Por Eduardo Rodríguez Solís
Iztapalapa, que en Náhuatl quiere decir “en el río de las lajas blancas”, es uno de los territorios de la ciudad de México donde solamente habitan personas de clases media baja y baja. Hay algunas industrias y, francamente, más del 70% de su población vive del milagro de los dioses.
Tiene como distintivo El Cerro de la Estrella, donde hay celebraciones del nuevo sol, motivo ancestral.
Hace tiempo, cuando se descubrió que la ciudad de México era difícil de gobernar, hubo la idea de dividir el total territorio en 16 porciones. Cada parte de ese gran pastel se le llamó Delegación, y entonces a cada una de esas áreas se le puso administración propia, con su palacio de gobierno, su policía, y sus servicios.
La gente pudiente de la ciudad entera vive en las Delegaciones Benito Juárez, Tlalpan o Coyoacán, por citar sólo a tres. Los que tienen las bolsas rotas andan en otros lugares, como Iztapalapa.
En Semana Santa es tradicional la producción teatral que se hace en Iztapalapa. Con actores que salen de la propia comunidad, después de concursos difíciles de ganar, se reparten los papeles.
En esta Semana Santa, el domingo culminante, se pudo ver por televisión, en Houston, en Nueva York, en todos, todos lados, el gran espectáculo de las últimas horas de la vida de Jesucristo.
Quien hizo el papel de Jesús fue un estudiante de Gastronomía, de veinticuatro años. Es un muchacho guapo, moreno, fuerte, inteligente a morir.
Este actor tuvo entonces, ante la mirada de cientos de miles, que arrastrar una cruz de madera de más de cien kilos. Y mientras lo hacía, algunos hombres disfrazados, le golpeaban las espaldas con cueros; mucha gente les tiraba piedras y otras cosas a esos personajes malos de la escenificación.
Entonces la policía y el ejército que cuidaba el orden del lugar, sacaban de la escena a los malandrines, y les daban, ¿por qué no?, los golpes que merecían.
El gran show tradicional tuvo su culminación cuando, en la cúspide del Cerro de la Estrella, fueron alzados en las cruces los ladrones Dimas y Gestas… Y luego, Jesús, contemplando las nubes, bajo el sol que calentaba fuerte.
Las tradiciones se mantienen, y esa prodigiosa escenificación ha venido realizándose por más de 150 años. Ahora la hemos podido ver en vivo, gracias a los adelantos tecnológicos de la televisión.
Y el domingo vibraron muchos corazones católicos en El Río de las Lajas Blancas, Iztapalapa.
Si uno tiene Internet, puede usar la palabra mágica (Iztapalapa) para navegar a través de esas grandiosas tradiciones de nuestra tierra americana, existen incontables fotos y reportajes.
Eduardo Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el primer editor de la revista Mester, del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York. Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
No comments:
Post a Comment