Saturday, June 16, 2012

EL DIOS MAYA







    Por Eduardo Rodríguez Solís   


      Se iba moviendo lentamente, haciendo eses en la tierra, en el pasto, entre las piedritas… Iba buscando algo nuevo en la vida… Quería acabar con la rutina absurda de todos los días…
      Encogiéndose y estirándose, se movilizaba… Era su única forma… Eso es lo que hacían las víboras, indefensas o venenosas… Pero ella, la víbora de nuestro cuento, no sabía si era buena o maligna… Nadie se lo había dicho… Nadie se lo había aclarado…
      Ella era gris, y cerca de su cabeza tenía unos puntitos morados… Podía asegurar que era la única víbora de su clase… Nunca había visto otra como ella… De verdad…
      Comía insectos y hojas de ciertos arbustos. Y procuraba escoger bien sus alimentos… Sabía que había insectos y plantas que contenían veneno… Pero quién le iba a decir qué era bueno y qué era malo…
      Creía en el dios que había organizado el mundo. Pero no sabía dónde estaba esta deidad, y no sabía su nombre… Le gustaba toda la música, pero prefería la barroca. Y conocía bien a Vivaldi porque el dueño del jardín donde nació tenía muchos discos del gran compositor, que se escuchaban a todas horas…
      Ese día quería llegar a las ruinas de un templo prehispánico. Quería llenar sus ojos de aquella arquitectura maya, tan exacta y perfecta. Quería oler esas piedras ancestrales, que alguna vez formaron parte de la ciudad… Por eso iba haciendo eses en el suelo… Y avanzaba y avanzaba…
      Cuando el verde tenue de las plantas se tornó verde brillante, se dio cuenta de que había llegado al templo maya.
      --Ya estamos aquí –se dijo la víbora.
      Escuchó entonces tambores y flautas de madera. Y en su mente aparecieron bellas bailarinas vestidas de blanco. Todas daban vueltas alrededor de un paño rojo, que representaba la sangre de los héroes caídos… La guerra había concluido y era imprescindible honrar a los valientes defensores del pueblo maya.
      De un montículo, bajó una mujer que tenía incrustaciones de oro en el rostro. La dama era muy delgada y vestía de color durazno. Mientras bajaba los escalones, se movía lentamente, con paso resuelto y seguro.
      --La hora de la verdad ha llegado –gritó la mujer.
      Las otras bailarinas desaparecieron y el ojo público pudo deleitarse en la mujer de incrustaciones de oro.
      Tambores y flautas trasmitían sus lamentos, y voces femeninas se dejaron escuchar… Las palabras resultaban ininteligibles, pero se sabía que los versos reflejaban el carácter de la batalla recién finalizada.
      De un momento a otro, la visión de la ceremonia se esfumó… No quedó nada… Todo se lo llevó el viento...
      La víbora volteó para todos lados… No había nadie… Ella era el único ser viviente, además de los insectos y pájaros que volaban por aquí y por allá…
      La víbora notó que alguien la estaba observando… Alguien que se movía lentamente y en silencio… Era una tortuga de agua dulce… Una tortuga apache que tenía rayas rojas a los lados de la cabeza…
      --Este es mi lugar –dijo la tortuga.
      --También es el mío, porque aquí estoy –dijo la víbora.
      --No entiendes mis palabras –dijo la tortuga--. Cuando digo que éste es mi lugar, estoy diciendo que yo soy la dueña y señora de este lugar… ¿Entiendes?
      La víbora no dijo nada… Simplemente, dio la media vuelta, y se fue retirando… Había que buscar otro lugar…
      --Oye, pero no te vayas… No me dejes sola –dijo la tortuga.
      Se miraron de frente y se hicieron amigas, y se fueron hasta detrás de un muro, donde había un estanque de aguas claras… La tortuga mostró sus habilidades como clavadista, zambulléndose hasta el fondo del estanque… Después de una pausa, salió a la superficie… Y trajo consigo una especie de mariposa, de un material parecido al plástico…
      --Esto es para ti –dijo la tortuga.
      Era una parte de su concha… Una capa que parecía transparente.
      --¿Y para qué me sirve eso? –preguntó la víbora.
      La tortuga dijo que con su capa podía llegar al cielo. Y comentó que las mariposas transparentes son como llaves para entrar al Paraíso. Y dijo que una tortuga apache, como ella, producía muchas mariposas transparentes…
      --Una mariposa transparente se produce con el cambio de piel… como ocurre con las tarántulas o serpientes –dijo la tortuga.
      Las amigas fueron al observatorio maya donde había más de un millar de orificios, gracias a los cuales se podía disfrutar de las estrellas.
      --Magia –dijo la tortuga--. Hay que descubrir la senda perfecta… Si no es posible, nos desmoronamos… Sólo la paciencia nos puede ayudar a equilibrar las fuerzas…
