Los libros elegidos para ser estudiados en esta crónica presentan amplios temas de discusión sobre la vida cultural, social y política de América Latina. Los críticos e investigadores brindan un panorama profundo y exhaustivo que abarca desde la propia concepción de cultura popular, las transformaciones ocurridas en los procesos de modernización, los periodos de crisis, las movilizaciones de masas y organizaciones civiles, la democratización cultural, las alternativas de desarrollo humano, el transnacionalismo e incluso la posibilidad de desmitificar la limitada visión que existe sobre países como Costa Rica o Argentina.
La estructura del ensayo será establecida de acuerdo a los temas paradigmáticos desplegados en los volúmenes. Cada sección incluirá revisiones teóricas, citas relevantes de algunos autores, y otros comentarios. La reseña va a privilegiar sobre todo la bibliografía que combina argumentos teoréticos de envergadura sobre aquellos elementos históricos que coadyuvan a clarificar de manera crítica el contexto político-cultural del continente y que al mismo tiempo se ofrece a dialogar de una manera abierta y espontánea con el lector contemporáneo.
Sobre Cultura Popular en Latinoamérica
Uno de los temas más sobresalientes en el escenario latinoamericano es la formulación teorética de lo que constituye la cultura popular. Néstor García Canclini ha escrito una sustanciosa serie de libros que ahondan en las bases filosóficas, sociales, y políticas de nuestras expresiones culturales, sus fundamentos y contradicciones.
Canclini junto a Rafael Roncagliolo edita el volumen Cultura Transnacional y Culturas Populares donde agrupa artículos de varios estudiosos de la temática cultural como José Joaquín Brunner, Robert A. White, Bernardo Subercaseaux, y Rosa María Alfaro, entre otros. En el prólogo del libro, los editores aclaran que las ponencias formaron parte de uno de los seminarios auspiciados por el IPAL (Instituto Para América Latina) y por el CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular). Seguidamente, Canclini presenta las bases metodológicas para la investigación en las que se analizan estudios antropológicos y folcloristas así como la idea de entender lo popular como un concepto alternativo. Brunner presenta el socorrido término de “cultura nacional popular” para explicar la teoría de Gramsci sobre la lucha hegemónica y el surgimiento de una “nueva concepción del mundo.”
Aquí se hace referencia a la coexistencia de dos culturas que se encuentran relacionadas a través de un proceso de subordinación. Brunner llama la atención sobre el papel que deben jugar las entidades estatales en relación con las políticas culturales, sugiriendo la manera en que se da tratamiento a la idea del “folclore.” White focaliza su ponencia en la fomentación de espacios culturales que representen la vida popular mientras que Subercaseaux menciona elementos de contradicción entre “la lógica artística” y “la lógica política” en Chile. El papel de la radio como espacio público y medio que viabiliza la lectura de la estructura social y cultural en Perú es rigurosamente analizado por Alfaro Moreno. La autora utiliza el concepto de la radio como pretexto para examinar el funcionamiento de las culturas populares y hegemónicas en los medios masivos de comunicación (1988, 204). Hacia el final del libro se incluyen otros textos que se inmiscuyen en el ámbito de la vida cotidiana en Centroamérica y la labor de las instituciones culturales.
De la misma forma, Las Culturas Populares en el Capitalismo presenta una estructura teorética de lo popular. Se analizan las estrategias de mercado, las interpretaciones de la sociedad cultural, la idea de la transnacionalización del capital, y se examina detenidamente la función de la tienda artesanal, las boutiques y los museos en estrecha relación con las artesanías. El estudio detallado que hace el autor nos ayuda a comprender el sentido ético y valor estético que alcanzan objetos similares en instituciones dedicadas a su promoción y conservación.
En Hybrid Cultures. Strategies for Entering and Leaving Modernity Canclini traza una ruta desde los inicios de la modernidad que le facilita observar el comportamiento y transformación de las culturas populares. Este es probablemente uno de sus mejores libros, donde el autor cuestiona el impacto que los adelantos del mundo moderno tienen en las tradiciones culturales de los pueblos, generando formas de acción y sensibilidades colectivas. Canclini se detiene a examinar elementos propios de la modernidad como el crecimiento urbano y los desplazamientos que devienen en las principales causas de los procesos de hibridización, deterritorialización y expansión de géneros, haciendo énfasis en la necesidad del mercado cultural con la presencia de nuevas tecnologías de comunicación y el surgimiento de movimientos políticos (1995, 55).
