Saturday, October 26, 2013

DESPEDIDAS


Polvo de estrellas


Por José Manuel Domínguez 


Siguen las palabras zumbando en mi oído
y  la certeza de que era hermoso lo que estábamos viviendo
alguien confirmó tímidamente, lo es, lo es, lo es
como si descubriera, no el momento, sino la eterna transparencia que nos envolvía
me preguntaron si todo estaba bien, si era normal tener un corazón tan agitado
¿Que qué cardio hago? y  disimulé mientras abría y cerraba una mano lentamente
por primera vez pensé en volverme polvo de estrellas,
arena, o aire en el pulmón de un rinoceronte
todo con tal de demostrarme que no, que no era posible que aquello fuera nuevo
que lo que estaba viviendo estaba marcado con un sello
con la pátina del tiempo y de lo eterno
con la ingenuidad de los años idos
pero escrito en las células de los cuerpos
yo no quería ser ni cambiar nada
aunque el viento en el camino me lo recordara, lo eres, sí, lo eres,
lo harás, lo harás, lo harás
no buscaba labios ajenos, ni sentir que besaban suavemente mis dedos
pero sí, los besaban, alguien o algo los besaba
y al final de aquella noche
quería seguir colgado del abrazo, del murmullo de un corazón ajeno
que esparcido por el tórax, en el viento, lo dejaba pasar todo y se iba afuera
al reencuentro de otro tiempo, de otro cuerpo  huidizo que lloraba
fui testigo de los que tenían miedo de volver, de que todo terminara
ellos que no sabían nada, como yo que no sabía nada
ahora que se escapan, tiempo, abrazo y despedidas
vuelvo a recordar la frase que se quedó en mi oído: lo es, lo es, lo es
que sí, que aquello era hermoso, que volveríamos a vernos
mientras tanto
recordaré la arena del camino, movida por el viento
besando tímidamente mis dedos, colgando una frase de mi oído y repitiendo
soy un momento del tiempo, soy lo eterno, y sí, esto es bello
lo fue siempre
cuando yo era el aire en el pulmón del primer rinoceronte
ahora que soy el espacio entre los besos en tus dedos
y lo será cuando todos, tú, los que observan sentados el abrazo y yo
solo seamos otra vez polvo de estrellas.



José Manuel Domínguez es director de teatro, poeta y narrador. Estudió dirección y actuación en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Se estableció en Miami, Florida, en el año 2000. Le acompañan en su vida dos mujeres extraordinarias: su esposa Marangeli y su mamá Loli, así como su perro Sombra.

Wednesday, October 23, 2013

GARABATO No. 28





Por Eduardo Rodríguez Solís


      Un sábado, el león, que se creía el rey de la selva, se levantó al canto de los gallos, y se imaginó que se ponía un traje de charro mexicano. Esta vestimenta tenía botones con la bandera de México: verde, blanco y rojo.
      También se hizo ilusiones de que del cielo le caía una guitarra muy brillante, que tenía muchos listones verde, blanco y rojo.
      Ya disfrazado como buen charro mexicano, el león se salió de su escondrijo y se fue caminando entre los árboles.
      Todos los animales (ardillas, conejos y demás) lo vieron pasar y lo siguieron en su camino.
      De pronto, un búho que estaba trepado en una rama de un árbol milenario, le preguntó:
      --Eh, tú, león que te crees el rey de la selva, ¿sabes cantar canciones mexicanas?
      El león sacó de no sé dónde un cancionero, y dijo que todas las canciones que estaban ahí, en ese viejo libro, se las sabía al derecho y al revés.
      Como nadie dijo nada, el león tomó su guitarra y se puso a sacar de ella bonitos sonidos.
      Tomó aire y cantó una hermosa balada que hablaba de una muchacha que iba todos los días a donde caía una cascada de aguas transparentes.
      Cuando el león terminó su canción, le dio a cada uno de los animales que lo escucharon, una banderita mexicana verde, blanco y rojo.
      Entre los árboles, extrañamente, estaba una leona que se había escapado de un circo. Alrededor de su cuello tenía un collar dorado y entre sus orejas llevaba un sombrero rojo con una flor amarilla.
      Años después de esta ensoñación vivida por el león, el señor búho nos dijo que la leona del circo se volvió la esposa del rey de la selva, y que tuvieron dos hijos (macho y hembra), que siempre se distinguieron por tener una buena educación.
      El macho se volvió muy aficionado a la literatura y, con el tiempo, llegó a ser finalista del Premio Nobel de Literatura, de los animales… La hembra, se hizo una perfecta danzarina y pudo incorporarse como prima-dona en los ballets “atigrados-aleonados” de Montecarlo, la Habana y París.
      El padre y la madre de estos artistas hicieron su retiro en una cueva que estaba más arriba de las primeras nubes.
      El padre-león le cantó siempre bonitas canciones a la madre-leona. Esta costumbre diaria hizo que el amor que se profesaban se volviera un elixir que se explayó por todo el planeta.
      Por eso se recomienda aquí la adquisición de un cancionero mexicano. Ahí, y sólo ahí, está la solución que borra tristezas y sinsabores.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Sunday, October 20, 2013

