Por Eduardo Rodríguez Solís
El hombre está intranquilo. Da vueltas en la cama pero no puede atrapar
el sueño. Se restriega los ojos y no consigue la paz. Respira con profundidad y
suspira. Francamente no sabe qué hacer.
Mira el cielo raso, que parece la superficie lunar. Y con lentitud
extrema ve el movimiento de una araña patona, de las que abundan en los
panteones… El animal se mueve hacia una esquina… Y ahí, se desliza por una
rendija. Desaparece, y la superficie lunar queda sola.
El hombre casi da una maroma y se incorpora. Y se levanta, pero pierde
el equilibrio. Y piensa que la sangre no le está irrigando bien el cerebro.
Pero se pone sus chanclas y empieza a moverse por la habitación.
Truena los dedos y el foco de su cuarto se enciende, y la luz
amarillenta le lastima los ojos.
Truena los dedos y la luz amarilla se vuelve roja, como si fuera señal
de un lugar repleto de mujeres fáciles.
Truena los dedos y la luz roja se vuelve azul, como si fuera lámpara de
enamorados.
Truena los dedos y todo se vuelve penumbras, como si fuera el principio
de la muerte.
Entonces se acuerda que un amigo, a medias de un juego de mesa, le
pregunta:
--¿Y qué sigue después de la muerte?
Y la respuesta que se escucha es
medio surrealista.
--Después de la muerte, viene la escalera y el valiente.
Truena los dedos y la penumbra se vuelve luz rosada.
Entonces se acerca a su ventana.
Truena los dedos y, a través del cristal, se puede ver a un rinoceronte
que juega con una mariposa azul.
Truena los dedos y las imágenes cambian. Ahora, son conejos y ardillas
que saltan llenos de alegría.
Truena los dedos y ahora se ve a sí mismo… En un campo verde corre el
hombre. Y este hombre se acerca al horizonte que está hacia el Sur… Corre
despavorido y nada lo detiene…
Truena los dedos y todas las nuevas imágenes se revuelven y se confunden
entre los colores del arco iris.
Truena los dedos y no pasa nada.
Truena los dedos y parece que el
tiempo se desmorona.
Truena los dedos y no hay luces.
Entonces, sabe que su fin ha llegado.
El hombre se siente convertido en polvo, y se vuelve araña patona, y
camina por ese cielo raso, que es el piso… Y busca alguna rendija.
Finalmente, el hombre, que ya no truena los dedos, encuentra un orificio
y dice para sus adentros, “eureka”, y se desliza y desaparece de la vista.
El hombre está en el principio del fin…
Eduardo Rodríguez Solís (México D.F.) ha publicado libros de
teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales
por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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