Thursday, September 11, 2014

GARABATO No. 80



 
 
 
Por Eduardo Rodríguez Solís
 

      A Margarita Cabañas, muchachita que vivía sola, en un departamentito de una recámara, le sucedió algo de verdad extraño.
      Andaba caminando en las afueras de la Catedral Metropolitana, de la ciudad de México, cuando, de no se sabe dónde, le cayó una piedrita, envuelta en un papel.
      En la hojita color rosado había un mensaje, con algunas faltas de ortografía.
      “Cualquier savado, si te asomas por la rendija circular de piedra, en la fuente de la Catedral, biendo hacia el Sur, ciendo las siete de la mañana, descubrirás una luz roja en el orizonte. Si lo haces, ese día tendrás una zorpresa.”
      Margarita Cabañas leyó varias veces el mensaje, y se dijo:
      --Hoy es jueves, y al sábado vengo por aquí.
      Luego, buscó una hoja para escribir las palabras equivocadas del extraño mensaje.
      Y encontró en el suelo, un volante con publicidad de un candidato a Senador. El hombre se llamaba Cándido Perfecto Gutiérrez y era una buena opción de un Partido Ecologista.
      Sacó de su morral oaxaqueño un lápiz de otro partido político, y tirándose al suelo, escribió detrás del volante de Cándido Perfecto…
 
      Mal escrito                                   Bien escrito
      savado                                           sábado
      biendo                                            viendo
      ciendo                                            siendo
      orizonte                                          horizonte
      zorpresa                                         sorpresa

      Luego, dobló su apunte y lo puso en el morral, al lado del mensaje de la luz roja.
      Llegó el esperado sábado y la Margarita Cabañas se fue corriendo hasta la Catedral. Llegó hasta la fuente y esperó la hora de la luz roja.
      Y cuando sonaron las campanadas de la misa de siete, ella, la Margarita Cabañas, ya estaba mirando a través de la rendija de piedra.
      Enseguida apareció la luz roja… Y el alma y el espíritu de la jovencita se calmaron.
      Luego, se salió del atrio de la Catedral y empezó a caminar, atravesando el gran zócalo, pasando el asta central, con su bandera verde, blanco y colorado, hasta llegar a unos portales. Ahí, volteó a todos lados, y nada pasaba.
      Pero, albricias, alguien le tocaba la espalda. Era un payaso vestido de muchos colores.
      Este artista del circo (zapatos enormes, nariz roja de bola, peluca de estambre color naranja) le hizo una caravana muy graciosa, y le extendió un plato de plástico, con una buena rebanada de pay de queso.
      --Hum –dijo Margarita Cabañas--. Este pay está muy sabroso. Es el mejor pay que he probado en toda mi vida.
      La jovencita terminó su pastel y quiso platicar con el payaso, pero el payaso ya había desaparecido.
      Una semana después. Margarita Cabañas quiso repetir la historia, y ahí estaba, frente a la rendija de piedra, antes de las siete de la mañana.
      Y apareció la luz roja, como se esperaba.
      Luego vino una caminata que se prolongó hasta la Alameda Central. Y ahí, el lado de un busto de Beethoven, un mimo, con su carita pintada de blanco, apareció.
      El mimo dio varias maromas, y se volvió una caja de cartón, con un letrero que decía: “Para ti. Y sólo para ti.”
      Margarita Cabañas se llevó la caja a su casa que, como sabemos, era un departamentito casi de juguete, y ahí abrió su regalo.
      Era un libro mágico, que te decía lo que iba a pasar mañana. Era un libro fabuloso.
      Amaneció el domingo y salió Margarita Cabañas a la calle, llevando en su morral su libro mágico.
      En una esquina se encontró con una viejita que vivía en su mismo edificio.
      Esta señora estaba a punto de comprar un billete de lotería que terminaba en nueve. Pero Margarita le dijo: “Espere, doña Inés”…
      Y luego de consultar su libro, aconsejó a la vecina comprar un billete que terminara en dos.
      Y resulta, amigos lectores, que la viejita, al día siguiente, se sacó la lotería.
      Una semana después, la joven Margarita se fue de nuevo a la Catedral… Y resulta que unos albañiles habían derrumbado la fuente, porque ahí se iba a hacer un monumento a las palomas de la Catedral.
      Entonces Margarita Cabañas ya no volvió a ver la bonita luz roja… Y no lo necesitaba. A ella le bastaba con ser dueña del libro que predecía las cosas de la vida.
      Era un libro de pastas doradas, con más de cinco mil páginas, que lo decían todo.
      El universo completo estaba ahí inscrito.
      Pero ese libro que te decía lo que iba a pasar mañana, tenía sus asegunes… Sólo podía ser leído por el dueño en turno… Y el dueño en turno era Margarita Cabañas.
      Cuando alguien extraño trataba de leer sus páginas, éstas se volvían totalmente blancas…
      La verdadera verdad de nuestro futuro sólo la conocía Margarita Cabañas.
      Sólo ella decía esto es azul o esto es rojo…
      Así estaban las cosas…

 
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picadoSobre los orígenes del hombreDoncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

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