THINKING OF YOU







I will think of you!

I am writing this today because I’ll be teaching almost all day tomorrow.

I may not be able to sit in front of the computer until late in the afternoon.

Thinking of you has become part of my everyday life.

It’s a joy.

Tomorrow is a special day to me.

I will think of you!

Watch over your soul


Your Wave


Wednesday, October 16, 2013

GARABATO No. 27


  



Por Eduardo Rodríguez Solís


      Sky Low Low era un enanito que se pintaba el pelo. Era un güero artificial, un “pelos de elote”. Se vestía con elegancia y siempre traía un clavel rojo en la solapa de su saco.
      Era medio cabezón, y le costaba trabajo encontrar sombreros de su talla. Y esa prenda para él era muy importante. Es que quería parecerse al famoso Al Capone.
      Cuando ya estaba listo y perfumado, se ponía frente a un espejo, donde se veía de cuerpo entero, y se colocaba en poses, como gánster de primera clase.
      Luego, salía a la calle en busca de aventuras.
      Caminaba Sky Low Low con estilo, y cuando pasaba frente a un escaparate, hacía un alto, y se veía bien reflejado de pies a cabeza.
      --Estoy hecho un guapo –se decía siempre.
      Pero un día le pasó algo terrible. Al dar vuelta en una esquina se encontró con su doble… Otro enanito que se le parecía tremendamente.
      La misma cara, la misma facha, todo igual, como una moneda a otra moneda.
      Sky Low Low le dio la vuelta al otro enanito, lo examinó casi con lupa, y le preguntó:
      --¿Y tú, quién eres?
      --Yo me llamo Joe Everest –dijo el otro.
      Entonces Sky Low Low se carcajeó como marinero de trasatlántico, y gritó:
      --Tú no puedes llamarte Joe Everest. Ese nombre es absurdo para un enanito como tú.
      Sky Low Low corrió hasta un muro negro, que estaba entre una cantina y una tienda de ropa vieja y, con una tiza blanca, puso su nombre, con letras grandes…
      --Sky Low Low. Ese sí es un bonito nombre para un enano –dijo Sky Low Low, señalándose a sí mismo.
      --Ese es mi nombre –dijo con harto orgullo.
      Estos enanitos se hicieron amigos y se volvieron uña y mugre. Sky Low Low era la mugre y Joe Everest era la uña. Andaban juntos como si fueran mellizos, unidos por la espalda o por el vientre.
      Se les veía juntos por todas partes, y a veces, muchos pensaban que estaban viendo visiones sin haber bebido ni una cerveza. Eran tan iguales los dichosos enanitos.
      Compartían las cosas como buenos hermanos… Una vez consiguieron un trabajo para uno de ellos. Era algo muy complicado que requería mucha concentración. Por lo mismo, sin que el dueño del negocio supiera que eran dos los enanos, supieron Sky y Joe repartirse el trabajo. Sky iba a las oficinas lunes, miércoles y viernes, y Joe se presentaba los martes y los jueves, y, desde luego, se cobraba un solo sueldo… En otra ocasión, uno de los dos enanos se hizo de una novia, y la novia veía a un enano un día y a otro el día siguiente… También, por las noches, hasta compartían los sueños. Para esto, se cambiaban de cama.
      Pero un día de mucho calor, cuando fueron a un parque de diversiones, tuvieron la triste idea de treparse a la rueda de la fortuna, de doble aro, y la canastilla que los transportaba se zafó de sus engranes y por allá fueron a caer.
      Sky Low Low perdió la vida y Joe Everest se quedó solo, todo golpeado, en el mundo.
      Y cuando Sky Low Low llegó al reino de los cielos y se formó en la larga fila que se entrevistaba con San Pedro, sentía que le faltaba algo, algo que se llamaba Joe Everest… Claro que sí, una parte de él se había quedado en la lejana Tierra.
      Pero la tristeza se disipó por completo, ya que detrás de una nube azul se topó (¡caramba, carambola!) con Joe Everest, quien se acababa de suicidar.
      Con una navaja de boy scout sellaron su amistad, pues se hicieron cortadas en la mano derecha y mezclaron las sangres.
      Y a la media noche, tuvieron la feliz idea de intercambiar personalidades. Joe Everest se volvió Sky Low Low, y el enano Sky Low Low se tornó Joe Everest.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


