Por Eduardo Rodríguez Solís
La estrellita cayó en la parte
superior del Cerro Miraflores, cerca del río Papaloapan. Se fue dando
testarazos, perdiendo pedacitos de sus picos. A cada golpe que se daba sentía
dolor, cosa que suena increíble porque una estrella del cielo no tiene
sensaciones.
Cuando terminó de deslizarse o
de darse golpetazos, se quedó muy triste, desfigurada, cerca de un viejo árbol
que parecía fantasma.
Fue entonces cuando un niño que
andaba recogiendo palos para la lumbre se dio cuenta de su existencia.
Y antes de que le preguntaran
algo, la estrellita levantó su voz.
--Soy la Estrella de Belén, la
que indica el lugar donde ha nacido el Mesías.
Pero el niño de los palitos no
entendía las palabras. ¿Qué era un Mesías? Sonaba una palabra llena de magia.
Entonces la estrellita dibujó
en el aire una gran flor. Y dijo que para entender la palabra Mesías, era
necesario hacer que una flor fantástica se volviera de verdad.
--Yo no puedo hacer eso –dijo
el niño.
La estrellita de Belén brincó
enojada y dijo que cuando uno es niño las cosas de la fantasía se pueden volver
una realidad.
--Si hay un fuerte deseo, las
cosas se logran –agregó la estrellita.
Como el niño quería hacer algo bueno para la
estrella caída y golpeada, como quería también que esa estrella recobrara la
felicidad, se fue a recoger un poco de barro y arregló, con cuidado, los picos
dañados de la estrella. Luego, se llevó a la estrellita hasta los calores de un
volcán activo. Ahí se endurecieron los picos de la estrella.
--Ahora, ya soy otra –dijo la
estrella de Belén, al verse reflejada en un espejo de agua.
--Ya puedes regresar al cielo
–dijo el niño de los palos.
Entonces la estrellita de Belén
le dijo al niño que ya no había necesidad de eso, pues su vida como estrella ya
había terminado.
Y luego, después de una larga
pausa, dijo:
--Ahora, hay otra estrella de
Belén. Siempre de los siempres tiene que haber una.
--Pero todavía tienes luz –dijo
el niño de los palos.
--Sí –contestó la estrella
caída--. Pero ahora mi luz tiene que servir aquí en la Tierra.
Y la estrellita no desapareció.
Se subió a un árbol muy alto, y desde ahí, iluminó la casa y los caminos de ese
niño que siempre recogía palos para su lumbre.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Ha recibido reconocimientos
nacionales por Banderitas de papel picado,
Sobre los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El
señor que vestía pulgas. Su cuento San
Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro
Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así
como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
No comments:
Post a Comment