Sunday, June 8, 2014

GARABATO No. 64


 

 

      Por Eduardo Rodríguez Solís
 

      Ardilla Ludivina era un animalito que se alimentaba con semillas. Era una elegante ardilla que vivía sola (o acompañada de su sombra). Tenía una cola esponjada que, al estar hacia arriba, se veía desde cualquier punto distante.
      Guardaba comida para los tiempos difíciles. Y su alacena estaba debajo de una gran roca de río.
      Corría con rapidez y podía ser muy buena para los trancazos. Entonces, y sólo entonces, parecía discípula de Cassius Clay.
      Pero un día su vida cambió. Es que el amor se había hecho presente.
      Un conejo blanco era el culpable de esa nueva vida.
      Pero los dos animalitos (la ardilla y el conejo)  se cuestionaron sobre los efectos de la cigüeña… Si tenían un hijo, ¿iba a tener las orejas grandes y la cola esponjada? Terrible interrogante.
      Pero gracias a los cielos, el regalo de la vida vino por partida doble. Y en el nido que se había hecho se depositaron dos seres. Un conejo y una ardilla.
      El conejito se alimentó siempre con semillas de girasol y la ardilla lo hizo con zanahorias tiernitas.
      Ardilla Ludivina, la mamá de las criaturas, abrió un camino que empezaba al principio del arco iris y terminaba al final. Ahí jugarían sus babies.
      El conejo blanco, el papá, sembró muchos árboles para tener sombra en los calurosos veranos.
      Y los padres de las criaturas reclutaron a una escuadra de pájaros azules, para cuidar a los niños… Y contrataron al viejo búho del bosque como maestro de las primeras letras.
      Pasó el tiempo, y la cigüeña hizo otras visitas, siempre con regalo doble… Es que el mundo de estos animales tenía un equilibrio perfecto.

 
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picadoSobre los orígenes del hombreDoncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
 
 

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