Pop Culture Latin America! Media, Arts, and Lifestyle es uno de esos libros sin pretensiones teóricas pero que atrae al lector por su coherencia y esmerado módulo de dispositivos relacionados a la cultura popular latinoamericana. Shaw y Dennison no estructuran una metodología de estudio sobre fenómenos particulares dentro del marco de lo popular sino que compilan información sobre los más variados temas (música, movimientos sociales y políticos, deportes, literatura, lenguaje, religión), presentándolos a manera de enciclopedia. El volumen funciona como un sumario, brinda nombres de investigadores dedicados al estudio de la cultura popular y presenta pequeñas reseñas que dan una idea general de las expresiones populares, pero no hay aquí argumentos que reflejen la posición y proyección de las culturas populares.
La Crisis de lo Cultural: Modernidad-Postmodernidad
On Edge: The Crisis of Contemporary Latin American Culture es una colección de ensayos que grosso modo analizan como la globalización ha influido en el re-cuestionamiento de nociones culturales como modernidad, posmodernidad y sentido de la concepción pluralista como un arma de la ideología neoliberal (Yúdice et al. 1992, ix). Aquí se estudia cómo el proceso de la modernidad se convierte en un periodo incompleto con el arribo de lo postmoderno y las crisis económicas y de representación política, siendo quizá lo cultural con énfasis en un contenido ético lo que reflejaría problemas como la inflación, la especulación, y el tráfico que tan profundamente afectan las condiciones de vida de los ciudadanos latinoamericanos.
En “Reconversión Cultural”, García Canclini explora como las reformas neo-conservativas repercuten en las pólizas culturales, sobre todo en los países de la periferia (1992, 31). La posibilidad de emigrar hacia los Estados Unidos y Europa en busca de mejoras económicas se convierte en la única esperanza para muchos, trayendo como consecuencia una desarticulación cultural que como dijera el autor “no puede atribuirse solamente a la dominación imperialista” (38). Jean Franco dedica su artículo a la labor de los movimientos liderados por mujeres dentro del contexto político, prestando atención a dos factores en particular: la imposición de los regímenes militares de los 70s y las consecuencias extremas traídas con la deuda externa y las prácticas neoliberales que despojan a la estructura estatal de toda potestad para efectuar cambios que mejoren la vida social.
Winant examina el proceso de formación y remodelación racial en Brasil, cuestionando si una posible ruptura con el clientelismo tradicional y el autoritarismo populista podría estimular una política alternativa llevada a cabo por los movimientos sociales. ¿Puede hablarse de una democracia racial en Brasil?, o acaso este término necesita ser transformado en uno nuevo que logre desafiar las establecidas identidades raciales, dice el autor. Kathleen Newman habla de una redemocratización de la cultura en Argentina durante los años 1978-89. La autora examina el papel jugado por las expresiones artísticas en el proceso de representación y divulgación de los problemas sociales, a través de ideas satíricas que estimulan el conocimiento colectivo sobre las torturas y crímenes cometidos durante la dictadura militar. Juan Flores explora la cuestión del Insularismo en la cultura puertorriqueña, con sus bases elitistas, etnocéntricas y patriarcales. Aquí son mencionados conceptos que tienen que ver con procesos de descentración, deterritorialización y crisis de representación en la reconfiguración de la problemática de la frontera, pues como diría Flores “la cultura puertorriqueña está sujeta a un ir y venir entre dos zonas que se entremezclan” (1992, 201).
