Por Eduardo Rodríguez Solís
Es la madrugada y hay mucho
rocío en las hojas de todas las plantas. No hay canto de grillos y las ranas
están en total silencio.
Julio, el pastor, sale de su
choza y toca una campanita. Es que la hora ha llegado, y el camino es muy
largo.
Poco a poco salen de sus
casitas los demás pastores. Algunos llevan regalos. Es que abajo de la luz de
una estrella ha nacido un niño. Y esto hay que festejarlo.
Una vez que están todos juntos
inician la caminata. Hombres y mujeres cantan una tonada muy suave. Hay mucho
ánimo en el grupo.
Cerca de unas rocas surge un
viejo extraño que les dice que van por camino equivocado. Entonces los pastores
cambian su rumbo y el viejo se ríe a escondidas.
Pero aparece un ángel con
espada en mano que los vuelve a poner en la ruta anterior.
Y ese ángel corre del lugar al viejo
mentiroso, que no es más que el diablo disfrazado.
Cruzan los pastores un puente
colgante y siguen cantando, y una mujer flaca les vende aguacates, tortillas y
un poco de sal.
Los pastores hacen un alto y
prenden lumbre, y comen tacos calientitos.
Pero se enferman del estómago.
Entonces el ángel de la espada vuelve a aparecer y les da té de manzanilla.
--Qué alivio –dicen todos.
Y el mismo ángel toma piedras y
se las arroja a la mujer flaca.
Los pastores, ya repuestos,
prosiguen su camino y vuelven a cantar con alegría. Ya casi llegan a su
destino. Ya casi van a ver a ese niño, que es un Mesías.
Pero detrás de un gran árbol
aparece un hombre gordo (que es el diablo disfrazado) y les vende licor para el
frío.
Los pastores sacan centavos y
se calientan con el líquido. Pero se emborrachan y no pueden seguir su camino.
Entonces el ángel vuelve a
aparecer y les da jugo de zarzamoras, que les quita lo mareado.
Y el ángel se decide y corre
detrás de ese hombre gordo y lo persigue hasta una barranca, donde este diablo
desaparece.
Finalmente los pastores llegan
hasta donde ha nacido el Mesías. Y todos se forman para darle sus regalos.
Alguien lleva cacahuates
salados. Y por ahí hay una pastora que ofrece una tacita de leche. Hay otro que
le extiende perfume de flores silvestres. Y, al final de la fila, un niño pastor
le ofrece un poema que ha escrito en una hoja de árbol.
Las palabras del poema son
lindas…
Ya
llegaste, niño.
Ya vienes
a componer las cosas nuestras.
Por eso
cantamos juntos
estos
versos sencillos
que salen
de nuestro corazón…
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina
ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York.
Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)