Por
Eduardo Rodríguez Solís
Toca el trompetista. Son aires barrocos del tiempo de Vivaldi. Al fondo,
hay cuerdas que se tocan con cierta alegría.
Con
esa música nos vemos surcando los canales de Venecia. El agua está medio
contaminada, pero no importa. La majestuosa arquitectura, con sus piedras
viejas, hacen a un lado las cosas malas de la vida.
El
agua de los canales está fría, como témpano. Por algunas ventanas se asoman
mujeres que medio se cubren la cara con mascadas. Por eso decimos que la edad
de esas damas es indefinida.
Las
góndolas (extraña palabra) se deslizan a buena velocidad. Cortan el agua turbia
y uno no puede ver el fondo de los canales. Entonces, decimos que en los fondos
puede haber tesoros escondidos. Y nadie puede decirnos que jugamos con la
mentira.
Toca el trompetista. Y lo hace con maestría. Sus sonidos acarician el
ambiente.
La
música está llena de vida. Es cosa del espíritu que se mete en nuestro
espíritu.
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros
de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales
por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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