Friday, July 27, 2012

UNA MARAVILLA DE LA NATURALEZA


Paulina, pequeña mariposa


Por Enrique Alarcón Parada
     

      En el lado izquierdo de mi casa hay un gran terreno arbolado, con diferentes tipos de árboles, las flores no se ven sobre el pasto verde. Sobre el tepozán, me platica mi vecina Amira, la dueña: “Estos árboles abundan por todo el cerro del Ajusco, son una plaga que a nadie beneficia, sólo destrozan bardas, con sus grandes raíces, y, en ellos se desarrolla una gran cantidad de insectos”. Yo le sugerí que por qué no talábamos el tepozán que está junto a mi barda, ya que sus ramas habían invadido mi jardín y me tiraba en éste, infinidad de hojas y toda clase de bichos… Ella estuvo de acuerdo, y el tronco del tepozán fue cortado, se le clavaron varios clavos para que ya no volviera a crecer. Mi jardín florido quedó libre de plagas y hojas.
      Pasaron los meses y el tronco del tepozán empezó a reverdecer, sus ramas escalaban el espacio aéreo, rumbo al cielo, como tratando de alcanzar las nubes. Al año de haber sido cortado, podía vérsele otra vez totalmente cubierto de ramas de hojas verdes. Yo empezaba a enfurecer, porque seguramente volvería a invadir mi propiedad… Para mi sorpresa, al poco tiempo, sus tiernas hojas empezaron a secarse, primero las de unas ramas y después el resto de ellas. Exclamé satisfecho, cuando el árbol quedó completamente moribundo: “¡Por fin el tepozán se está secando!”
     Con los fuertes vientos del mes de junio, empezaron a aparecer varios gusanos en mi jardín. Sí, tienen razón, el arbolito había sido consumido por una plaga de gusanos. Desde la ventana de mi recámara pude advertir que en otro tepozán, que está más retirado del lugar donde vivo, los gusanos devoraban sus hojas. 
     La mañana del miércoles 18 de julio los rayos del sol comenzaban a evaporar el agua de la tierra, del aguacero que cayó la noche anterior. Lo primero que hice ese día fue felicitar a mi hija por su cumpleaños. Por correo le envié muchos besos a mi nieta y nieto… Leí algunos de los mensajes recibidos y bajé a la cocina a prepararme algo para desayunar. Puse a funcionar el calentador del agua. Terminé de devorar mi suculento sándwich... Meto a calentar al microondas mi taza de café, imprescindible en las mañanas, y tomo una pieza de pan de dulce. Luego, como de costumbre, salgo al porche a disfrutar de mi café de Coatepec. Entonces fue cuando lo vi.
    Había decenas de mariposas negras con rayas amarillas revoloteando en mi jardín, sobre las grandes bardas de piedra, entre las plantas y flores que aún escurrían el rocío matinal.
     Tal fue mi impresión que me senté absorto a contemplar el milagro de la naturaleza. Machos y hembras se buscaban activamente. Consumada la fecundación, la hembra pondría varios cientos de huevos sobre las hojas de los árboles… Nacerían las larvas y los gusanos se alimentarían sin problemas de las hojas del tepozán. Crecerían rápidamente y dejarían colgando sólo la epidermis y los nervios de las hojas… Las orugas formarían su capullo para dar inicio a su transformación.
     Al terminar con una planta los insectos mueren. En torno al tepozán, que contribuyó a su existencia, giran cientos de mariposas, observadas por las lagartijas que se asolean sobre las bardas, y que se muestran muy dispuestas a comerse a la primera mariposa que se ponga a su alcance… También hay pájaros rondando el tronco y otros que se posan en las pequeñas ramas del tepozán para darse un banquetazo con los capullos que picotean. ¡Me enfurecen estas aves!
     Recapitulo las acciones emprendidas contra el tepozán: lo talamos para que ya no exista, reverdece para alimentar y ayudar a que se desarrolle una oruga que se convierte en mariposa que sirve para alimentar lagartijas y que cuyo capullo puede satisfacer a un pájaro.
      Un espectáculo asombroso. El bello insecto volador continúa visitando mi floreciente jardín… Mariposas juguetonas que llenan de alegría y felicidad mi alma con su ternura infinita.


“Desde el cerro de aves”
México D.F., julio 18 de 2012


Enrique Alarcón Parada nació en Xalapa, Veracruz, y reside en México D.F. Estudió en la escuela teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Es instructor y director de teatro y ha llevado a escena exitosamente decenas de obras con sus estudiantes. Como dramaturgo ha publicado Viernes y lunes de escuela, ¡Qué cosas me haces hacer!, La decisión, Hypatia, y Los tres químicos y las tres leyes de Newton. (alarcon_escualo@yahoo.com.mx)

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