Por Eduardo Rodríguez Solís
Daba vueltas y vueltas en la cama, y no se dormía. Estaba difícil
atrapar un sueño reparador. Estaba muy difícil.
Pero al apretar fuerte los párpados se sintió como flotando entre las
nubes.
Y
ahí, un viejo extraño se le apareció. Este ser era raro, muy raro. Era una
cabeza con muchas greñas de cantante de rock and roll. Sus brazos salían al
lado de sus orejas, y sus pies se movían debajo de su barba… Era una cabeza
peluda, con brazos que salían de su cerebro, y con pies que surgían de su
mentón.
Ese
viejo, más chico que un enano, se le puso enfrente y le dijo que se sabía que
su deseo mayor era volar como los pájaros.
Y
que entonces, para lograrlo, tenía que hacer muchos aviones de papel.
Esos caprichos de origami se tenían que guardar en las bolsas del pantalón
del amante de los vuelos.
Y,
luego, ya estaba listo para la prodigiosa experiencia.
Acto seguido, el sueño culminó y el hombre, todo sudoroso, abrió los ojos.
Y
metido en su triste soledad, se fue caminando hasta donde estaba una torre que
pretendía atravesar las primeras nubes.
Subió por la escalera vertical y llegó hasta las nubes que parecían de
algodón de azúcar.
Y
abrió sus brazos, como si fuera una paloma o un cóndor, y empezó a flotar entre
los vientos.
Y
subió y bajó, como si fuera un experto cardenal rojo, y se volvió de verdad un
ser que dominaba las artes del vuelo.
Y
luego se fue con los vientos asirios, y se elevó hasta los primeros planetas… Y
ya no se supo nada de él.
(Esto puede pasar si uno se lleva a la realidad las cosas que son
propiedad privada de los sueños. Esto lo digo, porque lo digo.)
Pero, déjenme decirles que el viejo que era sólo cabeza, un día me vino
a ver, con un cuaderno lleno de fantasías… Ahí, con letras rojas, estaba la
leyenda del hombre que quiso volverse pájaro. Y en una bolsita de plástico
llevaba muchos aviones de origami.
Me
regaló uno que parecía un jet 747… Este juguete de papel lo traigo como amuleto
en mi cartera.
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros
de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales
por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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