Por Eduardo Rodríguez Solís
De la serie Carnets de Eduardo Rodríguez Solís
(Número 106. 8-05-11)
Había acabado el calor del día, una temperatura de más de cien grados. Y a las 7:30 de la noche ya se podía estar afuera. Un vientecillo lo permitía. Saqué una silla de lona verde, y me senté muy a gusto. Y miré hacia arriba: volaban pájaros e insectos. Había mucho movimiento. Encima de los insectos, algo azul oscuro se balanceaba. Iba cayendo, lentamente. Más tarde, me di cuenta de que alguien bajaba en un paracaídas. Era un payaso vestido de azul. Sí. Era un payaso.
Cuando terminó de caer, sonaron cascabeles. En las manos, los pies y la cabeza, tenía cascabeles colgados. De pronto, sacó una escalera de cuerda de debajo de la manga, como las escaleras de los circos. La cuerda se estiraba hasta donde no podíamos ver. El payaso azul se acercó a mí y compartió conmigo muchos secretos de la vida. He aquí lo que me enseñó...
La vida es merodear en un jardín. Cada quien tiene uno distinto. Los árboles, las plantas, el pasto y las fuentes (porque hay fuentes) dependen del carácter de cada quien. En el jardín de cada uno hay diez árboles. El primer árbol representa los primeros diez años de vida. El segundo ilustra la segunda tanda, y así se va distribuyendo el número de árboles. Si uno vive más de cien años, tiene que volver a empezar desde el principio. Cada árbol tiene sus frutos. A veces se encuentran. A veces, no. Depende de las condiciones climáticas y de la propia persona. Hay frutos dulces y amargos. Uno tiene que saber cultivar el buen fruto.
Una vez, un amigo cayó de su árbol, y afirmó que la vida no era fácil. Y cuando lo dijo, recibió ayuda generosa. Las ardillas y los conejos juntaron hojas secas, y las metieron luego en bolsas grandes. Debajo de cada árbol colocaron una, para amortiguar los golpes. Y las caídas se duplicaban, era difícil que los colchones de hojas secas evitaran los golpes.
Entonces, al quinto árbol se le ocurrió formar una escuadrilla de pájaros. Cuando el hombre resbalaba, los pájaros se convertían en su fuerza salvadora, y lo sostenían en el aire. La vida, la que nos ha tocado, con su jardín especial, debe experimentarse abiertamente, sin miedos, y con la idea de seguir siempre adelante. Y hay que aceptar nuestro jardín como es. Es el único que tenemos… Y no se puede intercambiar… Es el único de principio a fin…
Trepemos, pues, cada día a nuestro árbol y busquemos el fruto perfecto. Y si lo encontramos amargo, aceptemos este regalo de los dioses… Y pensemos siempre que mañana aparecerá el fruto dulce, el que se necesita para el buen vivir…
Cuando el payaso azul terminó de compartir sus palabras, me dijo que ya era hora de irse. Puso un pie en la escalera de cuerda y ascendió. Yo no despegaba mis ojos de él, una visión reveladora. Mis ojos no parpadeaban. El payaso se transformó en un punto diminuto del espacio, mientras se elevaba…los cascabeles ya no se escuchaban. La ilusión se difuminó, y la escalera se fue desintegrando…
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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