Eduardo Rodríguez Solís: Esta es la foto del gatote |
Por Eduardo Rodríguez Solís
Tiene tres días de no
aparecerse en la mañana. Se trata de un gato vagabundo, que nació con
nosotros. Es rayado a medias, con partes blancas, con una marca “acaracolada” a
los lados, espiral que también tiene su hermana, aunque su mamá es tigresa
completa.
Es un gato fuerte, bien comido,
seguro tiene varias casas, se mueve como un verdadero tigre de Bengala, o gato
montés. Casi no maúlla, quizás porque nunca recibió lecciones para ello.
Le gusta que lo toquen y lo
acaricien, pero no le agrada tanto. Es entonces huraño y a veces trata de darte
un manotazo con sus garras bien filudas. Ah, pero eso sí, cuando traes desayuno,
se tira al suelo y se revuelca, y se incorpora y va hacia ti, y se te unta,
porque le gusta sentirte.
Una vez, dormido, le tome una
foto. Ahí parece un animal de la selva.
Ahora, que tiene tres días de
desaparecido, me he puesto a pensar en lo que habrá pasado.
Hay que imaginar… A lo mejor
una dueña afroamericana, que supongo tiene (porque los gatos tienen varios
dueños, aunque cada amo piensa que ese gato es de uno, y nada más) se sacó la
lotería y se fue a pasar unos días a Hawaii, dejando al gatote encargado con
una abuelita, igual a la que aparece en algunas cajas de cereal (viejita
bonita, que ayuda a todos).
Porque yo no creo que haya
terminado el felino como manjar de B.B.Q. La crisis no ha llegado a tanto.
En fin, se le extraña a ese
gato “chato, barato”, fuerte como Casius, que a veces se ha mostrado con signos
de recientes peleas.
Pero el mundo, gracias a los
cielos, está lleno de gatos, perros, mariposas y hasta cucarachas, que viven
con nosotros, porque así son las leyes divinas de los dioses antiguos y
modernos.
Termino este garabato recordando un juego de
escuela.
Poste de metal, con cuerda
amarrada arriba, con una pelota ovalada al otro lado, que se golpea y se va
enrollando en el poste (al juego le decían “espiro”, de espiral).
Espiral que también nos hace
pensar en el trazo de vuelo de los “voladores de Papantla”, que giran y
enrollan su cuerda en un palo alto, al son de un tambor y al dulce chillido de
una chirimía.
Espiral que se parece a la vida
errante de ese gato desaparecido (al que se extraña).
Ah, qué garabato que escribo,
imaginando el interesante rostro del felino perdido, escuchando las
“gymnopedias” fascinantes que Erik Satie elaboró para el piano hacia los
últimos años del 1800.
Eduardo Rodríguez Solís
(D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de
la revista Mester, del Taller de Juan
José Arreola. Ha recibido reconocimientos nacionales por Banderitas de papel picado, Sobre
los orígenes del hombre, Doncella vestida de blanco y El señor que vestía pulgas. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido
premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho.
Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en
muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en
Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
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