del poeta casi se colgaba de una lámpara…
      La segunda noche no hubo aullidos… Pero Heliotropo estaba provocando un sismo permanente, que hacía que todo se moviera en esa casa… Los vasos y las copas estaban haciendo tilín-tilín… El canijo can estaba haciendo unos hoyos tremendos alrededor de la casa… como si quisiera llegar al centro de la Tierra…
      Al cabo de tres días, el perro excavó al pie de la cerca de la casa, se deslizó hacia afuera y se fue a perseguir a unas perritas french poodle, blancas, que vivían enfrente… Y las acorraló en un rincón, y les hizo el amor apasionadamente… El perro gozaba en silencio y las perritas aullaban como Magdalenas…
      Pero un milagro ocurrió en la vida de la amiga del poeta… Una mariposa llegó volando y el perro se quedó embobado… Se volvió un perro decente, que ya no aullaba y ya no hacía excavaciones y ya no correteaba perritas indefensas…
      Y cada vez que aparecía una mariposa, sucedía lo mismo.
      Un día, el perro y una mariposa tuvieron una extraña conversación.
      --Todos los días son iguales, pero si hay una mariposa, la cosa cambia –dijo Heliotropo.
      --Pues yo creo que una mariposa es un animal común y corriente –dijo la mariposa, que se llamaba Dolores.
      Heliotropo hizo una pausa, y Dolores se paró en una de sus orejas… Se veía muy gracioso el perro… Parecía como un can condecorado… Parecía que había regresado de la guerra y acababa de recibir un nuevo grado militar… Había dejado de ser sargento para convertirse en teniente coronel…
      Heliotropo caminó muy derecho… Exhibiendo su linda mariposa…
      Dolores dijo: --Para nosotras, las mariposas, la vida es muy corta…
      Y resulta que la amiga del poeta tenía un hijo que estudiaba cinematografía… Estaba a punto de diplomarse, pero tenía que hacer una película corta… Necesitaba un buen argumento y, desde luego, actores… Se había pasado muchas noches en vela, buscando, arañando su mente… Hasta que un foco se iluminó como el Gran Faro de Alejandría… En su película iba a contar la historia de un perro que se enamoraba de una mariposa… Y el hijo de la amiga del poeta le echó el ojo a Heliotropo, el perro callejero.
      El perro, disgustado con la situación, decidió huir…
      --Hay que irse a la montaña –dijo Heliotropo.
      --Yo voy contigo –dijo Dolores, la mariposa.
      Y una noche que había tormenta se fueron de la casa… El perro corría desaforado y la mariposa, iba colgada debajo de su peludo cuerpo, protegiéndose así de la lluvia… Cruzaron caminos enlodados y llegaron hasta la cima de la montaña, que se llamaba Pico del Águila, porque tenía una roca con esa forma.
      Se metieron entre varias rocas y se refugiaron en un túnel donde dormía un gato montés… El felino los recibió de buena gana… Les hizo un hueco entre la paja, y ahí pasaron la noche. Heliotropo durmió como piedra y Dolores, la mariposa, tuvo un sueño.
      Iba volando cerca de un bosque, y otras mariposas le salieron al paso. Y se la llevaron hasta donde estaba la reina de ese lugar: Una mariposa con las alas doradas, que se llamaba Soideoro…
      Pero a Dolores no le gustaba ese reino, donde todos tenían cara de tristeza, y la reina, Soideoro, gritaba y daba muchas órdenes, como si fuera un general del ejército.
      Incómoda, Dolores trataba de salirse del sueño, pero le resultaba imposible… Las puertas de la ilusión eran de metal muy duro… Y el que entraba ahí, no salía… Dolores se puso a llorar…
      Y los agudos gemidos de su dolor llegaron hasta el nido de un pájaro carpintero…que se puso en posición de alerta, y se dio cuenta de dónde venía el lamento… El ave voló con rapidez y llegó cerca de donde estaba la mariposa Dolores.
      --Si quieres salirte del sueño –dijo el pájaro carpintero a la mariposa--, agárrate con fuerza a mi cuello… Yo volaré y podremos romper la barrera de los sueños…
       Y así lo hicieron. Salieron del sueño, y el pájaro carpintero y la mariposa tomaron caminos distintos. El ave su fue volando rumbo a lo desconocido y la mariposa Dolores se quedó cerca de un hueco, mirando las estrellas.