Sunday, October 13, 2013

BUENAS NOTICIAS


Even if your teeth are falling out, don’t hide your smile. Stronger ones will grow back in!



Sucesos maravillosos que debemos compartir han sucedido en los últimos días. La escritora Nara Mansur, a quien quiero y estimo mucho, ha recibido el Premio Iberoamericano Julio Cortázar con su historia ¿Por qué hablamos de amor siempre? Su cuento será próximamente publicado junto al trabajo de los finalistas del concurso. Nara no sólo es una excelente creadora sino una persona de gran corazón. La conocí cuando trabajaba en la Casa de las Américas y siempre me cautivó su inteligencia y su bondad. Es un honor poder contar con su amistad y su presencia en mi vida, aunque sea de lejos, porque vive en Argentina, con su esposo y su hija Emilia. 

http://www.elnuevoherald.com/2013/08/27/1552798/escritora-cubana-nara-mansur-gana.html

Por otra parte, la bailarina Aida Ubeto Morales completó un hermoso proyecto que estaba desarrollando con niños en Venezuela. Ya hemos publicado parte de sus experiencias en el blog. Su escrito Texturas fue publicado en forma de libro en los idiomas warao, inglés y castellano. Según sus propias palabras, “Después de haber recibido la noticia de que Texturas fue uno de los artículos más leídos durante el año 2011 en la página thegrowingword, me entusiasmé a llevarlo a otros lugares y comunidades con el propósito de apoyar, difundir conocimiento y dejar una huella en la formación de futuras generaciones”. Le deseamos mucho éxito a Aida en sus nuevas aventuras.




A nuestro colaborador José Manuel Domínguez se le ha otorgado una residencia artística. Junto a su grupo de trabajo Antiheroes Project, Domínguez está actualmente desarrollando el montaje de su obra Nomadis, un proyecto que incluye varias expresiones artísticas, entre las que se encuentran teatro, música, danza y cine. Tanto la escritura como el teatro de José Manuel Domínguez presentan, descubren maneras frescas de entender el fenómeno de la creación, a través de situaciones disímiles, muchas veces metafóricas, que buscan resucitar la memoria, los anhelos, el deseo de navegar múltiples canales de comunicación y expresión poética. Para José Manuel Domínguez, no hay barreras. A pesar de haber perdido la visión completamente hace algunos años atrás, no se detiene. Dirige, escribe, ama a su esposa Marangeli y derrama energía positiva por dondequiera que pasa. Su amor por la vida y el misterio de la creación es infinito.


