Saturday, May 12, 2012

CARGAMENTO VALIOSO





Por Eduardo Rodríguez Solís


      El caracol decía que él había caminado ya todos los senderos. Y que le había dado la vuelta al mundo… Pero nadie le creía, y todos pensaban que ese caracol era pura saliva, pura palabra…
      Sin embargo contaba sus historias y siempre había algunos que escuchaban aquellas fantasías… Es que ese caracol era todo un actor, o todo un poeta, y hacía con sus palabras como tejidos de estambre que atrapaban a cualquiera…
      Así cayó en sus redes una gallina que no ponía huevos.
      Esta gallina vivía en un rancho productor de huevo. Y a ella, aunque no ponía huevos, se le permitía vivir ahí porque era buena contadora de cuentos… Y sus historias agradaban a otras tantas gallinas que andaban por ahí.
      Sus historias eran fantásticas. Y las repetía siempre porque así se lo reclamaban.
      Había una leyenda que contaba y contaba, y que tenía múltiples variantes. Esta historia que nunca se contaba igual, hablaba de una princesa que tenía un perico muy inteligente… El ave se llamaba Paco… Siempre estaba sentado en una barrita de hierro, en uno de los ventanales de una torre del castillo de la princesa… Y cuando se acercaba un hombre al castillo, Paco gritaba, como poseído: “Ese buey que va llegando es una flor.” Y si quien se acercaba era una dama: “Esa que está llegando es cualquier cosa”.
      Un día, un conde que visitaba a la princesa, enojado por el insulto del perico, le dio a éste unos pedazos de lechuga con muchas gotas de arsénico… Y el perico, por poco se nos muere… Pero, gracias a los santos de los pájaros, siguió viviendo, como si nada.
      El perico se vengó del conde… Y un cuervo, amigo del perico, un día que llegaba el conde al castillo, se le lanzó como avión de caza, y le tasajeó uno de sus ojos… Y el pobre conde, al perder uno de sus ojos, se quedó viendo en dos dimensiones…
     La gallina estaba embobada con la personalidad del caracol, que también era un contador de cuentos… Y se puso a pensar que su sabiduría iba a crecer al estar cerca de aquel caracol.
      Pero el caracol no quería descubrir su secreto. Sus cuentos eran sus cuentos...
      --Si la gallina quiere narrar como yo, que se vaya a la universidad –dijo el caracol.
      Un día, fueron juntos hasta donde había una enorme caída de agua… Y vieron un espectáculo sublime… Estuvieron en silencio viendo cómo caían las aguas, y experimentaron, ¿por qué no?, cierta gloria.
      Ahí, en una caverna, que estaba detrás de la caída de agua, encontraron a un hombre viejo que tenía una barba muy larga. Estaba sentado frente a una mesa llena de libros, muy entretenido. Se le notaba por sus ojos, por la tensión que se retrataba en sus manos, hasta por su cabello…
      Leía unos sonetos de Shakespeare… El lenguaje escrito era difícil, casi no se entendía… Pero el viejito decía que la poesía no se necesita entender… “Sólo hay que escuchar y disfrutar”, dijo el hombre viejo.
      Había mucha gente y animales que escribían poesía… Pero no toda la poesía era auténtica… Había que saber escoger…
      En un momento, la gallina le preguntó al caracol sobre Shakespeare. Ella no tenía idea quién era ese hombre, y qué tantas cosas había escrito… El caracol contestó con mucha seguridad, y hasta se atrevió a decir en voz alta algunos parlamentos de “Romeo y Julieta”. La gallina estaba admirada…
      --¿Me vas a enseñar el camino? –preguntó la gallina, cuando ya estaban fuera de la caverna.
      --El camino es fácil de localizar. Poco a poco lo encontrarás –dijo el caracol.
      Pero ella lo que buscaba era la fórmula secreta para narrar historias. Ella no necesitaba “caminar” sino que le dijeran cómo lograr historias fabulosas…
      --Ya el seso se me acabó –dijo la gallina--. Ya no sé qué decir.
      El caracol se decidió, y habló con la verdad… Dijo que la solución estaba en la lectura… Que había que leer mucho… Pero que cada libro había que leerlo dos veces… La primera, para entender la historia… Y la segunda, para ver cómo estaba escrita esa historia…
      La gallina entonces le dijo al caracol, que su problema, si así estaban las cosas, era que ella no podía leer, porque necesitaba anteojos.
      --Me pongo ante un libro y lo veo todo borroso –dijo la gallina.