      Al día siguiente, nevó desde muy temprano en el Pico del Águila… Y se tuvo que desalojar el lugar. El perro junto a la mariposa volvió a la casa de la amiga del poeta.
      Le pusieron a Heliotropo un collar, con cadena… Y se lo llevaron hasta un rancho, cerca de San Juan del Río. Ahí se iba a hacer la filmación… Dolores, la mariposa, no se despegaba del perro…
      Empezó el rodaje de la película. Heliotropo iba corriendo entre los árboles. Buscaba algo. Y a veces ladraba, como pidiendo ayuda… Y llegaba finalmente a un santuario de mariposas, pero Heliotropo no encontraba a su amada Dolores… Y daba vueltas y vueltas, en círculo muy cerrado, y casi se mordía la cola…
      Hombres y mujeres corrían hacia él y le arrojaban piedras. Quizás lo querían matar… La gente era mala… Y no quería a los animales.
      Pero la mariposa añorada aparecía. Era Dolores… Volaba abriendo las alas alrededor del perro.
      Entonces la cámara se encargaba de transmitir que el perro amaba a la mariposa… pero solamente a esa mariposa, a través de un close-up de ambos animales, y luego la cámara volteaba hacia el cielo, dejando ver las nubes.
      La filmación terminó y todos aplaudían. El perro y la mariposa habían resultado ser muy buenos actores. La película, una vez editada, tendría un final feliz… El realizador recibiría su diploma, y luego iría a Hollywood a tomar un curso avanzado.
      --Estoy cansado –dijo el perro.
      --Nos han puesto a sudar –dijo la mariposa.
      Subieron al techo de la casa para ver las estrellas. Había mucha claridad en el cielo y hasta se veían pequeños cometas.
      --Son luces que nos quieren saludar –dijo la mariposa.
      --No son luces. Son estrellas fugaces. Se mueven velozmente –dijo el perro.
      Y como observaban el cielo, no se dieron cuenta que había bajado de las galaxias un viejo que vestía de color verde.
      --He venido a verlos –dijo el viejo.
      --¿Y quién es usted? –preguntó la mariposa.
      --Soy la esperanza de vida –dijo el viejo.
      Representaba la suma de todos los ángeles de la guarda… Los que han viajado por el mundo… Los que han trabajado y los que todavía no entraban en acción… Porque hay ángeles que ya hicieron lo suyo, y otros a quienes les falta hacer su tarea…
      Y el viejo que vestía de verde les dijo que la vida nos dejaba ir por muchos caminos. Y que los ángeles, o más bien, el ángel que se nos ha asignado cuida de que no vayamos a tropezar con alguna piedra… Porque los caminos tienen muchas piedras… Y hay que saber caminar.
      La mariposa y el perro se miraron, y acordaron respetar las indicaciones del ángel.
      --Experimentarán una vida rebosante –dijo el viejo.
      El viento sopló por el lugar, y el viejo se fue al cielo. Los animales se quedaron solos…
      La amiga del poeta salió de su casa a caminar por el jardín. Llevaba un libro grueso y leyó en voz alta…
      “La melancolía que a veces ataca, es producto de la inseguridad que tenemos. Si logramos equilibrar nuestras fuerzas interiores, esa enfermedad moderna se desmorona. Hay que saber pisar fuerte. Si lo hacemos con debilidad nos volvemos esclavos de los que tienen un poco más de fuerza. Cerremos los ojos y pensemos en los que se han ido… Y que nos den todos lo bueno que fueron… Necesitamos de estas medicinas. Y si no podemos hacerlo nosotros, ahí están los dioses… Ellos ayudan…”
      La amiga del poeta cerró el libro. Suspiró varias veces…
      Luego, arrastró sus pies descalzos, los humedeció en la fuente del jardín, y regresó a la casa.
      --Estaremos juntos –dijo el perro.
      --La compañía siempre es buena –dijo la mariposa.
      --¿Sabes? Si te vas y me dejas solo… Me voy a saber comportar… No haré locuras… Tendré que ser un perro decente –dijo el perro.
      ---Más te vale –dijo la mariposa Dolores, mientras se elevaba alejándose en la noche oscura.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

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