Tuesday, March 19, 2013

GARABATO No. 5


 
Aurorita y Paulina: Tesoros

 
 
Por Eduardo Rodríguez Solís
 

      Aburrida de ver tonterías en la televisión, la niña Enriqueta se vistió toda de rojo y se fue a caminar hacia el bosque. Iba con paso muy militar, imaginando que una banda interpretaba una marcha de Sousa. Levantaba entonces su barbilla y casi no pestañeaba.
      Cuando llegó al principio del bosque inició una rutina de caminante extraño. Cerraba sus ojos fuertemente y luego los abría, y los árboles, las piedras y los animales cambiaban de color. Luego, repetía el ardid, y los colores cambiaban de nuevo… Hacía esta locura hasta que llegó donde había un puente colgante.
      A la mitad de ese pasadizo que se balanceaba sobre un arroyo, encontró una pequeña caja amarilla. La tomó con su mano derecha, al momento que se escuchó un grito muy agudo…
      --Eh… No toques eso. Es propiedad privada –era la voz de un búho, que volaba en círculos.
      Enriqueta depositó la caja en el suelo, y dio unos pasos para atrás.
      El búho estaba enojado, casi echaba espuma por los ojos.
      --Ahí dentro está mi tesoro –dijo el alado animal.
      --¿Y cuál es tu tesoro? –preguntó la niña Enriqueta.
      El búho dejó de volar y se plantó en el suelo… Creció en tamaño y vertió el contenido de su caja amarilla sobre unas hojas verdes. El tesoro era sensacional. Había ahí unicornios, hadas de los cuentos y muchos enanitos de la buena suerte. Todo, absolutamente todo, estaba lleno de los colores del arco iris.
      Los unicornios corrieron alrededor de la niña Enriqueta, las hadas de los cuentos volaron encima de todo lo que se veía, y los enanitos de la buena suerte daban maromas como si fueran expertos artistas de un circo.
      Luego, el búho dio, aunque nadie lo crea, unas palmadas al aire, y todo el tesoro regresó a la caja amarilla.
      --Ah, pero ese tesoro mío, cambia cuando yo quiero –dijo el animal.
      --¿Qué quieres decir? –preguntó Enriqueta.
      Entonces supo la niña que el tesoro dependía de la posición de la caja. Si se abría hacia el Norte salía cierto tesoro. Si se abría hacia el Sur, otra cosa pasaba. Y hay que ver lo que pasaba si se colocaba la caja amarilla hacia el Este o hacia el Oeste. Y qué decir cuando se situaba la caja hacia el Sureste o hacia el Noroeste…
      --Entonces tu caja es una caja mágica –dijo la niña Enriqueta.
      --Claro que sí. Esa es la verdad… Pero todavía la cosa es más complicada –dijo el búho--. Cada hora que pasa, las cosas cambian…
      --Entonces el tesoro es infinito –dijo la niña.
      --Absolutamente –gritó el búho.
      La niña cruzó los brazos, arqueó la boca y dijo:
      --Pues yo, hasta no ver, no creer…
      El búho empezó a verter su tesoro, cambiando la orientación de la caja. Hizo esto varias veces. Pero la niña quedó muy admirada cuando la caja amarilla se puso  al Suroeste.
      Ahí, en esa posición, salieron flores margaritas de colores diversos y aparecieron muchas fuentes que echaban aguas plateadas. También un vendedor de algodones de azúcar repartía sus golosinas.
      Cuando la niña Enriqueta se regresó a su casa, llevaba en su mente las últimas palabras del búho: “Cada quien, si quiere, puede encontrar su caja del tesoro. Todo es cosa de querer…”
      A los tres días, al pie de un árbol muy alto, la niña Enriqueta encontró su caja. Era plateada con bandas rojas. Y tenía su sinfín de tesoros.
      Y siempre que salía a caminar por el bosque se llevaba su cajita mágica.
      Buscaba entonces donde poner su “cuerno de la abundancia”, y se escondía detrás de un árbol.
       --Eh… No toques eso. Es propiedad privada –gritaba la niña, cuando un gato, un pájaro, un niño, una viejita, lo que fuera, tomaba su cajita del tesoro.

 

Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
 

No comments:

Post a Comment