      Se fueron a visitar al conejo, que era el mejor oculista de esa región… Y el Doctor Zanahoria, que así se llamaba, examinó a la gallina y se dio cuenta que la gallina no necesitaba anteojos… Lo que necesitaba era una buena limpieza… pues la tierra del rancho le había empañado las pupilas…
      Sacó entonces el Doctor Zanahoria, un gotero y un frasco con aguas de rosas… Le dejó caer un par de gotas en los ojos y luego le extendió un libro para que leyera en voz alta… Y la gallina leyó perfectamente, sin cometer errores…
      Quisieron pagarle sus honorarios al Doctor Zanahoria, pero el conejo no quiso recibir un solo centavo… Y dijo que a él le gustaba ayudar a la gente y a los animales…
      Fueron después a una biblioteca pública. La gallina se registró, y recibió su credencial para poder sacar libros, y llevárselos a su casa…     
      Salieron arrastrando dos costales llenos de libros. Iban felices con su cargamento valioso.
      La gallina leyó una semana, día y noche… Y descubrió muchas formas de decir las cosas… un tesoro de nuevas ideas… Y esta fue la primera historia que escribió:
       “Hace mil años, en una ciudad toda pintada de rojo, vivía una gallina que no podía poner huevos. Esta gallina era muy simpática y siempre contaba historias fabulosas.
      “Tenía un amigo, un caracol, cuentero de corazón… Este caracol un día invitó a la gallinita a ir a ver una cascada… Detrás del gran torrente de agua, había una cueva donde vivía un viejo medio sabio… Este viejo les regaló una gran caja dorada.
      “Se llevaron el regalo a la casa de la gallina, y ahí lo abrieron…dentro de la caja dorada encontraron una caja azul…
      “Y dentro, una caja roja…
      “Y dentro, una caja amarilla…
      “Y dentro, una caja morada…
      “Y dentro, una caja negra…
      “Y dentro, una caja rosada…
      “Y dentro, una caja gris…
      “Y dentro, una nota que decía: Vayan a la montaña nevada, donde flota la bandera verde. Allí encontrarán otra sorpresa…
      “Al día siguiente, caminaron hacia la montaña de la bandera verde, y encontraron una caja azul…
      “Y dentro, una de color naranja…
      “Y dentro, una blanca...
      “Y dentro, una café…
      “Y dentro, una color crema…
      “Y dentro, una sorpresa…
      “Dos muñecos de peluche: una gallina que quería ser un caracol, y un caracol que quería ser una gallina…
      “Los dos muñecos salieron caminando, muy campantes. La gallina de peluche tropezó con una piedra, y dio tres vueltas en el aire… Al caer, se convirtió en un tigre…
      “El caracol tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se transformó en araña…
      “El tigre tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se trocó en un elefante…
      “La araña tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se transfiguró en un chango…
      “El chango se subió al elefante, quien se fue corriendo al encuentro de una multitud de hombres, mujeres y niños…
      “El elefante, con chango a la espalda, se abrió paso y se trepó a la canasta de un globo que estaba a punto de elevarse, piloteado por un niño de diez años…
      “El globo ascendió… Y el elefante, y el chango, y el niño bailaban, cantaban…
      “Llegaron a la luna, y allí construyeron una casa…
      “Pero una noche, un viento terrible arrastró la casa que voló a Tierra…de vuelta…
      “A un pueblo que se llama Tzintzuntzan, que está a orillas de un lago… Un sacerdote purépecha les dijo que los iba a ayudar a recuperar su verdadera identidad, con polvos mágicos…
      “Entonces el niño tomó lápiz y papel para escribir la fábula...una docena de hojas dispersas en el viento”.
      Cuando la gallina terminó de leer, el caracol aplaudió con dos enormes platos de cobre…Una banda de músicos tocó la Marcha de Zacatecas… Del cielo cayeron serpentinas y confeti…Los oyentes se aventaban entre sí, cascarones de huevo rellenos de harina de diversos colores…
      Cuando vino la noche y todo estuvo en paz, el caracol y la gallina se fueron a descansar… El caracol se metió en su cuevita y la gallina se fue al rancho…
      En sus sueños, tuvieron visiones muy extrañas… El caracol soñó que estaba en un rancho rodeado de gallinas… Y la gallina, que estaba dándole la vuelta al mundo…


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

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