Foto: Isabel Pérez Lago |
Por José Manuel Domínguez
Escribo en silencio mi poema interminable
el poema del hombre que igualmente no terminaun hombre al que le crecen cicatrices y recuerdos
que contempla al final del muelle el mar que sube, la marea inmensa
y va tomando notas de cada instante de la luz, del sol oscuro
de cada visitante, de cada pez
cada medusa que asoma la cabeza blanda entre las aguas
de cada hombre o animal que pasa y grita
o simplemente grita sin pasar por mi poema
De todos ellos voy dejando el trazo
y de las uñas que se clavaron en mi espaldade las veces que he pedido que me claven las uñas
también llevo la cuenta
de las súplicas de que me dejen marcas
para que luzcan como almejas despegadas
y cuando el mar suba y yo me inunde
quiero ser la parte alta de ese muelle
el último vestigio de tierra visitada
un lugar donde anclaron los navíos
y que el poema flote o se hunda inacabado
Quiero que pesen en mis hombros
uno por uno, todos los brazos, los viajes, las maletas los frutos de la tierra, las voces de todas y de todos
especialmente las de aquellos que dijeron, ¿por qué no?
¿por qué no pesar también sobre tu espalda?
por qué no ser parte de ese ruido infinito que te habita
y aparecer tal vez algún día en tu poema.
José Manuel Domínguez es
director de teatro, poeta y narrador. Estudió dirección y actuación en el
Instituto Superior de Arte de La Habana. Se estableció en Miami, Florida, en el
año 2000. Le acompañan en su vida dos mujeres extraordinarias: su esposa
Marángeli y su mamá Loli, así como su perro Sombra.
Hay pianistas que tocan con los dedos. Se les encuentra en bares y en casas de más de cuatro recámaras. Y hay otros ejecutantes que lo hacen con el corazón o con sus entrañas. Domínguez es de los segundos. Los demás son como honguitos que andan por todos lados.
ReplyDeleteEduardo Rodriguez Solis