Friday, June 10, 2011

ROMEO Y JULIETA

(Una versión libre para títeres de Dinorah Pérez)

Efectos especiales a cargo de una o dos maestras (puertas, pasos, música, teléfono, etc.)

Personajes: Romeo, Julieta, Madre de Julieta, Padre de Romeo, Obispo.


Narrador: Querido público, he aquí una historia de amor sin fin. Romeo Montesco Pérez y Julieta González de Capuleto luchan sin descanso contra todos los que se oponen a su felicidad.

 Romeo asoma su cabeza en un costado del retablo

 Romeo: ¿Dónde estas amor mío? ¿Dónde te has ido?

 Julieta (sale por otro costado): Aquí estoy.

 Romeo: ¿Preparaste la mochila?

 Julieta: Agua, galletas, una barrita de conserva de guayaba y un poco de cereal.

 Romeo: Con eso es suficiente, vamos.

 Desaparecen tras el retablo. Se escuchan toques en la puerta. La madre de Julieta sale.

 Padre de Romeo: ¡Cariño, se han escapado los niños!

 Madre de Julieta: Ya lo sé. Creo que se han dado cuenta de lo nuestro.

 Padre: Ayer Romeo me preguntó por qué yo venía tanto por este vecindario.

 Madre: ¿Y tú que dijiste?

 Padre: Le dije la verdad, que tú colabas el mejor café de la comarca.

 Ríen. Suena el teléfono.

 Madre: Hello? ¡No! Oh, pero… (Cuelga el teléfono) Era el Obispo. Romeo y Julieta están en la iglesia.

 Padre: Pues para allá vamos. Estos muchachos de hoy en día pueden cometer una locura.

 Iglesia. Alguien tararea la marcha nupcial de Mendelssohn. Romeo y Julieta están arrodillados frente al Obispo.

 Obispo: Romeo Montesco Pérez, ¿aceptas por esposa a Julieta González de Capuleto?

 Romeo: Acepto.

 Obispo: Julieta González de Capuleto, ¿aceptas por esposo a Romeo Montesco Pérez?

 Julieta: Con mucho gusto.

 Entran los padres.

 Madre: ¡Nadie se mueva! Nadie de un paso atrás ni adelante.

 Julieta: Demasiado tarde, mami.

 Madre: Hija, yo sólo quería darte mi bendición.

 Padre: Hijo, yo quería decirte que tú tenías toda la razón: amo a la señora Capuleto con todas mis fuerzas.

 Madre: Señor Obispo, nosotros también queremos casarnos.

 Julieta y Romeo: ¡Felicidades!

 Se dan besos y abrazos.

 Obispo: Pues no faltaba más. Yo los declaro esposo y esposa.

 Algarabía general.

 Narrador: Y así fue como Romeo Montesco Pérez y Julieta González de Capuleto pudieron ser felices para siempre.

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