Por Eduardo Rodríguez Solís
A las afueras de nuestro pueblo, algo cerca de la selva, hay una peña inmensa. Tiene forma de sirena y su rostro está sonriente. Le dicen La Peña Divina… Muchas leyendas se han escrito sobre ella… El monolito (roca de una sola pieza) tiene más de treinta metros de altura y, de noche, parece un fantasma.
Detrás de la peña hay una cueva. Ahí pasa la noche la pantera.
El animal negro, que parece una leona, es muy solitario, y se cree que siempre está pensando. Es tranquilo, misterioso, pero, si se enoja, es peligroso. Se mueve con estilo, como si fuera una bailarina de ballet.
Se asusta fácilmente al ver roedores. Si se le provoca, hay que tener cuidado. Mucho cuidado.
Una vez asustó a la gente en la feria del pueblo, y lo corrieron del lugar a escobazos. Quería lanzarle las garras a todos, pero nadie se dejó. Luego se fue sola, gruñendo en voz baja. Estaba que echaba espuma por la boca.
Le gustaba correr, y sabía perderse de vista. Era un animal soberbio y fuerte. Era una pantera macho y se creía el rey de la selva.
Una vez defendió a unos conejos, que iban a ser devorados por el león. Y fue entonces cuando el león se volvió su eterno enemigo. Lo veía pasar el león y hervía su sangre…
A su cueva, nadie entraba. Y el que lo hacía, no hacía el cuento. Su lugar, su escondite, era su santuario, su templo, su catedral, donde él rezaba.
El carácter del animal cambió cuando alguien le enseñó una lámina en un libro, donde se veía a un oso panda.
--Yo necesito conocer uno –se dijo.
Y se propuso buscar al oso panda.
Sobre una roca plana, dibujó un mapa detallado. Al centro, puso un círculo, que significaba la Peña Divina. Hacia el Norte, se encontraba la gran laguna que tenía en las orillas algunas cruces de piedra, que habían labrado los antiguos pobladores del lugar. En el Sur, había muchas flores. Ahí estaba el jardín donde crecían todas las flores de la región.
Del Este, emergían innumerables caras, era donde se encontraba el pueblo más poblado. Hacia el Oeste, marcó unas espirales, había una montaña llena de caracoles de mar.
Una mañana fría decidió irse al Norte. El terreno era plano hasta llegar al cerro, luego sólo se veían las nubes, y los colores del suelo desaparecían…
Bajando el cerro, estaban los arenales llenos de pedruscos amarillos, y la vegetación era muy escasa. Y ahí fue donde se topó con un campesino que lo vio y se asustó mucho… Nunca había visto de cerca a una pantera.
Cuando la pantera le preguntó si sabía de los osos panda, el campesino nomás levantó los hombros, negativamente.
Le dio vuelta a la laguna y pudo tocar las cruces de piedra… La gente decía que tocar las cruces traía buena suerte.
Ya de regreso, en su cueva, se quedó medio dormida… Vio entonces, en el ensueño, al oso panda, que levantaba los brazos y le hacía señas… Eran señas de felicidad… El oso panda la invitaba a visitar el centro del universo que era su morada.
Había que ir hacia ese sitio, porque ahí estaba la felicidad.
Muy temprano, al otro día, la pantera checó su mapa en la piedra, y caminó hasta el jardín, donde crecían todas las flores de la región… La caminata fue muy larga, y tuvo que hacer dos altos para recuperar fuerzas… Cuando llegó al inmenso jardín y se metió entre tantas flores, imaginó que iba a encontrar al oso panda.
Pero esa idea se le vino abajo, cuando ante sus preguntas, un muchacho que regaba las plantas le dijo que por ahí no había ni la sombra de un oso panda.
Y se regresó a su cueva, pateando piedras y palitos que había por el camino. Y cada vez que daba una patada, lanzaba una maldición.
Esa noche la pasó en vela, no pegó los ojos. Había mucha intranquilidad en su alma. El oso panda no aparecía y eso era muy malo para su espíritu.
A la mañana siguiente marchó hacia el Este, donde estaba el pueblo más poblado… Se fue por un camino muy transitado y, a cada rato, encontraba un cartel con las siguientes palabras: “se busca”. Y tenía el papel la efigie del oso panda, mostrando debajo un texto que decía “por asustar a la gente”.
La pantera no entendía por qué un oso panda asustaría a la gente. El oso panda era un animal bondadoso, según los libros de zoología.
Llegó al pueblo y recorrió todas sus calles. Ni luces del animalito. Nadie sabía nada de nada.
Esa noche durmió como un tronco, como una piedra. Cayó en su cama de paja como un costal de papas. Estaba extremadamente cansada… Y en su sueño vio varias veces al oso panda, en imágenes de distintos colores.
Al día siguiente, bajo una lluvia suave, caminó hacia el Oeste, y llegó a la montaña hecha de caracoles de mar… Tomó uno grande y pudo escuchar el sonido fabuloso del océano…
Imaginó que navegaba en una canoa de madera, y que podía ver olas muy altas que rompían por todos lados… El mar estaba embravecido y no paraba sus movimientos.
