Por Eduardo Rodríguez Solís
A
Margarita Cabañas, muchachita que vivía sola, en un departamentito de una
recámara, le sucedió algo de verdad extraño.
Andaba
caminando en las afueras de la Catedral Metropolitana, de la ciudad de México,
cuando, de no se sabe dónde, le cayó una piedrita, envuelta en un papel.
En la
hojita color rosado había un mensaje, con algunas faltas de ortografía.
“Cualquier savado, si te
asomas por la rendija circular de piedra, en la fuente de la Catedral, biendo hacia el Sur, ciendo las siete de la mañana,
descubrirás una luz roja en el orizonte.
Si lo haces, ese día tendrás una zorpresa.”
Margarita Cabañas leyó varias veces el mensaje, y se dijo:
--Hoy es
jueves, y al sábado vengo por aquí.
Luego,
buscó una hoja para escribir las palabras equivocadas del extraño mensaje.
Y
encontró en el suelo, un volante con publicidad de un candidato a Senador. El
hombre se llamaba Cándido Perfecto Gutiérrez y era una buena opción de un
Partido Ecologista.
Sacó de
su morral oaxaqueño un lápiz de otro partido político, y tirándose al suelo,
escribió detrás del volante de Cándido Perfecto…
Mal escrito Bien
escrito
savado sábado
biendo viendo
ciendo siendo
orizonte horizonte
zorpresa sorpresa
Luego,
dobló su apunte y lo puso en el morral, al lado del mensaje de la luz roja.
Llegó el
esperado sábado y la Margarita Cabañas se fue corriendo hasta la Catedral.
Llegó hasta la fuente y esperó la hora de la luz roja.
Y cuando
sonaron las campanadas de la misa de siete, ella, la Margarita Cabañas, ya
estaba mirando a través de la rendija de piedra.
Enseguida apareció la luz roja… Y el alma y el espíritu de la jovencita
se calmaron.
Luego,
se salió del atrio de la Catedral y empezó a caminar, atravesando el gran
zócalo, pasando el asta central, con su bandera verde, blanco y colorado, hasta
llegar a unos portales. Ahí, volteó a todos lados, y nada pasaba.
Pero,
albricias, alguien le tocaba la espalda. Era un payaso vestido de muchos
colores.
Este
artista del circo (zapatos enormes, nariz roja de bola, peluca de estambre
color naranja) le hizo una caravana muy graciosa, y le extendió un plato de
plástico, con una buena rebanada de pay de queso.
--Hum
–dijo Margarita Cabañas--. Este pay está muy sabroso. Es el mejor pay que he
probado en toda mi vida.
La
jovencita terminó su pastel y quiso platicar con el payaso, pero el payaso ya
había desaparecido.
Una
semana después. Margarita Cabañas quiso repetir la historia, y ahí estaba,
frente a la rendija de piedra, antes de las siete de la mañana.
Y
apareció la luz roja, como se esperaba.
Luego
vino una caminata que se prolongó hasta la Alameda Central. Y ahí, el lado de
un busto de Beethoven, un mimo, con su carita pintada de blanco, apareció.
El mimo
dio varias maromas, y se volvió una caja de cartón, con un letrero que decía:
“Para ti. Y sólo para ti.”
Margarita Cabañas se llevó la caja a su casa que, como sabemos, era un
departamentito casi de juguete, y ahí abrió su regalo.
Era un
libro mágico, que te decía lo que iba a pasar mañana. Era un libro fabuloso.
Amaneció
el domingo y salió Margarita Cabañas a la calle, llevando en su morral su libro
mágico.
En una
esquina se encontró con una viejita que vivía en su mismo edificio.
Esta
señora estaba a punto de comprar un billete de lotería que terminaba en nueve.
Pero Margarita le dijo: “Espere, doña Inés”…
Y luego
de consultar su libro, aconsejó a la vecina comprar un billete que terminara en
dos.
Y
resulta, amigos lectores, que la viejita, al día siguiente, se sacó la lotería.
Una
semana después, la joven Margarita se fue de nuevo a la Catedral… Y resulta que
unos albañiles habían derrumbado la fuente, porque ahí se iba a hacer un
monumento a las palomas de la Catedral.
Entonces
Margarita Cabañas ya no volvió a ver la bonita luz roja… Y no lo necesitaba. A
ella le bastaba con ser dueña del libro que predecía las cosas de la vida.
Era un
libro de pastas doradas, con más de cinco mil páginas, que lo decían todo.
El
universo completo estaba ahí inscrito.
Pero ese
libro que te decía lo que iba a pasar mañana, tenía sus asegunes… Sólo podía
ser leído por el dueño en turno… Y el dueño en turno era Margarita Cabañas.
Cuando
alguien extraño trataba de leer sus páginas, éstas se volvían totalmente
blancas…
La
verdadera verdad de nuestro futuro sólo la conocía Margarita Cabañas.
Sólo
ella decía esto es azul o esto es rojo…
Así
estaban las cosas…
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de
teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales
por Banderitas de papel picado, Sobre los orígenes del hombre, Doncella
vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su
cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al
cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las
ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en
Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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