No puedo dejar de mencionar al escritor azteca Eduardo Rodríguez Solís. Eduardo tiene una inmensa capacidad para convertir sueños en palabras. Sus cuentos siempre vienen cargados de magia para hacernos reflexionar sobre la importancia de mirar la vida con un ojo juvenil. Gracias por compartir su talento con los escritores jóvenes y por alentarlos a explorar la belleza del lenguaje. Soy muy afortunada de tenerlo como colaborador y amigo.


“What about the faithful flying man? Have you forgotten him?” –a tiny robot asks. “The flying man is free, beautiful, and unique,” –replies Ms. Dinorah barely recognizing the somewhat robotic, yet humorous voice from one of her dearest memories. Since she finds it very difficult to explain the reasons why the language (channel) has changed, Ms. Dinorah lets herself just flow. She visualizes some audacious childhood heroes: Ulysses, d'Artagnan, le Chevalier de Lagardère, Arthur Burton... The phrase Si tu ne viens pas à Lagardère, Lagardère ira à toi! from the novel Le Bossu by French author Paul Féval comes to her mind. All the classic heroes have suddenly become one in her imagination, and Ms. Dinorah understands. “The Flying Man is fully committed to our spiritual backbone –also known as resurrecting people’s hearts” –she tells the robot. “Who could ever forget him? Who wouldn’t want to thank him over and over again for his everlasting love? Who wouldn’t want to loooove him in return? Who wouldn’t want to see him fly high and wide among the stars?” 


                (The Flying Man -as learned by Ms. Dinorah at a very young age)




                                      (The Flying Man – Your version)




(The Flying Man –Original)



Friday, October 11, 2013

GARABATO No. 26


Foto: Jesús Alejandro

     
Por Eduardo Rodríguez Solís


      Suena la campana.
      El muchacho llega arrastrando un baúl de viaje, que tiene muchas etiquetas de hoteles, líneas aéreas y trasatlánticos.
      Pone al centro de un amplio espacio su “cofre del tesoro”, como él mismo denomina.
      Da un brinco y se sienta arriba de la tapa y deja ver su cara. Ahí se nota tristeza y aburrimiento.
      Ha caminado muchos días y no sabe cuándo va a terminar su “aventura mundana”.
      Cierra los ojos con fuerza y brotan de sus ojos algunas lágrimas. Las gotas saladas resbalan por sus mejillas.
      Mira hacia todos los horizontes y bosteza. Quiere quizás caer en un ensueño interminable. Pero no puede.
      Del cielo cae una piedra del tamaño de una pelota de tenis. Es azul y parece objeto sacado del mar.
      El muchacho se baja del baúl y recoge la piedra. La sopesa, la avienta para arriba y la atrapa al vuelo.
      La huele, la lame, buscando algún sabor agradable, pero después cae en su estado de melancolía. Entrecierra los ojos. No se siente bien.
      Se impulsa y se vuelve a subir a la tapa del baúl.
      Se pone la piedra azul cerca de una de sus orejas, y parece que escucha algo. Son quizás sonidos del mar. No se sabe. Pero hay una sonrisa en sus labios. Algo está pasando.
      El muchacho avienta lejos la piedra azul, y la sigue en su vuelo.
      Ahora se baja del baúl y, con algo de dificultad, abre la tapa. Mete su cabeza. Busca algo. Y saca un sombrero de caballero andante. Se lo pone y camina con mucho garbo.
      Marcha por todos lados, sintiéndose importante, pero pierde el equilibrio y se cae. Llora en silencio y avienta su sombrero dentro del baúl, y cierra estrepitosamente la tapa.
      Brinca y se sienta encima del baúl.
      El muchacho se enconcha y trata de dormir, pero se le hace muy difícil acomodarse. La tapa del baúl tiene muchas molduras que molestan.
      De pronto, un pájaro de papel desciende del cielo. Va amarrado de un hilo casi transparente.
      El muchacho se baja del baúl. Quiere que ese pájaro de papel sea suyo. Entonces se acuerda de algo y va hacia el baúl y abre la tapa.
      Mete la cabeza. Busca, y al rato saca de ahí una jaula.
      Muestra al pájaro de papel la jaula, y el pájaro de papel se va hacia arriba y desaparece.
      Entonces el muchacho arroja la jaula dentro del baúl y cierra la tapa. Luego, se sienta en el suelo y se recarga en el baúl.
      Se pone a llorar y se levanta. Arrastra su cofre del tesoro y se pierde en las penumbras.
      Se va cantando una balada desconocida.
      Suena la campana.     
     