Las formas en que se presenta la crisis de la modernidad en Latinoamérica constituye el motivo central de No Apocalypse, No Integration: Modernism and Postmodernism in Latin America, la serie de ensayos de Martin Hopenhayn. El autor cuestiona como la privatización y la exclusión de las clases trabajadoras son fenómenos que influyen en el entendimiento de la postmodernidad y la degeneración de la llamada “utopía moderna.” ¿Puede hablarse de una revalorización y al mismo tiempo desvalorización del contexto democrático en el contexto ideológico postmoderno? Si bien es cierto que América Latina ha logrado establecer e incluso mantener una política de gobierno que podría considerarse como democrática, por qué no se ha logrado erradicar de una buena vez la fragmentación social. La mera idea de la modernización constituye una paradoja. No es que uno esté en contra de la modernización, ¿pero hasta qué punto la modernización nos beneficia? Vemos alzarse las industrias y los grandes edificios, y al mismo tiempo, somos testigos del crecimiento ineludible de la marginalidad, el deterioro, el desempleo, y la “persistencia de los sectores de trabajadores informales” que no por trabajar pueden considerarse menos pobres que aquellos que no laboran. Como diría el propio Hopenhayn, la integración nos desintegra. ¿Y al final de cuentas a qué nos estamos integrando cuando hay tantos proyectos que no cuajan en nuestro itinerario?
El volumen de Hopenhayn contiene una alta dosis de contenido metafísico, a pesar de que analiza cuestiones reales que afectan la sociedad Latinoamericana. Sin embargo, uno reconoce que su intención fundamental radica en traer a colación la poesía de la idea, la inquietud, y no en proveer respuestas para los problemas políticos y sociales de nuestro continente. Hopenhayn deja un espacio para dibujar lo que debe ser la democracia: “un ámbito donde los conflictos pueden ser resueltos a través del diálogo y que promueve la participación de todos los individuos para crear una cultura de ciudadanía,” y que luego se descompone en múltiples fragmentos; la dirección se pierde, crece la incertidumbre, y la idea del progreso y la utopía se transforma en una burla.
Puede hablarse entonces de una crisis ideológica que produce un sentimiento de cinismo despiadado hacia las instituciones políticas y culturales promovidas por el gobierno. El autor habla de una “cultura hegemónica” -que tiene que ver con patrones transnacionales y de integración- y del proceso de “subculturización,” donde se encuentran los miembros del sector informal, grupos étnicos y, desde luego, los marginados. Finalmente se llama la atención sobre el hecho de que las naciones que conforman el continente Latinoamericano sustentan y promueven una política de la democratización, reflejado en la elección de los gobiernos populares (2001, 143).
Y es que quizá uno no puede evitar ser un romántico, condición inevitable de nuestra formación cultural: necesitar creer en utopías, el sueño de tener un presidente que represente los intereses del pueblo, y la construcción de una sociedad donde todos somos iguales, los privilegios se acaban y podemos acceder a los beneficios económicos, la seguridad social y los derechos del ciudadano.
Diálogos y (des)conexiones entre Cultura y Política
Cultures of Politics, Politics of Cultures: Revisioning Latin American Social Movements propone re-teorizar las dimensiones culturales de la política de América Latina a través de la acción de los movimientos sociales. Aquí se incluyen trabajos que devienen en resultado de un largo proceso de actividad multidisciplinaria entre antropólogos, sociólogos, críticos y especialistas en Ciencias Políticas (Álvarez et al. 1998, xi). “Lo cultural” y “lo político” como categorías se entremezclan produciendo una nueva lógica de entendimiento sobre el embate democrático en la esfera pública, sustentado por los grupos sociales. Los autores incluidos en el volumen revelan la manera en que los estudios culturales viabilizan la comprensión de los asuntos políticos, desde una perspectiva otra que permite enfatizar las tácticas de identidades colectivas y otras estrategias puestas en marcha por los sectores de masas, con el fin de ganar un poco de autonomía y espacio dentro del circuito del poder gubernamental. La condición cultural se amplifica de este modo, es un elemento que puede facilitar la comprensión de las contradicciones políticas y sociales que nos rodean y que forman parte de nuestras raíces históricas. Ahora que estamos condenados a vivir una poética de la (des)integración, emigramos de un lado a otro para obtener beneficios económicos o producimos recursos materiales que no nos benefician pero que actúan activamente en el asentamiento y desarrollo de una economía global, resulta casi imposible la idea de la especialización. Se mezclan argumentos políticos, filosóficos, antropológicos, y socio-culturales para tratar de encontrar una explicación lógica y coherente de la realidad.
