Monday, January 6, 2014

GARABATO No. 39


      


Por Eduardo Rodríguez Solís


      Este Bonifacio, que por su nombre tenía un rostro amable, estaba en la cárcel por haberse robado una manzana, ya que el hambre le hacía ruidos en su estómago.
      Era huésped de la prisión de Alcadelante, lugar que era muy parecido a la cárcel de Alcatraz. Estaba en una celda muy pequeña, y tenía de vecino, en la celda de enfrente, a un viejo que había matado a pistoletazos a un vagabundo.
      Y ese huésped de edad salió de Alcadelante, gracias a una maniobra inteligente de su abogado. Una fianza (bond, en inglés) de muchos dólares lo puso en libertad.
      Pero Bonifacio, que tenía las bolsas agujeradas, no tenía esperanzas de ver otro sol y otros pájaros que vuelan hacia muchos horizontes.
      Al año siguiente de la salida del viejo “matador de vagabundos”, pusieron en la celda de enfrente a un payaso del Circo Unión. Este personaje llegó a la prisión de Alcadelante con su disfraz: trapos de colores, guantes rotos en las manos, una bola roja sobre la nariz y zapatotes gigantes. Lo metieron a la cárcel por haberse comido unos cacahuates (seis solamente), después de una función circense. Los cacahuates estaban tirados entre la basura que dejó el público.
      Este payaso le regaló a Bonifacio una botella con un elíxir muy especial. Era un líquido que había que beberlo, a traguitos, a media noche. Pero Bonifacio “le sacaba al parche” (expresión que en México quiere decir “tenía miedo”).
      Entonces la extraña botella se quedó en un rinconcito de la celda de Bonifacio. Ahí, le hacía compañía a una imagen de la Virgen de Guadalupe.
      Y una noche, el bueno de Bonifacio, después de haber visto las estrellas a través de la pequeña ventana de su celda, se animó a beber un trago de aquel “mágico brebaje”.
      Enseguida, todo le dio vueltas y algo sintió en una de sus manos. Entonces, abrió las manos y se sorprendió al descubrir que tenía once dedos.
      Un poco atontado, giró la cabeza hacia la pequeña ventana, y vio por ahí muchas bailarinas dando brincos por doquier.
      Tomó entonces otro trago del elíxir, y volvió a sentir algo en sus manos. Y, caramba, ahora tenía doce dedos, y en la ventanita había un pájaro dorado que reposaba tranquilamente.
      Bonifacio dejó de tomar tragos del extraño brebaje, y puso de nuevo la botella cerca de la Virgen de Guadalupe.
      Se vio enseguida las manos y ya tenía solamente diez dedos.
      La noche siguiente quiso repetir la rutina de los tragos, pero la botella había desaparecido… En su lugar había un papel con unas palabras. Había ahí un mensaje…
      “Tu imaginación es muy portentosa. Tú puedes, si quieres, ser el dueño de este mundo. Todos los hijos de Dios tienen esta alternativa.”
      Bonifacio, el hombre del rostro amable, que estaba en la prisión de Alcadelante, se llenó de optimismo y siguió con su solitaria existencia. ¿Qué otra cosa podía hacer?
      Bonifacio y el payaso se hicieron viejos y tuvieron que usar sillas de ruedas para moverse, y un día se enteraron que el Central Park de la gran ciudad había recibido el nombre del viejo “matador de vagabundos”.
      Cuando nuestros amigos conocieron la noticia, se quedaron unos minutos en silencio.
      --La gloria es para los que tienen el poder –dijo en voz baja el payaso.
      --Pero en el reino de los cielos todo tiene que ser diferente –comentó Bonifacio.
      Y giraron en sus sillas de ruedas. Y lo hicieron con fuerza, con mucha seguridad.


Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)


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