Por Eduardo Rodríguez Solís
Violentina se llama la niña.
Apenas va en primer grado, y tiene amigos del Kindergarten. Mal, canta
canciones que oye de la radio. Es desentonada, pero ella, la Violentina, lanza
sus gorjeos y le gusta la música que hace.
Cuando camina trata de patear
piedras o corcholatas, o lo que se vea mal en el piso. Le gusta que las calles
estén limpias.
Pero un día le sucede algo
extraño. Recoge una piedra y la arroja hacia un lado, y se da cuenta que ahí
hay un agujerito misterioso. No mete los dedos ni la mano y prefiere volver a
poner la piedra sobre el orificio.
Cuando regresa a su casa, va
cantando por el camino, pero una abejita le ronronea dentro de su cabeza. Es el
misterio del agujerito. Se imagina entonces cosas raras. Ve salir del orificio
una víbora de muchos colores, que se vuelve de pronto príncipe de cuento. Tiene
el personaje ilustre un traje de terciopelo color guinda y un sombrero dorado
de ala ancha. Canta canciones que la niña Violentina no conoce.
La noche se hace estrellada y
Violentina no puede pegar los ojos. El misterio del agujerito la está volviendo
como loca. Busca su osito de peluche y lo abraza. Bombón, que así se llama el
amigo oso, le dice que se relaje y que busque el sueño reparador. Entonces
Violentina cierra los ojos y se va a volar por las nubes.
Al día siguiente Violentina
quiere ir hasta donde está el agujerito. Corre hasta el lugar sin cantar
canción alguna. Parece una gacela moviéndose por el horizonte.
Ya en el sitio, trata de quitar
la piedra, pero parece que está pegada con cemento. Busca entonces un palo y
una piedra grande, y golpea con fuerza. Pero no pasa nada. Entonces como que
hace pucheros, y está a punto de llorar… Pero la piedrecilla salta mágicamente
y deja el agujero libre.
Violentina mete un dedo y saca
la punta de un listón azul. Se pone a jalar y el listón va cambiando de
colores. De azul se vuelve negro, de negro se vuelve amarillo, de amarillo se
vuelve rojo.
Surge entonces una especie de payaso, que
tiene cuatro brazos. Lleva un traje blanco con bolas color naranja. Este
personaje del circo resulta que es un mago, que cambia las cosas. Con una de
sus manos toca un árbol que se vuelve un perrito que ladra. Con otra mano toca
las aguas de un arroyo que no estaba ahí, y las aguas su vuelven confetti de
muchos colores.
Del mismo agujero salen muchos
insectos que hacen música y que danzan.
Violentina está con la boca
abierta, y casi no cree en aquellas fantasías… Por eso se pellizca en la cara.
Pero toda la locura sigue adelante.
La niña le ordena al payaso que
desaparezca.
Y todo vuelve a la normalidad.
La piedra tapa de nuevo el orificio misterioso.
Violentina se va de ahí,
cantando las canciones de siempre. Pero va decidida a no volver jamás a esa
calle del agujero extraño.
Piensa la niña que las calles
son tantas como las letras del alfabeto, y que no pasa nada si borra de la
lista la calle “pe” de payaso.
--Nunca más regreso a la calle
“pe” –comenta en voz alta.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en
muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en
Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
inspiracion es necesaria
ReplyDeleteFelicidades
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