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Wednesday, October 9, 2013

ON MOTIVES





A few days ago, as I was listening to one of my favorite Bible teachers preach a sermon, I started thinking of the motives behind my actions. She was talking about the importance of doing good things for the right reasons. I sincerely agreed with what she said. It would be great if we all did whatever it is we are doing with the full conviction that we are doing it for the right reasons. But, I have noted that sometimes thinking too much about the “whys” –why did I do that, why will I do that, why would I want to do that, why should I do that…-makes me not want to do absolutely anything because I feel afraid that my motives could be wrong. It has the opposite effect. In trying to discern my reasons, and the reasons behind my reasons –which, lately, I have come to believe will never be totally well-defined to me for a good reason- I grow so weary, bewildered, that I even begin doubting any of my deeds can have any positive influence at all.

I will not question my motives anymore. God, not I, is in charge of judging me, myself, my reasons, and my actions. The fact that sometimes I may not be fully aware of the nature of my reasons will not prevent God from doing the good that he wants to do through me. I pray that my motives are genuinely right, but judging myself again and again for doing this or that, or neither, is not my business. There is nothing more wonderful than to enter the rest of God and to have the confidence that He will indeed judge us rightfully. So we can do what we believe to be right. In this respect, I honestly think that, if the reasons behind our so-called good actions are wrong, cloudy, still unclear, God will make sure that we keep learning and growing until our motivations fall into the realm of the right. As the Bible says, “Whatever is good and perfect comes down to us from God our Father, who created all the lights in the heavens. He never changes or casts a shifting shadow.”

Sunday, October 6, 2013

GARABATO No. 25




      
Versos reales de Eduardo Rodríguez Solís


Rasco la tierra.
Busco diamantes o perlas.
Pienso en las canicas transparentes
y en los huesos de ciruela pintados.
Pero no encuentro nada.

Rasco entonces con fuerza
y sólo aparecen lombrices
o escarabajos muertos el año pasado.

Rasco la tierra.
Anhelo sorpresas o pedazos de cuarzo.
Pero nada satisface los ojos del payaso.
La arena o la tierra se endurece
y ni un pedacito de cielo me sonríe.

Rasco la tierra con galleta,
pero la energía se disuelve
y duelen los huesos y los meses.
Y me levanto de la tierra
y veo los panoramas alrededor
y me miro las manos sucias
de tanto rascar en vano,
y respiro mirando el sol,
esperando la salida de la luna.

Rasco la tierra en el pensamiento,
en el ensueño y en las noches
que nunca terminan.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)

Thursday, October 3, 2013

THINGS THAT HAPPEN





1-      It seems that the Text gadget does not work properly anymore.

2-      When I tried to publish a new excerpt on faith and the power of believing from The Bible, I noticed the save button had stopped functioning.

3-      So I removed the entire section from the blog. “Is this the end of it?” I said to myself, “I still haven’t shared my favorite song by the Beach Boys or Golda Poretsky's idea of embracing body love or my favorite scene from Cinema Paradiso.”

4-      I was tempted to be discouraged. I may have felt a bit confused (never depressed, at least not to my knowledge) because I didn’t understand why it happened.

5-      Jesus said to his disciples, “Have faith in God. I tell you the truth, you can say to this mountain, ‘May you be lifted up and thrown into the sea,’ and it will happen. But you must really believe it will happen and have no doubt in your heart. I tell you, you can pray for anything, and if you believe that you’ve received it, it will be yours.”

6-      I wondered whether I would experience the same technical difficulties had I chosen WordPress instead of Blogger as my blogging platform. I created a WordPress blog once but never really developed it.

7-       The grass isn’t greener on the other side of the fence (or so I’ve heard).

8-      (Enter Miss Piggy out of the blue, or, most likely, out of the green: Ooh, sometimes I just adore being moi! –The Diva Code).