La pluralidad de intereses puesta de manifiesto en la sociedad latinoamericana que desvirtúa las dinámicas políticas y culturales constituye uno de los focos más discutidos en este volumen. Evelina Dagnino, por ejemplo, analiza como la emergencia y avance de los nuevos actores sociales y los grupos de izquierda trajeron consigo una reinterpretación del concepto hegemónico gramsciano, que se vincula directamente con el proceso de renovación de la esfera civil. En este sentido, dice la autora, la nueva percepción de la cultura como sujeto político contribuye a expandir la concepción general de la arena política en sí misma (1998, 45). Para ilustrar sus argumentos, procede a discutir el papel desplegado por los movimientos sociales en el transcurso de la democratización en Brasil así como su incidencia política –intervenciones populares en el campo estatal. Aquí se discuten elementos que tienen que ver con la concepción de la ciudadanía, enfatizando derechos, ideales, y valores sociales, así como la constitución del orden y la responsabilidad pública a todos los niveles (52). Uno de las demandas más contundentes de los sectores sociales radica en la eliminación del rezago clientelístico que todavía persiste como criterio electoral y la adopción de mecanismos de control sobre los individuos que representan al pueblo (56).
Una temática similar puede encontrarse en el artículo de María Celia Paoli y Vera da Silva Telles, quienes se sumergen a desentrañar los conflictos y negociaciones que permean los derechos sociales del Brasil contemporáneo. Para situar la labor de los actores sociales, las autoras comienzan haciendo un recorrido desde los años 80s, periodo en que se creía en el milagro de la democracia, pero que incrementó los niveles de pobreza y desigualdad, abriendo un oasis imposible de salvar entre la “modernidad” y la “modernización”. Irónicamente, con la instalación de la democracia no se logró eliminar las jerarquías sociales ni responder a las necesidades y derechos de los ciudadanos, pero al menos se pudo crear un espacio de lucha de consciencia, donde se reconoció el derecho a tener derechos (1998, 65). Se organizaron movimientos implicados en diversas esferas de la vida social que no sólo se limitaban a reclamar mejoras económicas sino también el reconocimiento legalizado de demandas concernientes a asuntos de identidad. Se abogaba por una mejoría en la calidad de vida, la eliminación de la discriminación racial y de género, así como la manera en que podía darse al traste con la violencia y violación de los derechos humanos (70).
Los grupos de trabajadores comienzan a movilizarse para resolver problemas que afectan a la sociedad, buscando soluciones alternativas, creando espacios de discusión y mediación, cargando sobre sus hombros la responsabilidad de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, ya que el estado se muestra incapaz de remediar las permanentes condiciones de pobreza e indigencia. Con el arribo de las reformas neoliberales, se continúan promoviendo estos espacios que no se rigen por un formato definido ni homogéneo sino que tratan de incidir en el campo público desde una perspectiva “pluralista” y democrática, respetando la diversidad de voces que demandan atención. Hacia el final del ensayo, se demuestra como estudios recientes corroboran el gran impacto de los experimentos realizados por organizaciones laborales que pugnan por establecer un “contrato de trabajo colectivo” que sirva para promover las negociaciones entre el Estado y la sociedad civil (82).
En la configuración de las nuevas relaciones entre las formas estatales y la sociedad civil, las organizaciones que abogan por la igualdad de derechos de la mujer han influido largamente. Si algo positivo puede asociarse con las reformas neoliberales es que de una forma u otra han logrado despertar la inquietud de superación y profesionalización del sector femenino. Verónica Schild retoma el análisis del proceso de construcción de la ciudadanía bajo los efectos del proyecto de modernización en Chile, para dar a conocer la posición que ocupa la mujer en la sociedad en relación con las condiciones políticas circundantes. La autora provee argumentos que sustentan la convergencia de las acciones llevadas a cabo por las asociaciones de mujeres activistas y los esfuerzos renovados del estado chileno en la redefinición de la comunidad nacional (1998, 95). Se revelan importantes cambios que explican la capacidad de renovación de los movimientos femeninos y los estudios de la mujer así como acciones operantes que informan sobre estrategias de movilización. La autora menciona ejemplos concretos que demuestran la efectividad de las “redes” encargadas de establecer contacto con mujeres de todo el mundo para incitarlas a replantearse cuestiones relacionadas con la salud y la violencia doméstica, la creación del Servicio Nacional de la Mujer, las Oficinas Municipales de la Mujer, la Fundación para la Promoción y Desarrollo de la Mujer, entre otras iniciativas (101-103). Por último, se habla de los métodos de concientización que emergieron durante la época de la dictadura, los cuales son reconocidos como un ingrediente vital del trabajo actual que realizan las instituciones dedicadas al desarrollo y crecimiento integral de la mujer.