      La víbora pensó que el capa-racho de una tortuga era como un taller donde se fabricaban llaves para entrar al Paraíso… Cada mariposa desprendida se convertía en una llave, hecha de la secreción de la tortuga…  Y el capa-racho o concha era como el papier maché que usan los artesanos con frecuencia… Varias capas de papel periódico engomadas formando una capa resistente.
      --¿En qué piensas? –preguntó la tortuga.
      --En las mariposas transparentes –dijo la víbora.
      Y se quedaron ahí hasta que llegó la noche. Querían observar las estrellas… La luna, un poco amarilla y el reflejo de su conejo desaparecido.
      A las doce de la noche, cuando todo estaba muy tranquilo y sólo se escuchaba el canto lánguido de un grillo, vieron, a través de uno de los orificios del observatorio, una luz que se acercaba a la Tierra… Una masa extraña que crecía…
      La figura celestial resultó ser un hombre con dos cabezas. Era el dios Chal-Kal, el dios maya del conocimiento… Llegaba a la Tierra ataviado con bellas ropas… Sin comitiva de ninguna especie.
      Chal-Kal dijo que venía, como siempre, en son de paz… Que no había que tener miedo…El dios Chal-Kal había decidido visitar la Tierra…
      Y compartió su leyenda. En el gran estadio de los dioses mayas existía una gran preocupación porque el mundo estaba virado al revés. Chal-Kal recibió la orden de sanear los espíritus de la gente y los animales…
      Chal-Kal poseía la sabiduría necesaria para arreglar mundos descompuestos.
      Había nacido de una piedra que se mojó con la lluvia, y su corazón y sus entrañas eran duros como roca… Según la leyenda, Chal-Kal era la medicina ideal que necesitaba este mundo virado al revés.
      De pronto, todo se oscureció para dar paso a un eclipse lunar. La oscuridad se extendía, reina absoluta, eterna, de la noche… Todo quedó en silencio… Los grillos dejaron de cantar…
      Poco a poco, la luna recuperó su color… Y Chal-Kal abrió los brazos y pensó en voz alta, con sus dos cabezas…
      Con la cabeza que apuntaba al Sur pensó en el estadio de dioses mayas, ubicado en el cielo. Y pudo ver los perfiles de dioses menores y mayores… La mayoría aparecían coronados… Con la cabeza que apuntaba al Norte, vio al pueblo que exterminaba una civilización antigua, tragada por el olvido…
      Con las dos cabezas, pensó que las almas buenas existían y comunicó su parecer a la víbora y a la tortuga…
      Los dos animales se acercaron al dios Chal-Kal y cerraron los ojos, esperando una caricia…
      Y la caricia llegó… Porque se necesitaba… La mano caliente del dios Chal-Kal acarició la piel de la víbora y tocó con suavidad el capa-racho de la tortuga…
      El dios Chal-Kal voló de regreso a su lejano estadio. Y los dos animales se quedaron observando el fantástico fenómeno… Chal-Kal se volvió un cometa, y el cometa se mezcló con las estrellas…la luna adquirió una roja tonalidad.
      Para entonces, ya la víbora se había alejado del templo prehispánico y prometido que regresaría a menudo… Y esto le gustó a la tortuga… Ambas criaturas habían construido una amistad que duraría para siempre… En el camino, la víbora vio cosas que no había visto antes… El regalo de la amistad parecía revelarle la forma secreta de los árboles, dragones, caballos alados, montañas, divinidades.
      Y el camino no le pareció tan largo, gracias a que iba entretenida observando las formas furtivas.
      La tortuga, hacedora de llaves paradisíacas, descubrió que su estanque de aguas claras había crecido, y que podía ver, con toda claridad, las rayas rojas que la validaban como apache… Podía distinguirse claramente en el espejo de agua…
      El pequeño mundo de la víbora y la tortuga cambió. Su encuentro con Chal-Kal devino en el elíxir mágico que ayudó a los animales a luchar contra la melancolía, una enfermedad que se había extendido peligrosamente… El agua del dios era bendita… Absolutamente bendita…
      Los eclipses desaparecieron y los astros del firmamento dialogaban en armonía al compás de vientos benignos… Del pasado se tomaba lo bueno y del presente se escogía lo más sano.
      Las mariposas transparentes continuaban fabricándose… Eran necesarias… La gran chapa del portón que protegía al Paraíso no podía abrirse sola.
     Toda criatura interesada en conseguir una mariposa transparente, tenía que ir al estanque de las aguas claras a pedirle un ejemplar a la tortuga apache. No había otro camino.


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

No comments:

Post a Comment