Por Eduardo Rodríguez Solís
El caracol decía que él había caminado ya
todos los senderos. Y que le había dado la vuelta al mundo… Pero nadie le creía,
y todos pensaban que ese caracol era pura saliva, pura palabra…
Sin embargo contaba sus historias y
siempre había algunos que escuchaban aquellas fantasías… Es que ese caracol era
todo un actor, o todo un poeta, y hacía con sus palabras como tejidos de
estambre que atrapaban a cualquiera…
Así cayó en sus redes una gallina que no
ponía huevos.
Esta gallina vivía en un rancho productor
de huevo. Y a ella, aunque no ponía huevos, se le permitía vivir ahí porque era
buena contadora de cuentos… Y sus historias agradaban a otras tantas gallinas
que andaban por ahí.
Sus historias eran fantásticas. Y las
repetía siempre porque así se lo reclamaban.
Había una leyenda que contaba y contaba,
y que tenía múltiples variantes. Esta historia que nunca se contaba igual,
hablaba de una princesa que tenía un perico muy inteligente… El ave se
llamaba Paco… Siempre estaba sentado en una barrita de hierro, en uno de los
ventanales de una torre del castillo de la princesa… Y cuando se acercaba un
hombre al castillo, Paco gritaba, como poseído: “Ese buey que va llegando es una
flor.” Y si quien se acercaba era una dama: “Esa que está
llegando es cualquier cosa”.
Un día, un conde que visitaba a la
princesa, enojado por el insulto del perico, le dio a éste unos pedazos de
lechuga con muchas gotas de arsénico… Y el perico, por poco se nos muere… Pero,
gracias a los santos de los pájaros, siguió viviendo, como si nada.
El perico se vengó del conde… Y un
cuervo, amigo del perico, un día que llegaba el conde al castillo, se le lanzó
como avión de caza, y le tasajeó uno de sus ojos… Y el pobre conde, al perder
uno de sus ojos, se quedó viendo en dos dimensiones…
La
gallina estaba embobada con la personalidad del caracol,
que también era un contador de cuentos… Y se puso a pensar que su
sabiduría iba a crecer al estar cerca de aquel caracol.
Pero el caracol no quería descubrir su secreto. Sus cuentos eran sus cuentos...
--Si la gallina quiere narrar como yo, que
se vaya a la universidad –dijo el caracol.
Un día, fueron juntos hasta donde había
una enorme caída de agua… Y vieron un espectáculo sublime… Estuvieron en silencio
viendo cómo caían las aguas, y experimentaron, ¿por qué no?, cierta gloria.
Ahí, en una caverna, que estaba detrás de
la caída de agua, encontraron a un hombre viejo que tenía una barba muy larga.
Estaba sentado frente a una mesa llena de libros, muy entretenido. Se le notaba
por sus ojos, por la tensión que se retrataba en sus manos, hasta por su
cabello…
Leía unos sonetos de Shakespeare… El
lenguaje escrito era difícil, casi no se entendía… Pero el viejito decía que la
poesía no se necesita entender… “Sólo hay que escuchar y disfrutar”, dijo el
hombre viejo.
Había mucha gente y animales que escribían
poesía… Pero no toda la poesía era auténtica… Había que saber escoger…
En un momento, la gallina le preguntó al
caracol sobre Shakespeare. Ella no tenía idea quién era ese hombre, y qué
tantas cosas había escrito… El caracol contestó con mucha seguridad, y hasta se
atrevió a decir en voz alta algunos parlamentos de “Romeo y Julieta”. La
gallina estaba admirada…
--¿Me vas a enseñar el camino? –preguntó
la gallina, cuando ya estaban fuera de la caverna.
--El camino es fácil de localizar. Poco a
poco lo encontrarás –dijo el caracol.
Pero ella lo que buscaba era la fórmula
secreta para narrar historias. Ella no necesitaba “caminar” sino que le dijeran
cómo lograr historias fabulosas…
--Ya el seso se me acabó –dijo la
gallina--. Ya no sé qué decir.
El
caracol se decidió, y habló con la verdad… Dijo que la solución estaba en la
lectura… Que había que leer mucho… Pero que cada libro había que leerlo dos
veces… La primera, para entender la historia… Y la segunda, para ver cómo
estaba escrita esa historia…
La gallina entonces le dijo al caracol,
que su problema, si así estaban las cosas, era que ella no podía leer, porque
necesitaba anteojos.
--Me pongo ante un libro y lo veo todo
borroso –dijo la gallina.
