Foto: Jesús Alejandro |
Por Eduardo Rodríguez Solís
Este Joaquín Salgado, que es el
personaje del cuento de hoy, una vez se llenó de fortuna. Tenía años de buscar
en el suelo, en la basura, en cualquier lado, algo que los niños tiran a la
basura cuando hay aburrición. Ese algo eran cochecitos de metal con ruedas de
hule, que eran copias exactas, a escala, de automóviles de muchos modelos.
En un ropero viejo que le había
dado su abuelo ponía sus minúsculos tesoros. Y ahí, señoras y señores, había de
todo. Cadillac, Ford, Mercury, Studebaker, Volvo, Fiat, de todo, y de todos
colores.
Y el día de la fortuna llegó…
Alguien tocó en su ventana. Era un hombrecillo muy pequeño que parecía árabe.
Vestía todo de rosa y su turbante era muy hermoso.
--Soy el Señor de la Fortuna
–dijo el pequeño ser.
Vinieron entonces los discursos
y las explicaciones, y Joaquín Salgado se dio cuenta que este fantástico ser
era un mago bueno. Hacía que las cosas se volvieran de verdad.
Este hombre de la fantasía que
se llamaba Racarraca, sacaba un alfiler dorado que traía en su turbante, y con
ese instrumento tocaba algo, y ese algo cobraba vida.
Un oso de peluche se volvió de
verdad, y lo tuvieron que llevar al zoológico. Una casita de plástico, que
pusieron en un parque, al lado de unos árboles, se volvió una bonita casa de
dos pisos, que luego fue regalada a una familia que dormía en la calle. De un
avión de madera se hizo un potente avión de dos turbinas, y muchos niños se
pudieron ir a Disneylandia.
Pero lo increíble de esta
historia empezó cuando Racarraca descubrió el gran tesoro de Joaquín Salgado.
--Con estos coches te vas a
volver famoso –dijo Racarraca.
Y tomó un Cadillac, que sacó a
la calle. Luego, empuñó su alfiler dorado y el coche creció hasta volverse una
belleza de vehículo.
Después del milagro, la gente se acercó y muchos querían comprar el
dichoso coche.
Acto seguido, se repetía la
acción con otros cochecitos y la gente (la gente que no tiene nada que hacer)
se acercaba y casi se mataba por el nuevo automóvil.
Fue entonces cuando Joaquín
Salgado y Racarraca se fueron a un terreno abandonado y ahí le dieron vida a
otros cochecitos. Y pusieron un letrero muy grande: “Los mejores autos usados.”
Luego elevaron globos llenos de gas y toda
la gente se dio cuenta que había llegado la hora de adquirir un auto diferente.
Porque ahí, en ese negocio de autos usados, había de todo… Porsches, Mercedes
Benz, Ferrari, y hasta limosinas largas y elegantes.
Ah, pero los dineros se
guardaron en el banco, separando, siempre, un cincuenta por ciento de las
tremendas utilidades. Esta parte se repartía en las noches. Y las puertas de la
gente que apenas si vivía amanecían con una lata de conservas vacía, repleta de
billetes de veinte.
Joaquín Salgado decía que su
acción era semejante a todo lo que hacía Robin Hood, un asaltante inglés que
robaba a los ricos, y que repartía parte de sus ganancias entre los pobres.
Racarraca le decía a cada rato:
“Joaquín, amigo del alma, te vas a hacer famoso y te vas a ganar un lugar en el
cielo.” Joaquín cerraba los ojos y al rato ya estaba sumergido en un sueño
profundo… Estaba entre nubes, vestido todo de blanco… Ya no vivía la existencia
nuestra, estaba en otra esfera, en otro mundo…
Y sí, cuando Joaquín Salgado
dejó de existir entre nosotros, se fue directo al cielo. Bueno, eso me dijeron
los ángeles, que lo saben todo.
Racarraca desapareció del mapa
y los niños aburridos siguieron tirando cochecitos a la basura. Y, claro, los
coleccionistas de esos juguetes siguieron con esa vieja tradición de llenar los
roperos de los abuelos… Pero ya no hubo alfileres dorados que transformaban la
realidad.
Eduardo
Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el
primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que
vestía pulgas. Su cuento San Simón de
los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con
guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido
representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive
y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
No comments:
Post a Comment