9-      I had forgotten that YouTube videos can directly be posted on the blog. (Go for it, sister, go…).

10-   I just adore you, God!

11-  “Faith is the confidence that what we hope for will actually happen; it gives us assurance about things we cannot see,” the apostle Paul reminded me.

12-  Thankfully, in God there’s always a way –even if a gadget breaks.





Tuesday, October 1, 2013

GARABATO No. 24



Paisaje



Por Eduardo Rodríguez Solís


      Ves una película que sucede alrededor de una caída gigantesca de aguas. Te observas actor de la misma y corres por pasadizos de madera y túneles, sintiendo toneladas de agua encima de ti. Abrazas a una rubia artificial.
      Entremiras los paisajes fabulosos, y con tu imaginación te ves cruzando aquellas caídas de agua. Vas sobre un cable trenzado de acero. Hace viento y te balanceas de lo lindo. Imaginas una caída.
      Duermes poco y te despiertas agitado. Observas por una ventana. El sueño-pesadilla no ha sido de tu agrado.
      Te consigues un palo largo, como de escoba, de unos cuatro metros, y te lo pones en la nariz.
      Caminas entonces y equilibras esa vara larga, y ya que dominas la situación, te pones a trabajar en un extremo. Clavas ahí otro palo y cuelgas algunas cosas, como juguetes o collares, y te sales a la calle a caminar con salero, equilibrando siempre ese palo largo. Y ahí vas con tu nariz, sosteniendo ese rimbombante tinglado. Y la gente aplaude como si fueras un artista de circo.
      Entonces piensas en los dioses del Olimpo y pides que te manden un sombrero de copa. Y ves enseguida que tu deseo se hace realidad.
      Amarras ahora el sombrero de copa con un mecate o cuerda, y sigues caminando con tu super aparato que se equilibra con maestría.
      Ahora la gente aplaude y deposita monedas o billetes en tu sombrero de copa.
      Te llenas de felicidad porque sabes que el dinero se necesita. Haces entonces tu caminar más complicado porque amarras el sombrero a tu cintura y con tus manos libres avientas piedras al aire, como perfecto malabarista.
      Caminas por barrios ricos y lugares pobres, y la gente sigue apiadándose de ti, y te arroja lluvias de monedas.
      Estás feliz como una lombriz.
      Complicas tu acto al encontrar en tu camino unos patines abandonados. Te vuelves entonces como un hombre araña que lo puede todo. Te deslizas con gracia.
      Esta rutina la repites día tras día, y el contenido de tu sombrero lo arrojas con estilo dentro de un viejo baúl que tienes en tu casa.
      Te haces famoso y sales en la televisión.
      Pero un día pierdes el equilibrio y terminas tu existencia bajo las pesadas ruedas de un tren rápido. Casi no sientes dolor.
      Te vas al cielo y ahí vuelves a ser el artista de circo de siempre.
      Pero ahí, en lugar de billetes y monedas, te arrojan certificados para adquirir nubes blancas o azules (y te gusta el extraño sabor de esas nubes).
      Cansado de deambular en las tantas nubes decides probar suerte en otros planetas. Consigues un joven pegaso que vuela con rapidez y te vas hasta el planeta Marte.
      Ahí prosigues con tu show, y la gente, que tiene un solo ojo, arroja a tu sombrero de mago unos raros cacahuates dorados, y sabes que esas semillas son un alimento sagrado.
      Tu primera noche en aquellas lejanías, te asomas a una ventana y no hay una luna a la vista. Abres tres cacahuates dorados y te comes las semillas. Te parecen deliciosas. A menos de quince minutos te deshaces como si fueras de cera. Terminas tu existencia.
      Se inicia en tu todo una negrura infinita.
      Lloras y no puedes.
      Se acaba todo, y el pensamiento se queda congelado en tu último deseo.
      El final, que siempre llega, se hace presente y el ensueño de cruzar las Cataratas del Niágara, moviéndose uno por un cable trenzado de acero, se desvanece.
      Se termina la historia, quedando todavía mucha tinta dentro del pequeño frasco de la vida.



Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)