Por Eduardo Rodríguez Solís
El
gato siamés se salió por una ventana medio abierta. Brincó la barda de madera y
se sintió libre. Ya podía correr como los demás gatos que andaban de un lado a
otro…. Eran todos gatos que tenían dueño, pero que podían andar como “El gato
con botas”.
Caminaban todos como equilibristas a lo largo de las delgadas cercas, y
visitaban muchos jardines. Y en algunos lados comían lo que fuere.
Pero la comunidad de los gatos vio al gato siamés como un extraño. Ese
gato era distinto. Tenía los ojos bizcos y maullaba de una manera muy rara.
Entonces, Felinus Pavorosus, como su primer dueño lo bautizó, empezó a
ser un felino solitario.
Todos se asustaban con sus miradas y para nada entendían sus maullidos.
Un
día se topó con un individuo que era franco amigo de todos los animales. Tenía
una gata casera, que no salía para nada. Y también se sentía amo o dueño de dos
gatas que tenían su cuarto privado, en una bodega, donde había una puertita
“para gatos”.
El
individuo en cuestión se quedó con la boca abierta al ver al gato siamés. Es
que Felinus Pavorosus era un gato fino, absolutamente distinto a los felinos
que deambulaban en ese barrio.
Y
el gato raro, quizás de alcurnia, se dejó acariciar.
Ante esto, las dos gatas andariegas se mostraron celosas y casi se le
echaron encima a ese Felinus Pavorosus.
El
individuo buscó entonces una buena “posada” para este extraño gato. Y unas
mujeres que tenían tres perros y un gato “que entraba y salía”, se mostraron
super interesadas en adoptar a Felinus Pavorosus, el elegante gato siamés.
Y
se lo llevaron dentro de un pet carrier de plástico, y lo metieron a un baño,
antes de experimentar que “se moviera” entre tres perros y un gato que entraba
y salía.
Pero antes de 24 horas, el gato elegante se salió del baño y se enfrentó
a uno de los perros, y casi se batió a muerte con el gato que entraba y salía.
Y
antes de otras 24 horas, el gato siamés “hizo sus maletas” y se fue a vivir con
el papá y la mamá de una de las mujeres que bien tenían su pequeño zoológico.
Y
así fue cómo Felinus Pavorosus llegó a un rancho, donde había vacas y caballos…
Ahí se volvió dueño y señor del lugar… Andaba entonces detrás del señor de la
casa y, cuando había béisbol por televisión, el gato siamés se echaba en las
piernas de aquel su nuevo dueño… Se la pasaba de lo lindo…
Pero, ¿quién era quién? ¿El viejo vaquero era el dueño del gato
elegante, o el gato elegante era el amo y señor de ese territorio?
“Sepa la bola…” (Como dirían en una colonia popular de la ciudad de
México).
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros
de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales
por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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