Por Jesús Alejandro Pérez Rementería
"Cuando la nieve se derrite, ¿en qué se convierte?" Le preguntó Kana Sohma, la nueva asistente, al doctor Hatori Sohma. Hatori contestó sin pensarlo dos veces: "Se convierte en agua, por supuesto." Kana, sabiendo que Hatori respondería de esa forma hizo un zumbido con los labios: "¡Bzz, bzz, incorrecto!" Era un día gris y Kana observaba los cristales de nieve que caían del cielo.
Muchos de nosotros le hubiéramos respondido a Kana de la misma forma en que lo hizo Hatori. Muchos adultos dejamos morir nuestros sueños infantiles y no vemos más allá de nuestras narices. Así era yo cuando vivía en Cuba. No sólo quería olvidar mi niñez sino que, concientemente, la estaba negando. Dejé de ver muñequitos, dejé de soñar e inventar fantasías y clausuré la parte derecha de mi cerebro. En la escuela obtenía muy buenas notas, pero veía el mundo como una máquina de estímulo-respuesta y no como la complicadísima red neuronal que es.
Dios tiene un gran sentido del humor, y una de las cosas que me hizo entender es lo lindo que es ser un soñador. Cuando estudiaba ingeniería eléctrica en la universidad sentía que me volvía loco. Tantos circuitos, tantas fórmulas matemáticas, diagramas de flujo, campos electromagnéticos, en fin los miles de modelos que hemos inventado los hombres para entender y explotar las maravillas de Dios no me dejaban conciliar el sueño. Sólo hallaba reposo en la música, armonías y melodías me sedaban y de alguna forma me hacían olvidar el maremoto científico.
Luego conocí a uno de mis mejores amigos, un muchacho de mi edad que dignamente admitía que veía los animados de Walt Disney y que estaba creando su propia colección de películas. Ahí fue cuando comencé a darme cuenta de que aún yo disfrutaba los dibujos animados. En realidad prefería ver una película de Disney con buena música y final feliz que andar por ahí buscando lo que no era para mí. Luego empecé a coleccionar películas y recuerdo las palabras de otro de mis buenos amigos: "No dejes que ninguna mujer sepa que tienes todo esto." Pero en vez de sentirme inhibido declaré que yo no tenía nada que ocultar sobre mi personalidad, y si a alguna mujer le disgustaba que yo coleccionara películas de Disney, pues ella no sería para mí.
Cuando era pequeño tocaba el piano. Me gustaba mucho y según mi maestra debí haber entrado al conservatorio de música. Pero lo dejé también, mayormente por ignorancia, y no pude desarrollar mi talento musical. Después del tercer año de estudios en la universidad decidí comprar un piano eléctrico. Mi hermana se opuso firmemente al igual que mi padre. Ambos pensaban que yo no lo usaría y que estaría acumulando polvo en un rincón. Pero yo, tozudo como siempre, me lo compré.
El último año de la carrera fue muy difícil para mí: mi abuela materna falleció, mi papá se fracturó un pie, me robaron los proyectos en la escuela y mi novia me pedía que le dedicara más tiempo del que yo podía darle. Al mismo tiempo, me esforzaba en tratar de tocar el primer movimiento de la Sonata para Piano no. 14 de Beethoven, Claro de Luna; probablemente la opción errónea para alguien que está tratando de retomar el piano después de tantos años.
Uno de mis compañeros de cuarto, excelente guitarrista, al ver mi empeño y el tipo de música que yo disfruto me sugirió una pieza: "Sé que esta melodía te va a gustar", me dijo. Enseguida buscamos el video en YouTube y subí el volumen para escuchar bien. La pieza comenzó con arpegios suaves y calmados en Si menor. No entendía por qué tendría que gustarme tal pieza. Hasta ese momento no estaba impresionado, pero seguí escuchando para no ser descortés. La orquesta filarmónica de Londres acompañaba a un pianista de pelo largo y un bigote al estilo de los años '70. En medio de la orquesta había una violinista vestida de rojo que resaltaba entre los demás músicos vestidos de negro. Sonreí como para insinuar que me agradaba lo que veía, pero en realidad no estaba impresionado. Mi compañero de cuarto sonrió, como diciendo: "Lo mejor está por venir."