Bajó de la montaña y se fue de regreso a su cueva… Y cuando pasaba cerca de la Peña Divina, cerca del rostro de la sirena, encontró un mensaje escrito con color rojo… “¿Me buscas? Pues, por aquí ando…” Y había unas iniciales… “O.P.”
El oso panda andaba por ahí…
Como la pantera estaba cansada, se fue a recostar a su cama de paja. Cerró los ojos y, casi se dormía, cuando escuchó una voz…
--Unas palomas me dijeron que me andabas buscando –dijo el oso panda.
La pantera no sabía qué decir. Había perdido el habla.
--¿Me vas a hacer pedazos? ¿Me vas a comer? –preguntó el oso panda.
Finalmente la pantera se atrevió a hablar… Dijo que, desde siempre, había tenido deseos de acercarse a un oso panda… Y le urgía que su deseo se volviera realidad…
--Soy un animal como todos –dijo el oso panda--. Tengo ojos, nariz y boca, y mis colores son como las nubes y la noche. Nada extraordinario… Soy un animal común y corriente. Ni más, ni menos…
--Pero, ¿cuál es tu historia? –preguntó la pantera.
El oso panda dijo que él, como todos los osos panda, venía de la China. Y que él había nacido, gracias a muchas flores y yerbas mágicas, una noche de luna llena… Era la noche de las flores, que para los chinos es un gran acontecimiento… El más grande del año…
Habló entonces de la fiesta de las ofrendas que se celebra en China. Y que todos llevan las primicias de sus cosechas, y las ofrecen a un dios, un dios que solamente está con quienes conservan el alma buena.
Cantó entonces el oso panda unos versos que tenían una melodía muy agradable. Los versos eran realmente muy bellos.
Los colores de la noche
se vuelven caricias de los días.
Si atrapas una estrella
Alcanzas la vida eterna.
Que la noche nunca se acabe
porque su perfume se necesita.
El oso panda repitió la canción, mientras danzaba lentamente. Le gustaba entonar esa canción. Se le notaba en su rostro blanco y negro.
Cuando terminó de cantar y bailar, el oso panda le dijo a la pantera que si albergaba el deseo de fomentar su amistad, tenían que hacer un pacto, escribiendo sus nombres en el agua.
Por eso, al día siguiente se fueron a la laguna que tenía en la orilla las cruces de piedra…
Y se fueron contentos, brincando y bailando, como si fueran niños de kindergarten. Iban de prisa por el camino, y se empujaban alegremente… Pensaban que el mundo era suyo y que su amistad crecería hasta la luna o hasta el sol.
Llegaron al lago y tocaron las cruces de piedra. Necesitaban buena suerte. Y luego se fueron a un recodo del lago para inscribir sus nombres…
Descubrieron sus rostros. En ese espejo de agua se reflejaban sus ojos, sus bocas, sus orejas… Y tomaron unas ramitas y cortaron el agua, inscribiendo sus nombres…
Cuando terminaron su ritual, imaginaron mil cosas…Se supieron dueños de un palacio con muchos salones; uno para cada día del año… Cada día visitaban un salón de juegos diferente… Si no lo hacían, se sentían en deuda con los cielos y los dioses.
Imaginaron que, entre sus obligaciones, se encontraba la de amar a los pájaros. Y entonces, quisieron ser pájaros voladores para alcanzar las estrellas. Y cada uno escogió su especie favorita y volaron, con la esperanza de encontrar nuevos horizontes.
Después, caminaron en silencio hasta la cueva de la pantera. La noche había caído, acumulando cansancio en sus espaldas.
Salieron las estrellas y cada quien escogió su lugar en la bóveda celeste. La pantera optó por “las siete hermanas”, y el oso panda escogió “los hijos del dragón”, una constelación recientemente descubierta.
Ya de noche, encubaron sueños absurdos. A la pantera la correteaban unos toros de lidia, y por más que le imprimía velocidad a su cuerpo, los toros casi la corneaban… La situación era desesperante, pues el número de toros aumentaba… Y uno no podía salir de la carrera, de esa competencia desleal que requería tanto esfuerzo cuando ya no había energía…
El oso panda andaba en las nubes, y un dragón enorme, de color violeta, lo quería quemar… volverlo cenizas… Pero él no se dejaba atrapar y saltaba hacia otras nubes… El dragón crecía, echaba fuego por las narices sin poder contenerse.
A la mañana siguiente subieron a la Peña Divina, y escucharon la voz de la sirena:
--Tienen que andar con cuidado en la vida que les queda. Hay que regar con agua bendita la amistad, cultivarla de verdad, ser bueno con la gente, y permitir que la gente corresponda, conocer la noche y el día, el sol y la lluvia…ser amigo de los vientos…no decir mentiras, caminar seguro por todos los caminos…
La pantera y el oso panda anotaban mentalmente los sabios consejos de la sirena de la Peña Divina…
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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