Por Eduardo Rodríguez Solís
Traigo encima unas Cataratas del Niágara que no me dejan ver las cosas con
claridad. Y sufro, en la base de la columna vertebral, de un dolor casi
crónico. Es que estoy tojo. Y si alguien me pregunta, ¿qué es eso de tojo? Yo
contesto luego luego: “Es que estoy tojo… Todo jodido.” Son los años y
los sufrimientos. Gulp.
Pero hay felicidad en mi alma.
Ayer llegó Erika, después de hacer compritas. Y me trajo un regalo. Una gatita
que encontró a la entrada de un freeway. Se trata de un felino amigable. Se le
puso nombre: “Arroz con mole”, porque es blanca y tiene manchas como salpicones de mole
(especie de salsilla mexicana, que se ha vuelto ya muy internacional). La dichosa
gatita come, hace de las suyas y duerme que da gusto. Es un animal muy educado
(parece ex alumno de Rice University).
También acaba de llegar un
paquete de Miami. Lo manda un amigo que fue de visita a Cuba. Este amigo es muy
activo, y casi casi es un ángel del Señor. En el paquete venía un DVD de música
cubana. Ese regalo es magnífico. Lo manda una cubana que era periodista y ahora
se dedica a cosas de la música. Ella es una buena persona. Sus raíces lejanas
vienen del África. También, la mujer ha enviado una bolsita tejida por ella,
para los anteojos. Se trata de una pieza de artesanía caribeña. Es algo que
tiene su valor.
En el DVD hay un fragmento de
una película en blanco y negro. Benny Moré canta, acompañado por un grupo que
se parece a la Sonora Matancera. Baila con mucho garbo alguien que me recuerda
a Ninón Sevilla. Y de pronto, un cómico mexicano, Fernando Soto “Mantequilla”,
baila la rumba rumbera.
Mole, la nueva gatita, duerme y
se parece a una montaña nevada, que está pegada a la ciudad de México. Ese
accidente geográfico, que tiene su leyenda, es “La mujer dormida”, la compañera
del Popo (volcán siempre vivo).
Hace calor. Casi 100 grados.
Parece que los dioses están enojados. Prenden lumbre y avientan el calor. Y
nosotros recibimos estos malestares… Pero los malestares del calor, no son tan
intensos como lo que traen las Cataratas del Niágara y esa columna vertebral
que apenas si se sostiene.
Pero, con todo, hay felicidad
en nuestra alma.
Y más, si se nos ha ocurrido
imprimir una virgencita de Guadalupe que me mandó en un email mi hija… El
ícono, la imagen, la he colocado en un marco verde claro.
Y aquí les va con toda su magia
y su santidad mexicana…
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en
muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en
Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
Esta virgencita de Guadalupe es un gran estandarte de los mexicanos. Es algo que se lleva cerca del corazón. Es como la bandera nacional (verde, blanca y rojo, con su águila devorando una serpiente). Se cuenta en las historias antiguas que los primeros religiosos construyeron un templo encima de un adoratorio de los indios. Pero la gente, el pueblo, no asistía a los oficios, porque no se sentía en casa. Entonces, algunos religiosos tuvieron la grata idea de pintar una virgen morena, siguiendo los rasgos de la virgen del Pilar. Y pusieron el cuadro dentro del templo nuevo, después, ya la gente se identificó con la imagen. Luego vino la agraciada leyenda de las apariciones de la virgen de Guadalupe.
ReplyDeleteinteresante!
ReplyDeleteGracias por compartir este comentario
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