La segunda porción del libro se dedica a explorar las políticas culturales que incluyen criterios de raza, género y etnicidad. Aquí se agrupan artículos de Jeffrey Rubin, Kay B. Warren, Libia Grueso, Carlos Rosero, Arturo Escobar, Olivia María Gomes da Cunha, Miguel Díaz-Barriga y Jean Franco. Rubin examina el origen y funcionamiento de la Coalición de Obreros, Campesinos y Estudiantes de Isthmus (COCEI), movimiento que sostuvo una labor activa durante quince años de ocupación militar en la ciudad zapoteca de Juchitán en el sur de México. El autor presenta una visión crítica del movimiento, enfatizando la falta de institucionalización y el hecho de que las mujeres nunca pudieron ocupar posiciones como líderes o participar en actividades artísticas y literarias que eran consideradas como un elemento indispensable en el proyecto cultural(1998, 153-157). Warren critica el carácter ambivalente del activismo indígena y la variedad de sus intereses políticos. Su análisis se centra en el movimiento Pan-Maya de Guatemala, que de acuerdo con las palabras de la autora busca conseguir el reconocimiento de la diversidad cultural dentro de la nación, un espacio amplio para difundir la política indígena, una reconsideración de la desigualdad económica, y la distribución más amplia de los recursos culturales como la educación y la literatura en sus lenguajes autóctonos (1998, 166). Grueso, Rosero y Escobar se centran en las comunidades de color, grupos étnicos que surgen en la Costa del Pacífico en Colombia, haciendo énfasis en los principios sobre los cuales se construye su identidad en relación con nociones territoriales y cuestiones como la biodiversidad, la cultura y el desarrollo (1998, 197).
La globalización, el transnacionalismo y la sociedad civil son las temáticas generales que ocupan la tercera parte de este libro. Sonia E. Álvarez habla de la proliferación de espacios donde las mujeres han logrado imponer su presencia y difuminar sus discursos logrando una reconfiguración de sus identidades; su inferencia en el terreno de las instituciones culturales; y el proceso de descentralización que se ha experimentado en los movimientos feministas, trayendo como resultado una expansión de su campo de acción en esferas políticas y socio-culturales (1998, 295). Lins Ribeiro nos muestra “una política de lo cibercultural en el mundo transnacional,” focalizando su disertación en la literatura de la ciudadanía global, el impacto de las nuevas tecnologías de comunicación, las ideologías, y utopías desde una perspectiva latinoamericana (1998, 325).
Se analizan las organizaciones que emergen dentro de las comunidades imaginarias y sus relaciones con las instituciones de poder así como de las conexiones entre lo público y lo privado que devienen en fuentes obligadas para un análisis certero del transnacionalismo (326). De la globalización cultural y la nueva sociedad civil habla George Yúdice, quien muestra como la dominación neoliberal con su política de libre comercio, la privatización, la reducción de servicios sociales subsidiados por el estado, y los bajos salarios, ha contribuido a operar un cambio en los grupos de izquierda hacia materias que afectan los derechos humanos y la calidad de vida (1998, 353). Yúdice presenta el caso de los Zapatistas quienes se han opuesto abiertamente a la causa neoliberal, que tantos efectos adversos trae para la mayoría de la población, abogando por la organización de un proyecto cultural internacional que ataque la cultura del neoliberalismo (367).
La última parte del volumen está dedicada a exponer reflexiones teoréticas y algunas metodologías sobre la condición cultural y política en los movimientos sociales latinoamericanos. Elizabeth Jelin comienza haciendo un recorrido por los años 70s y 80s, periodo que generó la creación de nuevas formas de acción colectiva en Latinoamérica. Según la autora, con la instauración de la democracia y su lógica de gobierno, estas formas no logran acaparar el interés de las esferas intelectuales como antes (1998, 405). Jelin reflexiona sobre la histórica relación entre la acción de los movimientos sociales, la desigualdad reinante y la democracia en América Latina, para situarnos en el contexto donde las transformaciones ocurridas con el establecimiento de las economías de mercado abren nuevas posibilidades de remodelación de los grupos sociales -que continúan defendiendo sus identidades colectivas mientras desafían el orden institucional establecido (413).
