Por Ms. Dinorah
“He
canvassed his system. No ailment was found, and he investigated again. This
time he thought he could detect colicky symptoms, and he began to encourage
them with considerable hope. But they soon grew feeble, and presently died
wholly away. He reflected further. Suddenly he discovered something. One of his
upper front teeth was loose. This was lucky; he was about to begin to groan, as
a “starter,” as he called it, when it occurred to him that if he came into court
with that argument, his aunt would pull it out, and that would hurt. So he
thought he would hold the tooth in reserve for the present, and seek further.
Nothing offered for some little time, and then he remembered hearing the doctor
tell about a certain thing that laid up a patient for two or three weeks and
threatened to make him lose a finger. So the boy eagerly drew his sore toe from
under the sheet and held it up for inspection. But now he did not know the
necessary symptoms. However, it seemed well worth while to chance it, so he
fell to groaning with considerable spirit.”
Mark
Twain, The Adventures of Tom Sawyer
Y no lo había reconocido. Era verdad, él estuvo
allí también, de una manera especialmente inmaterial, trazando las palabras en
una pizarrita: “Te quiero” –escribió Tom. ¡Qué bueno era leer, escuchar,
recibir una tenue imagen del futuro! No entender, no saber, experimentar la
sensación. Becky suspiró. De haber sabido que era él, le hubiese dicho muy
bajito, antes de pasar a la página siguiente: “Algún día me voy a enamorar de
ti, Tom Sawyer”. ¿Qué libros leía Tom? ¿Quién era él en realidad? ¿Un gángster,
un pirata, un actor, un autor, un personaje, un muchacho sin corazón, un héroe
misterioso? Para Becky, Tom representaba la alegría, el regocijo, la esperanza
del lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, aunque no
había escuela en el pueblo de St. Petersburg los fines de semana.
“Si Tom apareciera…”. Becky miraba distraída la
palma de su mano, rebosada de líneas extendiéndose hacia todas partes. Las
aspas del molino incrustado en el lago revoloteaban en su imaginación. Becky se
humedeció los labios. Sus fuerzas flaqueaban. Se sentía desfallecer frente a aquel trasto de hierro que daba vueltas sin cesar. Fue entonces que escuchó decir a sus espaldas: “Que nadie te vea llorar sudar”. ¿Habría
sido el maestro? ¿Su propio organismo avergonzado? ¿Una voz azul perdida entre
la tierra y el mar? No había sombra por ningún lado y Becky estaba sudando a
chorros. Exploró la isla lo mejor que pudo, ni rastros de Tom. Mucho ruido, eso
sí, y buenas intenciones, almas buenas y náuseas terribles del calor. “Tom
Sawyer, you are just as mean as you can be” –quería gritarle Becky. “You know
you’re going to tell on me, and oh, what shall I do, what shall I do!” Becky caminó erguida hasta el famoso
carrusel del progreso sin dejar escapar a Tom de su cabeza. “Girls’ faces
always tell on them. They ain’t got any backbone”, había dicho él alguna vez. “All
right, let her sweat it out!”
Becky se desmoronó sobre el asiento justo antes de
que apagaran la luz y comenzara a deslizarse la plataforma mágica del carrusel.
No quería sudar más. Al menos no de esa manera ficcional y sin llegar a conocer
al verdadero Tom, su color favorito, su
deporte predilecto, su libro de cabecera, su eficaz sistema inmunológico, sus alentadores
descubrimientos en el campo de la medicina natural. “Tom, Tom…yo también te
quiero” –susurró en la oscuridad. En ese instante, a Becky se le ocurrió sondear al ilustre
pastor Clemens. “¿No sabrá él acaso el paradero de Tom?”. Resultaba casi
imposible no admirar a Samuel Clemens, el encargado de la vida espiritual y la
administración de la región. De ser examinado, él diría la verdad, sólo la
verdad y nada más que la verdad. El pastor Clemens aventajaba a sus fervorosos
compatriotas en el arte de la cirugía pues tenía la “gracia” de atravesar mentes
ajenas fácilmente, sobre todo la de Becky y la de Tom. Cuando la plataforma se
detuvo, Becky se levantó y caminó arrastrando los pies hacia la puerta de
salida. Ya había oscurecido. Un frío intenso le entró en el pecho, dolor,
desdén. ¿Qué quería él en realidad? No el señor Clemens sino Tom, el exclusivo
y fidedigno Tomás Sawyer. ¿Qué había en común entre ellos dos? Becky recordó que
debía perdonar, perdonar otra vez, sobre todo perdonarse a sí misma por dejarse
ilusionar, perdonar la frialdad de Tom en su papel del Tenebroso Vengador, dejar ir, dejar ir.
Contempló la posibilidad de amar a Tom profundamente,
aunque él no tuviera sentimientos, y no pudo evitar que le corriera una
diminuta lágrima por la mejilla. Sin darse cuenta, había llegado a la cerca de
madera que dividía la ponderada isla en dos novelas. Soñarlo,
plasmar su imagen sobre el flamante letrero de la cerca que él mismo había
estampado años atrás: Tom ♥ Becky. Pero ella añoraba amar a Tom, no adjudicarse una caricatura suya grabada en una tabla. El
Tom real -bueno, malo o regular- era mil veces mejor que el simulacro, por muy profesional,
atractivo y relevante que éste último luciera. Después del soberano éxito y la popularidad
del héroe, Samuel Clemens le había concedido a Tom libertad condicional para formar
su propia banda de maleantes junto a Huck Finn, el Manos Rojas, y Joe Harper, el
Terror de los Mares. Y Becky no podía cuestionar al distinguido señor Clemens,
mucho menos controlar el desarrollo de la acción. Agradeció al pastor por
haberle permitido formar parte del elenco y caminó, caminó, caminó sin mirar
atrás, ni a los costados, en busca de un foco de luz menos teatral, quizá más
transparente. Legitimarse en su perfecta y palpable imperfección, sin maquillaje, sin vestido, sin peinarse, con una o dos libras de más. ¿Y por qué
no? Para Becky, sólo el amor (ciego) podía engendrar la maravilla. Para Tom, sus
heroicas invenciones, las gloriosas transacciones y el ejercicio físico. ¿Qué
veía él que ella no lograba ver?
Otra vez, el sudor.
*Las citas en inglés han sido extraídas del libro The Adventures of Tom Sawyer,
de Mark Twain.
las aventuras de tom sawyer es uno de los libros mas fantasticos que se han escrito, todas las aventuras de tom y huck tienen sucesos que enamoran a los lectores. es un libro para ninos y adultos.
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