Foto: Marangeli Franco |
Por Eduardo Rodríguez Solís
La gente y todos los animales
decían que ellos eran pájaros “sin chiste”. No tenían colores alegres y parecían
parte de la tierra. Eran color beige o color gris. Y andaban volando, siempre,
cerca de territorios prohibidos.
Ahí, principalmente, merodeaban
pájaros azules y cardenales. Ahí no entraban bichos raros. Y mucho menos
pájaros color beige o color gris.
Ese lugar era –según azules y
cardenales—sitio exclusivo de alados de alta alcurnia. La “pelusa”, o sea los
de color beige y los grises, no estaban a su altura.
Y resulta que un día, la gente
que habitaba este territorio tuvo la feliz idea de colocar un poste de metal
muy alto, con una casa de diseño “pagoda”, con doce espacios para “que los
pájaros empollen a sus anchas”.
Y la “pelusa” (los de color
beige y los grises) se dio cuenta de este suceso, y una pareja de estos
pajaritos tuvo la original idea de poner el letrero “sold” (vendido) en una de
las aberturas.
Y los azules y los rojos (los cardenales)
empezaron con la tarea de preparar los nidos, pero no se metieron en la
abertura que tenía el letrero “sold”.
Entonces, la pareja de pájaros
indeseables, que eran de cuna absolutamente “pelusa”, se pusieron en las
crestas unas plumas rojas y azules, que encontraron por ahí tiradas. Y así se
disfrazaron para no ser molestados por azules y cardenales.
La “pelusa” macho se quedaba en
la entrada de su casita, mientras la hembra volaba en busca de ramitas o lodo.
Y luego, se intercambiaban la tarea, y la hembra se quedaba de vigilante.
Y llegó la hora de la nueva
vida y todos (los de alcurnia y los de no alcurnia) se pusieron a empollar.
Poco después nacieron los
pajaritos y los intrusos hicieron que sus hijos llevaran una pluma azul o roja
en la cabeza.
Pero un día vino una tormenta
que movía los árboles y la pagoda, con sus casitas, se balanceaba de lo lindo…
Y los rojos y los azules se quedaron sin plumas, y de su piel salieron plumas
color beige y color gris.
Fue entonces cuando ese mundo
de las alcurnias y de la “pelusa” se volvió un solo mundo extremadamente feliz
y perfecto.
Foto: Marangeli Franco |
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina
ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York.
Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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