El libro concluye con oportunos comentarios acerca de la naturaleza de los ensayos incluidos y su certera visión “realista” en torno a los problemas que afectan la democracia y la condición del “ciudadano” en nuestro continente. Más que nada, este volumen nos induce a replantearnos la cuestión cultural y lo político desde otra (no necesariamente homogénea) perspectiva, que tiene que ver con la propia proyección plural y fracturada de America Latina.
Hacia otra idea de la Composición de la Fragmentación
La realidad latinoamericana está construida por fragmentos que pueden fusionarse de manera coherente e incoherente. Si la Historia nos presenta una sucesión de eventos cronológicos, no hay por qué esperar que dentro de esta concepción tenga que existir obligatoriamente una lógica de los acontecimientos. Tenemos democracia, economías que parecen fortalecerse bajo el proceso neoliberal, pero no hemos podido establecer un mínimo estándar de vida para los latinoamericanos. A estas alturas del juego, seguimos padeciendo de males como la inflación, la corrupción, el desempleo o empleo informal, el tráfico ilegal, la prostitución sexual y partidista. Mientras más tratamos de integrar, globalizar, empastar los fragmentos de nuestra realidad, los altos niveles de descreimiento, frustración, inseguridad social, cinismo hacia cualquier tipo de ideal o acción política, nos dividen sin remedio. Aunque parezca contradictorio, somos parte de un rompecabezas que fusiona patrones históricos y culturales.
The Costa Rica Reader: History, Culture and Politics presenta al lector un escenario similar, fragmentado e integrado al mismo tiempo. La antología recoge testimonios, historias y notas escritas que ofrecen un panorama general del fenómeno costarricense, donde la oficialidad promueve la idea de una sociedad multicultural en la que confluyen diversas etnias regionales y periféricas, en el proceso de abandonar la visión tradicional del país como un territorio de “blancos” únicamente (Palmer & Molina 2004, 230). Se construye la estructura del volumen desde la época de la conquista, pasando por diferentes etapas de evolución (o involución) económica, el enigma democrático, la polarización de la esfera política, el sueño de las mejoras sociales, el apadrinamiento de la isla, ideas sobre patriotismo y racismo, el trabajo en la comunidad, cuestiones migratorias, la situación del medio ambiente ligado con el trabajo de las instituciones administrativas, el plan de desarrollo social con recursos limitados, la corrupción, la propaganda turística, los efectos de la privatización con las reformas neoliberales, y la crisis de identidad masculina como resultado de la irrupción de un número considerable de posibilidades de trabajo para las mujeres que afectan considerablemente las relaciones de género en la isla.
El volumen se presenta como un mosaico, una especie de catálogo donde pueden localizarse diferentes interpretaciones de la realidad histórica del país sin mucha (o ninguna) profundización teórica. Atención especial merece el diccionario del patriotismo costarricense de Álvaro Quesada que nos brinda una idea jocosa de la necesidad de redefinir ciertos términos –políticos, económicos y sociales- de acuerdo con su uso histórico y su inserción en el nuevo contexto. Quesada resignifica la concepción de la democracia: “gobierno de empresarios, por los empresarios y para los empresarios” asociado al régimen capitalista donde el valor del hombre y sus actos está determinado por el dinero que produce o posee. En un régimen democrático, dice el autor, el gobierno y el pueblo se subordinan al servicio de los empresarios (1987; 2004, 226).
Un mosaico de imágenes más complejo es el volumen The Argentina Reader: Politics, Culture and Society editado por Gabriela Nouzeilles and Graciela Montaldo. Aquí se ponen en tela de juicio conceptos relativos a la homogenización de la sociedad, presentando un retrato histórico del país que se reconoce como un producto incompleto del proceso de modernización, un sueño utópico que se ha visto truncado por múltiples procesos de desilusión y resentimiento (Nouzeilles & Montaldo 2002, 1-13). La antología incluye artículos que reflexionan sobre el pasado colonial, la construcción de la nación, los procesos revolucionarios e inmigratorios, la creación de la vida política en el país, la fundación del estado, el surgimiento de una identidad nacional, los tiempos modernos que ofrecen una visión nueva de lo popular, la emergencia del populismo como manifestación política, la utopía revolucionaria, la violencia desplegada en todas las esferas de la sociedad y el surgimiento de las prácticas democráticas acompañadas de las reformas neoliberales.