Finalmente llegó el momento cumbre, los sonidos comenzaron a surgir en tiempo moderato: Do sostenido, Re, Si y explotó la pieza en un gemir de violines, violas y violoncelos, el piano llevaba la melodía, rápida, con emoción y determinación. Y seguía crescendo el sonido, y entraron la percusión, los vientos-metal, el arpa; mi corazón se aceleró al compás de la música. Escuché la pieza hasta el final y no pude olvidarla, las notas retumbaban y se repetían sin cesar en mi cabeza. No pude acostarme sin ver el video al menos unas diez veces más aquella noche. Al día siguiente lo vi otras tantas veces y hasta el día de hoy lo disfruto cada vez que tengo oportunidad.
Bajé la pieza a mi reproductor de música y la escucho casi todos los días desde ese entonces. Se ha convertido en mi pieza favorita, me llena el espíritu y me da muchas fuerzas para enfrentar al mundo. El compositor y pianista es mi artista favorito, un hombre que es ejemplo de verdadero genio y sensibilidad humana, es mi héroe. Tal vez él nunca lo sepa, pero yo lo considero fuente de inspiración y guía, pues su música siempre lleva mensajes que la humanidad necesita escuchar. Desde que vi el video en YouTube supe que en realidad nunca dejé de amar la música y que el niño que habitaba dentro de mí siempre fue más fuerte que el mismo esfuerzo que yo hacía por esconderlo. Cuando escucho la pieza vuelvo a ser el pequeño que vivía en Palma Soriano, recorro las calles y recuerdo el olor de la lluvia sobre la tierra. "Los sueños sí se hacen realidad" dijo el compositor cuando fui a verlo hace poco en un concierto que ofreciera en la ciudad donde vivo. Yo sueño con ser músico y espero que un día pueda regalarle al mundo melodías que llenen espiritualmente a las personas, como mismo la música de mi héroe inspira a las personas actualmente.
Sólo el corazón de un niño persigue cosas que parecen completamente absurdas a los ojos del adulto, pero he descubierto que prefiero mirar al mundo con ojos infantiles. Sólo así puedo desprejuiciarme y descubrir la bondad dentro de cada persona.
Y entonces como un niño puedo responder correctamente a Kana Sohma: "Cuando la nieve se derrite, se convierte en primavera." Es mejor vivir los fríos y grises días del invierno sabiendo que la nieve se derretirá y la primavera llegará con sus cálidos colores y el sonido de animales inquietos. Finalmente te quiero regalar mi pieza favorita: “Nostalgia”, de Yanni. Una melodía que, aunque maltratada por mis dedos, logra trasmitirnos su mensaje.
I love you!
ReplyDeleteEstoy muy feliz de tenerte en el blog, y me siento tan orgullosa de ti, perdona que me opuse firmemente cuando dijiste que querías comprar un piano, esta hermana cabezona, no hay tarde que no te enoje, pero te quiero mucho, y me alegra tanto que me hayas dado una buena lección, besos y amor,
ReplyDeleteDinorah
sweet
ReplyDeletePreciosa historia que me mantuvo soñando desde el principio. Creo que me pasaba algo parecido con lo de ocultar la niña que traigo dentro por quedar bien con los demas. Acaso soñar con las peliculas de Disney o montarnos en los aparatos de un parque de diversiones no nos hace felices tambien?
ReplyDeleteMe encanto tu historia "Hermy",
Besitos.
Beautiiiiful!
ReplyDeleteJesus nos has dado una gran ensenanza a todos.
ReplyDeletesaludos
UAT
Como me ha gustado este escrito. dice muchas verdades sobre el alma humana. y la musica es un encanto.
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