Por Eduardo Rodríguez Solís
En las noticias del Internet
leí una nota donde hablan de que Shakespeare no es tan glorioso como lo
imaginamos. Dicen que él era un negociante no muy honrado y no pagaba
impuestos.
Aseguran que el dramaturgo y
poeta tenía un granero, y en las épocas difíciles (el terrible invierno, con la
nieve, y demás), vendía grano no muy legalmente.
La verdad (la verdadera verdad)
es que alguna vez compró un granero, porque quería hacer otro teatro. Pero
nunca pudo realizar ese proyecto. Entonces el viejo granero recibió una
buena manita de gato, y ahí fue
almacenando grano para las épocas difíciles, cuando la gente no iba al teatro.
Y entonces se ponía a vender su grano a la mitad de precio de los graneros del área.
Y con esos dineros resistían Shakespeare y algunos de sus actores esos tiempos
malos.
El gobierno y sus amigos no
veían con buenos ojos las actividades escénicas de Shakespeare. Incluso,
pensando que el teatro que hacía el poeta no era muy correcto, pues los actores
vivían todos amontonados “y sabrá Dios lo que hacían en sus horas de ocio”, se
lanzó un bando donde se prohibía que las mujeres participaran en los
espectáculos teatrales.
Ante esa prohibición,
Shakespeare siguió representando su teatro y, por ejemplo, cuando se tenía que
hacer “Romeo y Julieta”, el papel de Julieta y los otros roles femeninos eran
desarrollados por actores y no por actrices.
Si eras pobre y vivías casi de
milagro, te cobraban impuestos por cada ventana que tenía tu casita. (Si no
podías pagar, pues cancelabas con madera la ventana). Y si necesitabas agua,
cuando las tinajas se te secaban, tenías que ir muy de noche al río, porque si
lo hacías con la luz del sol, los dueños de los castillos próximos te cobraban
un impuesto.
Y no se diga si tenías que usar
un río para transportar algo. Te cobraban impuestos porque decían que el río
también pertenecía a los dueños de los castillos próximos.
En el pueblo natal de Shakespeare
hay una estatua del poeta. En una de sus manos lleva una bolsa con grano.
Hay que ver el teatro de
William Shakespeare, pero también hay que leer la extraordinaria poesía que
escribió. Versos inteligentes y soberbios. Palabras que hablan de la grandeza
de un artista del mundo. Un gran artista que dependía del mágico grano para las
épocas difíciles.
Hoy Shakespeare es una gloria
de Inglaterra, y gracias a su extraordinario prestigio, su pueblo natal vive
bien por siempre y para siempre. Las visitas a su pueblo y los souvenirs son
como los granos sagrados de las épocas difíciles.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en
muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en
Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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