También se ofrece un bosquejo de la sociedad argentina en la era de la globalización -nuevos conceptos de ciudadanía, derechos humanos, acciones sociales y la necesidad de generar una poética de la memoria que permita a los ciudadanos adoptar una postura crítica ante las injusticias sociales, los actos terroristas, y los crímenes cometidos por la dictadura. Las editoras ofrecen un resumen final acerca de la globalización y el neoliberalismo que “contribuyen a debilitar las tradiciones políticas y culturales de la nación,” y su análisis recrimina la cultura de la postmodernidad, donde el predominio del mercado cataliza el derrumbe del pensamiento intelectual, fomentando el desencanto político y la emergencia de los espectáculos promovidos por los medios de comunicación que propician la indiferencia generalizada y la alineación en la sociedad (507).
Palabras de cierre
Las temáticas exploradas en estos libros nos permiten acercarnos al fenómeno cultural y político que es hoy Latinoamérica, una entidad contradictoria que, por un lado, se ve forzada a responder activamente a los intereses de una economía global, y por otro, se reconoce incapaz de resolver los problemas internos de sus propias prácticas democráticas. Muchos de los textos se nutren de la reserva filosófica de Gramsci y Habermas para tratar de vislumbrar el futuro político (y cultural) de nuestro continente. El reposicionamiento de la cultura popular -como motivo de enfrentamientos entre espacios que se relacionan a través de procesos de subordinación y que a la vez aparecen mezclados, integrados en un mismo circuito de categorización- posibilita observar las demostraciones llevadas a cabo por los grupos y movimientos sociales desde diferentes perspectivas. La remodelación de lo cultural en la era postmoderna nos permite entender así mismo la necesidad de resignificar elementos que se ven insatisfechos con las concepciones impuestas por la modernidad. Vuelven a retomarse temas como los derechos del ciudadano, la apertura comunicacional, la importancia de las nuevas comunidades virtuales, el asentamiento de una teoría migratoria y la emergencia de una cultura de la fragmentación. (Fragmentación de códigos que se regeneran constantemente: proyecciones políticas de izquierda, derecha y centro; jerarquías que delimitan las clases sociales existentes; identidades de todo tipo –indigenista, homosexual, feminista, campesina).
Necesitamos la interdisciplinaridad teorética para poder descifrar con claridad la amalgama de contradicciones y reordenamientos que se avecinan. Se requiere además la fórmula que logre despertar en el individuo común un poco de añoranza, la esperanza utópica abaratada por la avalancha postmoderna y las crisis sociales que emergen con el neoliberalismo. El desencanto y la insatisfacción no nos llevan a ninguna parte ni en la esfera cultural, ni en la esfera social, ni en la esfera política. Uno tiene que creer en la posibilidad de una sociedad mejor para poder armar los patrones de representación necesarios en el proceso de construcción de esa sociedad. Y desde luego hay que dar prioridad a los ciudadanos para que se integren a la conformación de los nuevos espacios de intercambio y discusión de los problemas que nos afectan actualmente. Debemos replantearnos además como revivir la democracia desde adentro sin tener que recurrir a la idea de satisfacer aspiraciones extranjeras, y sobre todo evitar las soluciones drásticas que casi siempre afectan a los desvalidos. Hay que pensar concretamente en reconstruir, remodelar los barrios pobres, invertir en la educación pública y la salud, fortalecer la implementación de las leyes jurídicas, y limpiar los circuitos políticos de la resaca clientelística que todavía persiste. Latinoamérica necesita sacudirse de las ataduras formales con el exterior y sentar las bases para movilizar a todos y cada uno de los miembros de la sociedad.
Bibliografía
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Otros materiales:
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Larrain, Jorge.1999. “Modernity and Identity: Cultural Change in Latin America” en
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Yashar Deborah. 1999. “Democracy, Indigenous Movements, and the Postliberal Challenge in
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