Por Eduardo M. Barrios, S.J.
Con ocasión de la pasada Cuaresma, decidí reducir el insumo de comestibles para sintonizar con el tiempo litúrgico, y de paso desprenderme del lastre de unas libritas extras que comenzaban a agobiar mi anatomía.
En vez de echar mano a una de las tantas dietas que circulan en las publicaciones, opté por inventar la mía, pero sin hacerme millonario con ella. La comparto gratuitamente:
GENERALIDADES
1) Servirme un plato moderado de comida, y nunca repetir. Jamás de los jamases debe uno servirse por segunda vez.
2) Dieta variada. Me inspiré en lo que decía un jesuita, el H. Juan J. Muñoa, que falleció a edad provecta: “Comer de todo con moderación”. El buen hermano murió casi nonagenario por descuidos comunes en personas que nunca se enferman. Él llamó “catarrito” a lo que en realidad era una neumonía…típica.
3) Bueno, tanto como “comer de todo”, no. Eliminé totalmente las galleticas dulces (cookies), los bombones, las papitas empaquetadas (chips) y todas esas golosinas que los dietistas americanos justamente llaman “junk food” (alimentos basura).
4) Reduje al máximo la ingestión de calorías líquidas. Nada de vinos, cervezas y refrescos. Jugo, una vez al día, y en vasito. Algo de té, café y leche sí, pero sin azúcar.
5) Nada sólido entre comidas. Si acaso a media mañana y en la tarde un poco de café o té con una salpicadura de lecha magra.
6) Cenar a las 6:00 p.m. y después no tomar nada más, excepto agua, hasta el día siguiente. Si alguna vez tenía muchas actividades después de cenar, antes de dormir me concedía un vasito con dos magnánimos dedos de leche o la alternativa de una gelatina, como para acallar el clamor de los jugos gástricos.
PARTICULARIDADES
A) DESAYUNO
Antes comía huevos dos veces por semana: Fritos, con jamón o “bacon,” más dos tostadas generosamente embadurnadas de mantequilla.
Ahora sigo comiendo huevos de vez en cuando, pero pasados por agua, sin jamón ni “bacon”. Y sólo una tostada de pan integral sutilmente ungida con mantequilla ligera (light).
Antes era capaz de tomar jugo de naranja y banana (guineo) en el desayuno. Ahora si como banana descarto el jugo. Tener presente que no todas las bananas han sido creadas iguales; las hay gigantes y enanas. Se eligen las pequeñas. Existen unas diminutas llamadas “manzanos”.
Antes tomaba cereal algunos días. Ahora también, pero no lleno el pozuelo ni de cereal ni de leche.
B) ALMUERZO (LUNCH)
Antes me preparaba un señor sándwich de jamón y queso a medio día, es decir, con varias lascas de lo uno y de lo otro entre las dos paredes de pan, aunque no tan exagerado como esos rascacielos que ofrecen algunas cafeterías. Por ahí venden sándwiches que para abarcarlos casi hay que desencajar la mandíbula como hacen las boas constrictoras. Masticar tales sándwiches constituye un maltrato a los músculos buco-maxilo-faciales.
Ahora me contento con un “sandwichito” de planta baja, es decir, con una sola lasca de queso y dos de jamón. Se puede variar con atún, pavo u otro fiambre. De postre, una fruta. Para beber, agua.
C) CENA
Antes me servía un plato de comida que exigía pulso y equilibrio para que no se desbordase. Ahora me sirvo moderadamente, como para que quede mucha porcelana visible. Arroz y frijoles, poco. Carne, pescado o pollo, poco también. De guarniciones fritas, nada. Algo de liberalidad con el vegetal hervido y con la ensalada. De postre, una mandarina o un pellizco de dulce de guayaba con queso blanco como para neutralizar el sabor a lo salado. Si de bebida se trata, elijo la reina de los fluidos: el agua.
D) EJERCICIO
Las dietas no funcionan sin el complemento de ejercicios físicos. Antes yo me ejercitaba “religiosamente”: Caminaba veinte minutos y luego hacía tres o cuatro flexiones, culminando con un solemne, “Amén”.
What a wonderful diet, Eduard!
ReplyDeleteThanks so much for sharing it with TGW.