Por Dinorah
Pérez-Rementería
“No te refugies en la inseguridad del mundo
no te refugies en tu cólera divina no te sientas noble ni sabio ni correcto.
No soy correcta. No quiero ser una persona correcta.
A veces me voy y no me despido
no digo adiós ni esta boca es mía.
A veces vengo, ¿viniste?, ¿lo dijiste?”
Nara Mansur: “Muerte del poeta en la revolución”, Un ejercicio al aire libre
Cuando leo la obra de Nara Mansur, la noción que
tengo sobre la poesía se enriquece. Una palabra apasionada, impulsiva, que
escarba poco a poco en nuestra psiquis, nos remueve las vísceras, los sueños,
la imaginación. Una palabra que ama y se filtra sin temores en lo que nadie
quiere: sensibilidades rehusadas, minúsculas, incongruentes, escombros de lo
que alguna vez fuera nuestra maravillosa humanidad. Una palabra llorosa,
vulnerable, femenina, desprendida del papel. Una palabra que intenta recuperar perfiles
“incorrectos”, figuraciones, términos, voces que no pueden alojarse conformemente
en la representación verbal, ni en ningún otro tipo de representación, ni en
las metodologías lingüísticas o gramaticales, ni en construcciones esquemáticas
de redacción y estilo. Una palabra-aliento, añoranza, espíritu, energía, fibra
mental, dispuesta a moldear los huesos áridos del pensamiento.
Y digo espíritu porque la poesía de Nara logra
salirse de lo que pudiéramos comúnmente registrar, catalogar como “poema” para
alimentar instancias cotidianas así como otros cuerpos y señales, utilizando la
sustancia creativa. Su poesía rehabilita la dramaturgia y la crítica teatral, la
ficción, diálogos casuales edificados a través del correo electrónico y muchos otros
sucesos que arman el relato de su vida. Nara no sólo escribe, compone, estudia,
diseña una arquitectura muy característica de lo poético sino que ella misma se
ofrece a modelarlo, lo personifica. Se convierte en la configuración humana de
su poesía. Dice la autora en su poema Disolución
del método: “Posibilidad de crear mi propia representación. Posibilidad de
convocar a los espectadores.” Nara se recrea en la mera entidad poética que probablemente
la ha engendrado y que le suministra posibilidades infinitas de despertar,
provocar una vocación intuitiva similar en sus lectores/espectadores/estudiantes/camaradas.
Su poesía nos conduce a descubrir lo sensual y femenino en la belleza sin
afeites, el anhelo de amar y ser amada, sensaciones que nos resultan familiares
y, al mismo tiempo, tan foráneas, inaccesibles. ¿Será acaso porque la esencia
femenina requiere, como la poesía, de una actitud heroica, arrojada, innovadora
para florecer?
Nara asume lo poético como fundamento, soporte,
médula en la que confluyen incidentes literarios y sucesos cotidianos, amigos,
enemigos, personajes que se parecen a ella misma, o a individuos que conoce,
olores, sabores, contradicciones, sentimientos. Lo poético asumido como acción,
disposición, situación, sentido del humor. Nara se permite habitar la poesía mientras
hace el café del desayuno, prepara a su pequeña hija Emilia para llevarla al
jardín infantil, imparte un seminario, escribe una carta a sus padres o un
ensayo, colabora en un proyecto, o simplemente, observa quietecita la figura (in)visible
del hombre que ama. Su poesía se transforma en práctica diaria, maniobra
vívida, anímica, estimulante, un ejercicio natural, o como la propia Nara dice,
“al aire libre”, que atrae a todo aquel que se cruza en su camino. Se esfuma la
mujer, su alma rebelde, en un rosario de imágenes “deshechas en menudos
pedazos,” anota ella, despojos, residuos que sólo confirman la imposibilidad de
condensar su dolor, de transcribir su dolor, que podría residir en el dolor de muchos,
quizá de todo ser humano, en un verso que no la satisface, ¿cómo podrían las
letras, las cifras, las representaciones remediar, fortalecer, tranquilizar el
alma?, pero que la descubre espléndidamente ante nosotros.
“Quiero que me conozcan. Quiero ofrecer algo” -me
parece oírla. Leo sus poemas, sus misivas electrónicas, y puedo reconocer su
voz, su historia, que puede ser mi historia tal vez, con matices diferentes, o
la de cualquier otra mujer. Su proyecto: ofrecerse en sacrificio, transfigurarse en la heroína-amante de una
historia de amor fiero, verdadero, obstinado, imprescindible, redimir a los que
sufren, resarcir mediante la palabra a los que tiene cerca y a los que viven
lejos, en la dimensión de sus recuerdos, involucrarlos, recobrarlos, aunque la
sangre corra y le cueste incluso su felicidad. Escribe Nara en Bridge Over Troubled Waters, “Le
confieso a mi madre que en la imaginación/ es la felicidad perfecta/ aunque no
sepa disfrutar casi nada ya/ y entre las hebras de mi pelo/ aparecen las
palabras perdidas/ como los platos y las bebidas de un menú”. Recuperar la
condición poética o “perdida” para aprender otra vez a saborearla. “¿Y eso en
qué nos ayuda a vivir?”, pregunta Nara, y
yo, la verdad, no sé qué responder.
Preferimos soñar, intuir, idear, sabemos que ofrendarse
implica un acto de fe, “un gesto
revolucionario”, diría ella; la otra opción sería hipnotizarse, adormecerse, esconderse,
anestesiarse. “Avanzar se me hace necesario/ para dejar atrás los fragmentos de
mí misma/ una serie de cuerpos, pequeñas cárceles/ los casuales sorbos de agua,
las revoluciones abortadas/ las uñas coloreadas con sus lágrimas secas”, confiesa
Nara. Avanzar, atravesar la tormenta de palabras, abstracciones, la nostalgia,
una nota musical. Entonces logramos advertir la fusión de lo poético en deseo,
un gesto íntimo, imperceptible, su ferviente voluntad.
Este texto sobre la literatura de Mansur está escrito con mucha fuerza. Se siente la emoción de la escritora Dinorah. Se suelta el pelo la pensadora y juega con inteligencia. Y la nota que habla de la obra de una poeta se vuelve un texto muy personal, que se escribe con mucho equilibrio. La Dinorah sabe acomodar las palabras y todo ese resultado hasta parece un buen escrito poético... Qué bien escrito está el documento... Qué bien suena si uno lo lee en voz alta...
ReplyDeleteEduardo, un millón de gracias por su comentario, sii, creo que es un documento escrito no tanto como crítica literaria sino como una persona que conoce más dcerca al objeto de estudio, que es en este caso Nara, conocí a Nara en 2001, cuando comencé a trabajar en la casa de las americas, en Cuba, y pues gracias a esta oportunidad he visto cómo lo que escribe y hace en la vida real impacta a las personas, lo mismo si son estudiantes oficiales, o estudiantes extra-oficiales como lo era yo. Ella fue una de las personas que tuvo que lidiar con miis primeros textos y corregirlos, darles forma y canalizar voz, tambien la directora del dpto Vivian, le puedo asegurar que esos textos no habrían recibido sus elogios hoy, :) creo que Nara no cabe en el papel, este texto fue inspirado por algo que ella dijo en una ocasión,
ReplyDeletequisiera que todos nuestros gestos sean poéticos, y luego escribió dos textos que aunque no menciono creo que nutrieron mucho la energía de este texto sobre ella, yo no podría decir si eran poesía, ficción, teatro, o todo junto, o algo más, o espíritu puro y el espíritu se transfiere. Something like that!
Gracias otra vez!