Paulina, pequeña mariposa |
Por Enrique Alarcón Parada
En el
lado izquierdo de mi casa hay un gran terreno arbolado, con diferentes tipos de
árboles, las flores no se ven sobre el pasto verde. Sobre el tepozán, me
platica mi vecina Amira, la dueña: “Estos árboles abundan por todo el cerro del
Ajusco, son una plaga que a nadie beneficia, sólo destrozan bardas, con sus
grandes raíces, y, en ellos se desarrolla una gran cantidad de insectos”. Yo le
sugerí que por qué no talábamos el tepozán que está junto a mi barda, ya que
sus ramas habían invadido mi jardín y me tiraba en éste, infinidad de hojas y
toda clase de bichos… Ella estuvo de acuerdo, y el tronco del tepozán fue
cortado, se le clavaron varios clavos para que ya no volviera a crecer. Mi
jardín florido quedó libre de plagas y hojas.
Pasaron los meses y el tronco del tepozán empezó a reverdecer, sus ramas
escalaban el espacio aéreo, rumbo al cielo, como tratando de alcanzar las
nubes. Al año de haber sido cortado, podía vérsele otra vez totalmente cubierto
de ramas de hojas verdes. Yo empezaba a enfurecer, porque seguramente volvería
a invadir mi propiedad… Para mi sorpresa, al poco tiempo, sus tiernas hojas
empezaron a secarse, primero las de unas ramas y después el resto de ellas.
Exclamé satisfecho, cuando el árbol quedó completamente moribundo: “¡Por fin el
tepozán se está secando!”
Con los
fuertes vientos del mes de junio, empezaron a aparecer varios gusanos en mi
jardín. Sí, tienen razón, el arbolito había sido consumido por una plaga de
gusanos. Desde la ventana de mi recámara pude advertir que en otro tepozán, que
está más retirado del lugar donde vivo, los gusanos devoraban sus hojas.
La
mañana del miércoles 18 de julio los rayos del sol comenzaban a evaporar el
agua de la tierra, del aguacero que cayó la noche anterior. Lo primero que hice
ese día fue felicitar a mi hija por su cumpleaños. Por correo le envié muchos
besos a mi nieta y nieto… Leí algunos de los mensajes recibidos y bajé a la
cocina a prepararme algo para desayunar. Puse a funcionar el calentador del
agua. Terminé de devorar mi suculento sándwich... Meto a calentar al microondas
mi taza de café, imprescindible en las mañanas, y tomo una pieza de pan de
dulce. Luego, como de costumbre, salgo al porche a disfrutar de mi café de
Coatepec. Entonces fue cuando lo vi.
Había
decenas de mariposas negras con rayas amarillas revoloteando en mi jardín,
sobre las grandes bardas de piedra, entre las plantas y flores que aún
escurrían el rocío matinal.
Tal fue
mi impresión que me senté absorto a contemplar el milagro de la naturaleza.
Machos y hembras se buscaban activamente. Consumada la fecundación, la hembra
pondría varios cientos de huevos sobre las hojas de los árboles… Nacerían las
larvas y los gusanos se alimentarían sin problemas de las hojas del tepozán.
Crecerían rápidamente y dejarían colgando sólo la epidermis y los nervios de
las hojas… Las orugas formarían su capullo para dar inicio a su transformación.
Al
terminar con una planta los insectos mueren. En torno al tepozán, que
contribuyó a su existencia, giran cientos de mariposas, observadas por las lagartijas
que se asolean sobre las bardas, y que se muestran muy dispuestas a comerse a
la primera mariposa que se ponga a su alcance… También hay pájaros rondando el
tronco y otros que se posan en las pequeñas ramas del tepozán para darse un
banquetazo con los capullos que picotean. ¡Me enfurecen estas aves!
Recapitulo las acciones emprendidas contra el tepozán: lo talamos para
que ya no exista, reverdece para alimentar y ayudar a que se desarrolle una
oruga que se convierte en mariposa que sirve para alimentar lagartijas y que
cuyo capullo puede satisfacer a un pájaro.
Un
espectáculo asombroso. El bello insecto volador continúa visitando mi floreciente
jardín… Mariposas juguetonas que llenan de alegría y felicidad mi alma con su ternura
infinita.
“Desde el cerro de aves”
México D.F., julio 18 de 2012
Enrique Alarcón Parada nació en Xalapa, Veracruz, y reside
en México D.F. Estudió en la escuela teatral del Instituto Nacional de Bellas
Artes (INBA). Es instructor y director de teatro y ha llevado a escena
exitosamente decenas de obras con sus estudiantes. Como dramaturgo ha publicado
Viernes y lunes de escuela, ¡Qué cosas me
haces hacer!, La decisión, Hypatia, y Los
tres químicos y las tres leyes de Newton. (alarcon_escualo@yahoo.com.mx)
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