Por Eduardo Rodríguez Solís
Este aguacero de Houston es un
enanito al lado de los verdaderos chaparrones que caen en la ciudad de México.
Ahí llueve a cántaros y las calles se vuelven ríos como el Sena o el Rin.
Me acuerdo que cerca de la casa, en
Chapultepec Morales (que se llama así por estar cerca del cerro de los
chapulines; Tepec, cerro; Chapul, grillo o chapulín), se armaban unas lagunas
tremendas y parecía que la ciudad era Venecia, por las tantas aguas.
La ciudad creció como un pulpo y
nunca de los nuncas ha tenido sus problemas solucionados. La corrupción
tradicional nuestra y la desidia han dejado esa bella ciudad, así, con sus
tantos malestares.
En el área metropolitana
habitan más de veinte millones de personas, y muchos viven en casitas de cartón
y palos o en cuevas, que el hombre hizo para sacar material para construcción.
Otros, duermen en esquinas basurientas con cobijas hechas con periódicos
viejos. Así son las grandes ciudades de nuestro planeta. Qué le vamos a hacer.
Recuerdo que en temporada de
aguaceros el agua no se metía en las farmacias o salchichonerías o panaderías o
tortillerías o qué sé yo, gracias a barricadas de ladrillo y cemento. Entonces
la gente caminaba con botas de hule (si tenía dinero) o pagaba unos centavos
para que lo atravesaran a uno por las lagunas tremendas.
Y me acuerdo bien de un amigo,
que era artista del circo y se paraba de manos y caminaba así hasta los establecimientos,
para comprar algo. Las locuras que hacía uno.
El aguacero de Houston, que
trajo agua para la natura, ha sido bienvenido. Se necesitaba este líquido, que
es la vida. Hubo lagunetas, pero todo, gracias a los drenajes, ha quedado seco.
Cuando estaba dura la caída de
las lágrimas de los que están en el cielo, los gatos buscaron refugio seguro.
Esos animalillos saben cuándo va a llover y son verdaderos radares de los
fenómenos naturales. No hemos aprendido nada de ellos. Somos unos burros.
Hay que saber vivir con la
natura y con los animalitos que andan por todos lados. Hasta las cucarachas
tienen derecho de vivir.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en
muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en
Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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