Se fueron a visitar al conejo, que era el
mejor oculista de esa región… Y el Doctor Zanahoria, que así se llamaba,
examinó a la gallina y se dio cuenta que la gallina no necesitaba anteojos… Lo
que necesitaba era una buena limpieza… pues la tierra del rancho le había
empañado las pupilas…
Sacó entonces el Doctor Zanahoria, un
gotero y un frasco con aguas de rosas… Le dejó caer un par de gotas en los ojos
y luego le extendió un libro para que leyera en voz alta… Y la gallina leyó
perfectamente, sin cometer errores…
Quisieron pagarle sus honorarios al
Doctor Zanahoria, pero el conejo no quiso recibir un solo centavo… Y dijo que a
él le gustaba ayudar a la gente y a los animales…
Fueron después a una biblioteca pública.
La gallina se registró, y recibió su credencial para poder sacar libros, y
llevárselos a su casa…
Salieron arrastrando dos costales llenos
de libros. Iban felices con su cargamento valioso.
La gallina leyó una semana, día y noche…
Y descubrió muchas formas de decir las cosas… un tesoro de nuevas ideas… Y esta
fue la primera historia que escribió:
“Hace mil años, en una ciudad toda
pintada de rojo, vivía una gallina que no podía poner huevos. Esta gallina era
muy simpática y siempre contaba historias fabulosas.
“Tenía un amigo, un caracol, cuentero de
corazón… Este caracol un día invitó a la gallinita a ir a ver una cascada…
Detrás del gran torrente de agua, había una cueva donde vivía un viejo medio
sabio… Este viejo les regaló una gran caja dorada.
“Se llevaron el regalo a la casa de la
gallina, y ahí lo abrieron…dentro de la caja dorada encontraron una caja azul…
“Y dentro, una caja roja…
“Y dentro, una caja amarilla…
“Y
dentro, una caja morada…
“Y dentro, una caja negra…
“Y
dentro, una caja rosada…
“Y dentro, una caja gris…
“Y dentro, una nota que decía: Vayan a la
montaña nevada, donde flota la bandera verde. Allí encontrarán otra sorpresa…
“Al día siguiente, caminaron hacia la montaña
de la bandera verde, y encontraron una caja azul…
“Y
dentro, una de color naranja…
“Y
dentro, una blanca...
“Y dentro, una café…
“Y dentro, una color crema…
“Y dentro,
una sorpresa…
“Dos muñecos de peluche: una gallina que
quería ser un caracol, y un caracol que quería ser una gallina…
“Los dos muñecos salieron caminando, muy
campantes. La gallina de peluche tropezó con una piedra, y dio tres vueltas en
el aire… Al caer, se convirtió en un tigre…
“El
caracol tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se transformó
en araña…
“El
tigre tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se trocó en
un elefante…
“La
araña tropezó con una piedra, dio tres vueltas en el aire… Y al caer, se transfiguró
en un chango…
“El chango se subió al elefante, quien se
fue corriendo al encuentro de una multitud de hombres, mujeres y niños…
“El elefante, con chango a la espalda, se
abrió paso y se trepó a la canasta de un globo que estaba a punto de elevarse,
piloteado por un niño de diez años…
“El globo ascendió… Y el elefante, y el
chango, y el niño bailaban, cantaban…
“Llegaron a la luna, y allí construyeron una casa…
“Pero una noche, un viento terrible arrastró
la casa que voló a Tierra…de vuelta…
“A
un pueblo que se llama Tzintzuntzan, que está a orillas de un lago… Un
sacerdote purépecha les dijo que los iba a ayudar a recuperar su verdadera
identidad, con polvos mágicos…
“Entonces el niño tomó lápiz y papel para
escribir la fábula...una docena de hojas dispersas en el viento”.
Cuando la gallina terminó de leer, el
caracol aplaudió con dos enormes platos de cobre…Una banda de músicos tocó la
Marcha de Zacatecas… Del cielo cayeron serpentinas y confeti…Los oyentes se
aventaban entre sí, cascarones de huevo rellenos de harina de diversos colores…
Cuando vino la noche y todo estuvo en paz,
el caracol y la gallina se fueron a descansar… El caracol se metió en su
cuevita y la gallina se fue al rancho…
En sus sueños, tuvieron visiones muy extrañas…
El caracol soñó que estaba en un rancho rodeado de gallinas… Y la gallina, que
estaba dándole la vuelta al mundo…
Eduardo
Rodríguez Solís (D.F.) ha publicado libros de teatro, cuento y novela. Fue el
primer editor de la revista Mester,
del Taller de Juan José Arreola. Su cuento San
Simón de los Magueyes ha sido premiado y llevado al cine por Alejandro
Galindo, con guión de Carlos Bracho. Su obra de teatro Las ondas de la Catrina
ha sido representada en muchos países, así como en Broadway, New York.
Actualmente vive y trabaja en Houston, Texas. (erivera1456@yahoo.com)
No comments:
Post a Comment