Por Eduardo Barrios, S.J.
No se puede llegar al 26 de diciembre sin pasar por el
veinticinco. Guste o no, el recién nacido en Belén de Judá hace 21 siglos se
hace presente en la vida pública cuando llega el día de Navidad.
El Señor
Jesús no fundamenta la fe religiosa de todos los habitantes del planeta, pero
todos sí tienen que contar con él como personaje imprescindible de la cultura
mundial.
En
tiempos de fiestas enraizadas en la religión, algunos se sienten mortificados.
Sucede que no sólo hay agnósticos o personas que no creen en Dios, sino que
también existen aquellos que se le oponen. Andan molestos durante los días
navideños, pues no pueden impedir que salten a la calle algunos testimonios de
fe. Los contestatarios se caracterizan por su amargura y militante oposición a
las expresiones religiosas. Lo hacen con sospechoso fervor “religioso”.
En
una ocasión, comenzando las decoraciones navideñas, hubo controversia en Miami
por un letrero que apareció en un parque público que expresaba en inglés una
contundente verdad: “Jesus is the reason for the season” (Jesús es la razón de
la estación). Se encolerizaron los contestatarios y los anti-cristianos.
Lo
más curioso es que el influjo religioso en la cultura universal obliga a los
que no creen en Dios a valerse inadvertidamente del lenguaje devocional. En la
Cuba marxista pueden leerse cartelones como éste: “Gloria inmortal a los
mártires del Moncada”. El letrero toma prestadas tres palabras del mundo
religioso: gloria, inmortal y mártires. También se reportó que un día Fidel
Castro habló en una escuela sobre problemas educativos, señalando que para
resolverlos se imponía hacer “un serio examen de conciencia”. Al célebre
autócrata se le escapó una reminiscencia de cuando estudiaba en colegio
católico. En su memoria afloró la frase “examen de conciencia”, el primer paso,
según le enseñaron los jesuitas, para la
confesión sacramental.
El
mes pasado, también en Miami, un contestatario defendía la separación
Iglesia-Estado (algo justo, si se entiende bien), llegando a llamar “sagrada” a
la primera enmienda de la Constitución norteamericana. No pudo escoger una
palabra más religiosa, “sagrada”.
Pues
bien, la Navidad continuará celebrándose el 25 de diciembre. Duélale a quien le
duela, existen millones de seres humanos impactados por la natividad, vida, pasión, muerte y resurrección de
quien origina la fiesta de Navidad.
No se
puede tapar el sol con un dedo. Aunque no han faltado débiles discípulos de
Jesús que han tiznado el buen nombre del Cristianismo, siempre ha existido un
gran número de cristianos coherentes. Éstos han hecho de nuestro globo
terráqueo un mundo mejor.
Quienes se quejan de lo mal que va la
humanidad, no se imaginan lo mucho peor que estaría si hubiese faltado la luz
que trajo Jesucristo.
El
balance es archipositivo. En el mundo nunca ha sucedido nada mejor que el
evento-Jesús. Su nacimiento, por tanto, merece celebrarse por todo lo alto. Por
encima de los anodinos muñecos de nieve y de los insulsos trineos de las
decoraciones seculares, en muchas conciencias siempre emerge cada vez más
majestuoso y relevante el nombre de Jesús, el Logos de Dios hecho hombre, el
Salvador del mundo. ¡Que siempre disfrutemos de una Feliz Navidad en nombre del
Señor!
Eduardo Barrios es escritor y sacerdote de la orden jesuita. Ha trabajado
como consejero en el Colegio de Belén y celebrado misas en varias parroquias de
la ciudad de Miami. Actualmente oficia en Gesu Catholic Church y escribe artículos
controversiales para El Nuevo Herald.
(ebarriossj@gmail.com)