Petronila Nepomucena Dolores,
que se llamaba así, y que no se quitaba ninguno de sus nombres, porque decía
que así completo, su nombre sonaba como el canto de un pájaro azul, vivía en un
viejo castillo, absolutamente abandonado, muy cerca del río Rhin.
Ella solita, había construido
en el gran patio del castillo, en el mero centro, una casita que era como la
cabaña de unos leñadores. Ahí vivía.
Y en lo que era el verdadero castillo,
no habitaba nadie, y si alguien caminaba por ahí dentro era o un ratón o una
cucaracha.
Este castillo tenía más de
cincuenta habitaciones o cuartos o salones. Y en cada puerta, Petronila
Nepomucena Dolores había pintado un número con gris blanco… Esto lo había hecho
para saber dónde estaba, si es que se le ocurría merodear por la prodigiosa
edificación.
En la parte norte del gran
patio del castillo había un jardín que tenía flores de todos tipos y colores.
Ahí se pasaba las horas Petronila Nepomucena Dolores.
Un día, de los primeros de una
primavera, estaba la niña Petronila Nepomucena Dolores limpiando y recogiendo
hojas secas y conchas de caracoles de su jardín… Y al mover tierra, levantó una
piedra de río, y le dio la vuelta. Y tremenda sorpresa tuvo Petronila
Nepomucena Dolores. Ahí estaba la carita de una mujer que parecía muy elegante.
La carita se movía, y cerraba un ojo, y otro, y se sonreía.
Luego, el pequeño rostro se
desdibujó y aparecieron unas palabras: “Ven mañana, a la misma hora. Te
conviene”.
Petronila Nepomucena Dolores
colocó la piedra en su sitio, en el suelo, y se alejó del jardín, y se metió en
su casita de leñador.
Petronila Nepomucena Dolores no
pudo dormir esa noche. Estaba muy inquieta, dando vueltas y vueltas en su
colchón…
Y de pronto se vio al lado de
un joven, que parecía el hijo de un rey o algo así… Este joven le extendía un
anillo con diamantes de verdad. Era el regalo de un enamorado de Petronila
Nepomucena Dolores. Era el nuevo novio que se le cruzaba en su camino.
Cuando el único gallo del castillo
y sus alrededores se puso a cantar, Petronila Nepomucena Dolores pudo ver por
la ventana los primeros rayos del sol.
Entonces se comió la mitad de
una manzana y se fue al jardín… Y levantó la piedra del río y le dio la vuelta.
La carita le sonrió y apareció
el siguiente texto:
“Te vas a la puerta veinticinco
y te metes”.
Al rato, entró por la puerta
veinticinco y buscó por todos lados. Hasta que de una hendidura del techo vio
un hilo que colgaba, con un sobre.
“Tus palabras mágicas son ‘su-alma’ Guárdalas, valen mucho. Y mañana, te
vas a ver a tu amiga, la piedra del río”.
Ese era el mensaje extraño.
“Su” y “alma” eran palabras mágicas. Pero, ¿de qué magia se trataba?
Ya en su cuarto de leñador,
Petronila Nepomucena Dolores pegó una hoja en una pared, al lado de una copia
de un dibujo de Picasso, y escribió las palabras “su” y “alma”.
Luego se puso a reflexionar y
decidió “mandar todo a volar, palomas” y se olvidó de la supuesta magia que
empezaba en la piedra del río.
Petronila Nepomucena Dolores
quiso entonces ocupar su día haciendo mermelada de moras.
Agarró un “moral” o bolsón y se
salió de los límites del castillo, y se fue hasta la cúspide del Cerro de la
Cruz. Ahí había un buen sembradío silvestre de moras.
Cantando una tonada vieja, se
puso a recoger las frutillas más oscuras. Y un grupo de cardenales pasó
volando, y de ellos cayó una piedra que tenía como envoltorio un papel. Ahí
dentro había un mensaje:
“Todas las palabras que nacen
de las piedras del río tienen su encanto. Júntalas y, con la mitad, descifra el
misterio…”
Con un poco de miel que le
regaló una viejita, y con sus moras, estuvo Petronila Nepomucena Dolores toda
la tarde haciendo su mermelada.
Y pensaba a cada rato en el
mensaje de los cardenales.
Un amigo halconero, que tenía
aves que volaban hasta casi las estrellas, le regaló a Petronila Nepomucena
Dolores un poco de pan… Probó entonces la niña su mermelada y se pudo sentir
llena de vida y de felicidad.
Petronila Nepomucena Dolores, a
lo largo de cinco o seis días, en las mañanas, prosiguió con la extraña rutina
de la piedra del río, y pudo abrir algunas puertas del castillo.
Y la piedra del río le comunicó “que ya había juntado sus palabras”.
Entonces había que empezar a hacer ordenaciones de vocablos para obtener el
mensaje final.
Petronila Nepomucena Dolores
anotó todas las palabras en la hoja de papel que tenía en la pared de su
casita.
Su * alma * misteriosa * luna *
de * noche * arrugado * pergamino * estrella * preciosa * calor * viene *
tocando * madera.
Lo intentó varias veces, y no
pudo con el mágico juego.
Entonces, toda llena de
tristeza, Petronila Nepomucena Dolores se puso a observar el paisaje que se
veía a través de su ventana, y vio más allá de los muros del castillo… Hasta
que un cardenal llegó volando…
--Te voy a ayudar –dijo el cardenal.
El hermoso pájaro rojo recortó
las palabras del papel pegado en la pared, y tiró a la basura la mitad.
--Ahora, te voy a poner las
palabras en orden para que te acuerdes de Granada –dijo el cardenal.
“Su luna de pergamino preciosa
viene tocando”.
--¿Y quién escribió esas
palabras? –preguntó Petronila Nepomucena Dolores.
--Sólo te dijo las iniciales de
su nombre –dijo el cardenal.
Y con su pico, en un pedazo de
madera clara, puso una “efe”, una “ge” y una “ele”.
Petronila Nepomucena Dolores se
quedó unos meses “en la luna”, pero, al final, supo la verdad escondida…
Cuando conoció el nombre del
poeta, salió Petronila Nepomucena Dolores al jardín, y dibujó en varios
lugares, en la tierra, las palabras del escritor.
Y desde ese día, siempre, en la
estación que fuera, hubo flores vivas y relucientes en su jardín. Nada se
marchitó. Absolutamente nada.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina
ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York.
Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
No comments:
Post a Comment