Por José Manuel
Domínguez
En otro de mis viajes de regreso
lo he dejado todo atráslas lágrimas, el mapa, un perro callejero
a cambio me he traído la sensación de vacío
de cuando se han hecho demasiadas preguntas
de cuando uno sabe que la ciudad resiste
que no hay nombres en las calles, ni gente en las ventanas
nadie que cante o que silbe por la acera
nadie para hablar de la vida
en la inmortalidad de una esquina cualquiera.
La ciudad se perfumó de ruidos familiares
limón del limonero exprimido en la sopala gracia de las frutas, el agua de la fuente
mujeres que me golpearon con el aroma de otras tierras
y me volteo a verlas, a seguirlas de lejos
para probar mi pericia y mis dotes aprendidas
que me enseñaron amigos de otras ciudades y otros poemas.
Mi noche tiene un nombre y mi ciudad es un sitio,
o viceversaun muro, una puerta, señales que acaricio
las ramas que despeino, la sonrisa que no llega
el banco de un parque inundado por la lluvia
la luz amarillenta que tiñe las aceras
las cosas que imagino, mi viaje tan temprano
la voz que me susurra: es temprano para viajar tan lejos.
No hay nadie al final del viaje
otra vez solootra vez tormentas
me quedé sin escuchar los latidos
sin conocer los labios de la ciudad sin nombre
su lengua calle oscura, mi refugio en su garganta
me traje los deseos sin luz ni sombra de farolas
sólo preguntas
deseos, inconcebibles deseos.
La ciudad es nueva, secreta, indiferente
mi dolor es el mismo, sin embargo.
José Manuel Domínguez es
director de teatro, poeta y narrador. Estudió dirección y actuación en el
Instituto Superior de Arte de La Habana. Se estableció en Miami, Florida, en el
año 2000. Le acompañan en su vida dos mujeres extraordinarias: su esposa Marángeli
y su mamá Loli, así como su perro Sombra.
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