Por
Eduardo Rodríguez Solís
Del
jardín interior, que tiene muchas tonalidades en verde, salta un juglar
cubierto con rombos de colores.
Da
vueltas como buen artista de circo y hace rodar dos cocos, uno grande y otro
chico. Entonces, esas frutas ya secas, caen al mosaico y se mueven por esa
superficie, como si fueran las bolas de un billar.
El
juglar brinca de gusto y canta una canción antigua, con letra que parece
africana.
Y cuando
surge el ruido de un tambor, ese juglar se vuelve casi danzante de un ritual
afro.
Caen
entonces muchas hojas verdes, que se desprenden de las matas del jardín
interior y, cada una de ellas, se transforma en una bailarina de largas
trenzas.
El
juglar casi enloquece y se acerca a las mujeres, que no han dejado de moverse.
Y bailan
todos hasta que se mete el sol, y los verdes se oscurecen y empieza la noche.
Muchas
pequeñas mujeres, que son luciérnagas, rodean el territorio. Y uno se siente
con ganas de volverse un rayo de luz nocturna.
Vuelan
los minúsculos seres y hacen como un murmullo de olas. Y francamente uno se
imagina sumergido en las aguas frescas del mar.
Y una
tormenta se hace presente. Son vientos que vienen del Norte y te hacen tiritar.
Llega la
madrugada.
La
fantasía ha terminado. El jardín ya está tranquilo y los cocos han recuperado
su sitio.
A lo lejos
se oye el llorar de un niño.
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y
novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de
Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas
de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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